Entre las diversas actividades delictivas que realizan, también les corresponde reclutar a otros. Tienen que conseguir nuevos integrantes, ya sean amigos o conocidos para que formen parte del grupo delictivo
Cada vez son más las mujeres, niños y niñas que se suman a las filas de grupos delictivos. Diversas condiciones de vulnerabilidad han facilitado su reclutamiento, revela el estudio Niñas, Niños y adolescentes reclutados por la delincuencia organizada, publicado el 13 de octubre del 2021 por Reinserta Un Mexicano A.C
Niños, niñas y adolescentes son víctimas y victimarios. Entre las diversas actividades delictivas que realizan, también les corresponde reclutar a otros. Tienen que conseguir nuevos integrantes, ya sean amigos o conocidos para que formen parte del grupo delictivo.
“No existe distribución de actividades en razón de género o edad, contrario a lo que se creía. No hay una diferencia entre el género, ellos pueden reclutar mujeres y hombres. La mujer no desempeña el papel de cuidadora, tienen otras actividades; existen mujeres sicarias y jefas de grupos” comenta Marina Flores Camargo, parte del equipo a cargo del estudio.
A los 14 años Susana era sicaria. Ella pidió serlo. Después de varias pruebas logró su objetivo. La investigación del equipo de Reinserta advierte que la edad promedio de reclutamiento de grupos de delincuencia organizada es de los 12 a 15 años, siendo la primaria el máximo grado de estudios de esta población o la secundaria trunca.
Cuando Susana tenía tres años, su padre fue asesinado por un Cártel contrario al que él pertenecía. Era pequeña cuando empezó a vender crack y cocaína. “A los diez empezamos a vender droga para ayudar a mi mamá con los gastos de la casa, era el negocio familiar”.
Susana era muy apegada a su madre quien trabajó con los Zetas y después para el Cártel de Sinaloa. “A mi mamá la mató un sicario, le dio tres disparos. Yo tenía doce años cuando me quedé huérfana, había perdido a la persona más importante en mi vida”.
Tras la muerte de su madre, sus hermanos se fueron y ella se quedó en la casa de su madre y con depresión vino el consumo de marihuana, píldoras y cocaína; se hizo adicta. “Yo era una niña, no sabía cómo salir adelante. Era cobarde con la vida y no sabía cómo enfrentarla”. La soledad parecía una constante en su vida.
La joven empezó a drogarse a diario y sus nuevos amigos le enseñaron a robar tiendas de autoservicio y autos hasta que el Cártel del Noroeste le mostró sus fotos hurtando y le dieron a elegir: “¿te metes a jalar o te doy cuello?”.
Al poco tiempo de pertenecer a la agrupación, la acusaron de delitos contra la salud, pero solo estuvo internada un mes, cuándo salió lo tenía claro: “No quería vender droga, yo quería matar gente».
El estudio señala que los adolescentes que concluyen con su proceso de internamiento, en su mayoría terminan regresando al mismo ambiente que los orilló a las actividades delictivas. “No hay oportunidades de seguimiento, es una cosa que criticamos. Se ha criminalizado el seguimiento y la reinserción social en los menores y les estamos haciendo un daño. En México nos hemos enfocado mucho al combate a la delincuencia y al narcotráfico y no hemos dado un enfoque hacia el México que queremos construir. No olvidemos que si bien son menores que han cometido delitos, son niñas y niños reclutados”, enfatiza Saskia Niño de Rivera, cofundadora y vocera de Reinserta Un Mexicano A.C
“Fui entrenada para disparar, asesinar, mutilar y vender droga pero lo que más me llamaba la atención era asesinar personas” cuenta Susana. “Era una forma de liberar el enojo que había sentido cuando mataron a mi mamá, pensaba que si ellos hicieron eso, ¿por qué yo no lo voy a hacer?, mis víctimas eran mujeres que tuvieran hijos, quería que ellos sintieran lo que yo había sentido”.
“Me sentía poderosa dentro del cartel, sentía que tenía más valor que muchos otros hombres con los que trabajaba; unos gritaban al momento de disparar pero yo no tenía miedo ni remordimientos”.
La adolescente fue adiestrada para no tener compasión por nadie, para cumplir una cuota de homicidios y para obedecer reglas, de lo contrario el castigo iba desde no recibir pago, hasta golpes con tablas.
A los 15 años fue detenida por segunda vez por vigilar la casa de un hombre al que tenía que matar. Fue torturada y abusada sexualmente por policías para que revelara información pero no habló. Estuvo cinco meses internada. El Cártel le dio la espalda, así lo sintió.
Susana regresó a la casa de su madre a los 16 años, pero el Cártel la estaba buscando, le apuntaron con un arma pero no dispararon con la condición de torturar y asesinar a una persona. Susana no sólo volvió a trabajar para el cártel, también fue ascendida pero después de un incidente dejó de recibir su pago y se dedicó a la venta de droga de manera independiente. Para ese tiempo, la policía ya la tenía en la mira y la arrestaron nuevamente por delitos contra la salud.
Actualmente se encuentra en un centro de internamiento cumpliendo una medida preventiva de su libertad. “Para mí estar aquí es una oportunidad de rehacer mi vida y reforzar la relación con mi familia. Quiero seguir estudiando. Estar en internamiento significa estar en paz en mi vida, dejó de correr riesgo. Yo aconsejo que no se metan en esto porque nada más los van a utilizar. En esta vida es el encierro o la muerte, no hay de otra. Si hubiera tenido otra vida… Si no hubieran asesinado a mi mamá, no habría pasado lo que estoy viviendo hoy”.