Sabemos con total certeza que la eliminación de la pluralidad trae consigo pobreza, autoritarismo y violencia. Siempre.
Macario Schettino
octubre 25, 2021
Un elemento frecuente en las propuestas utópicas es el intento de destruir la pluralidad. Se argumenta un supuesto objetivo común, que exige eliminar voces disidentes. Medios de comunicación, periodistas, universidades, académicos, organizaciones de la sociedad civil, son obstáculos al devenir de ese sujeto de la historia que guiará a toda la sociedad al paraíso.
El sujeto de la historia puede ser un cierto culto religioso, una propuesta de regreso a la naturaleza, una clase social o el pueblo mismo. El objetivo siempre se presenta como algo tan deseable, que nadie puede dudar en alcanzarlo: abundancia, felicidad, bienestar, usted decida.
Sin embargo, sabemos con total certeza que la eliminación de la pluralidad trae consigo pobreza, autoritarismo y violencia. Siempre. No sólo lo sabemos por la abundancia de ejemplos, sino también porque los estudiosos han logrado demostrarlo. En los últimos 500 años, desde las comunidades religiosas del siglo 16 a las de buenos salvajes del 18 a las proletarias del 19 y 20, a los populismos de los últimos 100 años, las evidencias abundan, y no hay contraejemplos. Desde la academia, sabemos que no puede existir una sociedad que tenga un objetivo único (arrow), y sabemos que la supresión de las relaciones de intercambio impide la generación de riqueza (fiske). Por eso podemos asegurar que el resultado siempre será autoritarismo y pobreza.
Mantener a la población en esas condiciones suele acompañarse de grandes dosis de violencia, que más de 100 millones de muertos bajo gobiernos de izquierda, y varias decenas de millones bajo gobiernos de derecha, silenciosamente atestiguan.
No existe posibilidad alguna de tener un país exitoso (es decir, capaz de generar riqueza) enfrentando la pluralidad de la sociedad. Temporalmente, puede parecerlo, como ocurrió con la Unión Soviética por unas décadas, o incluso en el desarrollismo en América Latina, u hoy en día con China. Tarde o temprano los experimentos se derrumban, con gran sufrimiento para las sociedades que lo intentaron.
Si desde el gobierno se descalifican las opiniones de periodistas y se ataca a los medios en que participan; si desde el gobierno se busca debilitar las universidades, acusándolas de no sumarse al camino utópico; si desde el gobierno se obstaculiza la organización de la sociedad para los fines que sean, de lo que se trata es de anular la pluralidad, o lo que es lo mismo, de afianzar el autoritarismo.
Si se descalifica a los empresarios, se anulan inversiones, se proponen monopolios, lo que se busca es eliminar las relaciones libres de intercambio, con el único resultado de reducir la generación de riqueza, que no es otra cosa que encaminarnos a la pobreza.
Después de tres años de ahuyentar inversiones, ahora desde el gobierno se busca expropiar las ya existentes. Después de tres años de descalificar adversarios, ahora se dice con claridad que el enemigo es la universidad. Los empresarios, periodistas, profesores y estudiantes que hace tres años favorecieron o impulsaron al actual gobierno, no tienen ahora excusa alguna.
Como ya decíamos, no la tenían desde entonces, porque tanto la evidencia como los análisis de expertos son contundentes: las utopías son indeseables. Pero muchos de ellos no quieren aceptarlo. Incluso afirman que no puede vivirse sin creer en utopías. Se entiende, después de 15 mil años de religiones de todo tipo, incluidas las laicas. Pero algún día hay que atreverse a pensar en serio, olvidarse de dualidades, y enfrentar la realidad humana.
Mientras eso ocurre, es de particular importancia, para México, poner en evidencia el intento de restauración autoritaria del pasado empobrecedor que conocieron López Obrador, Bartlett, Gertz y tantos otros adultos mayores que quieren ahora destruir el futuro de millones de jóvenes. Con su apoyo, gracias a la educación utópica que tan dañina ha resultado. Hay que hacer el esfuerzo de pensar en serio.