JESÚS ÁLVAREZ DEL TORO / Economía y agricultura

Las estructuras y la composición de las familias zamoranas se han modificado y originan nuevas maneras de relacionarse en su interior y con el entorno. Han cambiado los roles que pueden crear ausencias o sobrecarga de responsabilidades en algunos miembros de las familias. También se cree que la violencia se acepta en la familia como manifestación normal y forma de resolver los conflictos. Algunos miembros de la familia recienten en mayor medida estas manifestaciones, de acuerdo con sus condiciones de vulnerabilidad.
  
   Otra visión sostiene que el nivel de ingreso y la capacidad económica determinan las relaciones y los roles entre los miembros de las familias, y la posición de éstas en el contexto de la comunidad, lo que favorece relaciones de poder y escenarios propicios para la violencia. También observamos que se mantiene la falta de oportunidades y que las crisis económicas propician cambios de patrones de consumo en grave detrimento del nivel de bienestar de las familias o de algunos de sus miembros. La deserción escolar por falta de pago, la limitación de consumos de alimentos e, incluso, la presencia de hambre, cancelan trayectorias de vida y crecimiento sano, con repercusiones sociales a largo plazo, que generan frustración, enojo, depresión, estrés y violencia.
  
   Con base en estos supuestos, lo que acontece es que, efectivamente, la familia zamorana está cambiando. La crisis económica, los medios de comunicación, la crisis del perfil de los géneros tradicionales, el incremento del alcoholismo y la drogadicción, así como la adopción de nuevos referentes sociales y de agrupamiento de la población, son los principales indicadores de cambio. Variables que, en sí, poseen elementos que describen una sociedad en proceso de transformación estructural y funcional, con efectos en todos sus habitantes y niveles sociales.
  
   Los principales detonadores modificantes de la familia zamorana están en la feminización del trabajo y en el cambio de género de las jefaturas familiares, que permiten que se vivan nuevas realidades en su seno. Los modelos de familia reproducidos por la educación escolar y los discursos oficiales ocultan estas nuevas realidades y, más que educar y ubicar a los niños y jóvenes ante esta situación, acaban por confundirlos o predisponerlos a la insatisfacción emocional, al no encontrar en la suya los rasgos de la familia tradicional prácticamente inexistente.
  
   Desde el inicio del cultivo de la fresa y la aparición de las agroindustrias en la ciudad de Zamora, hay una nueva forma de percibir a la mujer, la que fue asimilada no sin conflicto, dado que su participación en la vida pública y como generadora de recursos económicos en beneficio de la familia ha significado una transformación importante. Esto, obviamente, ha modificando los patrones de toma de decisiones y las relaciones de poder al interior de la familia.
  
   Lo mismo que en otras partes del país, esta situación ha provocado conflictos conyugales y estallidos de violencia al coadyuvar a la crisis de la masculinidad: cuando las mujeres tienen acceso al mercado de trabajo también alcanzan otro tipo de recursos como información, socialización, redes sociales y laborales que, de alguna forma, fortalecen su autonomía y su posición ante el varón.
  
   El censo de 2010 nos muestra una clara idea de la feminización del trabajo al contabilizar 11,566 viviendas con jefe mujer; en tanto que los hogares con jefe hombre son 35,789, lo que significa un porcentaje de casi el 30% de hogares que dependen económicamente de la mujer. La maquila en las agroindustrias depende –regularmente- del trabajo femenino; aunque también habrá que decir que el trabajo de recolección de la fresa y la papa, así como de otros productos se ha venido feminizando rápidamente.
  
   Sin embargo, la participación económica de la mujer no ha significado, necesariamente, que sus oportunidades en los ámbitos de la salud, la educación, el empleo, el ingreso y la participación política hayan mejorado del todo. Conduciendo a conflictos intrafamiliares, de violencia familiar, sobre todo en las colonias de la periferia, tales como: Lindavista; Colonia 20 de noviembre; Fraccionamiento El Porvenir; Fraccionamiento Valencia; Colonia El Ferrocarril y otras más.
  
   En los hogares se viven diferentes maneras de entender la familia y de respaldarse en costumbres y estereotipos, aunque éstos conlleven a la violencia de género e infantil, entre otros tipos. La violencia intrafamiliar ha aumentado en Zamora, aunque no se ha llevado con precisión estadística. El DIF Municipal funge como intermediario entre la atención a las víctimas de la violencia doméstica y el proceso jurídico-penal del delito. Con la fundación, en la administración municipal 2008-2011 del Instituto Municipal de la Mujer, éste se ha encargado de asesorar jurídica y psicológicamente a las mujeres que enfrentan casos de violencia familiar. Aunque en lugar de presentar una demanda ante la autoridad judicial, las mujeres acuden al Instituto de la Mujer en busca de ayuda. La mediación de esta instancia se ha institucionalizado como un antecedente necesario para demandar legalmente. Sin embargo, en este proceso el Instituto Municipal de la Mujer suele contener a las mujeres no de la violencia, sino de la denuncia.
  
   El problema fundamental de la violencia intrafamiliar en Zamora tiene los siguientes orígenes: primero, la crisis económica y, segundo, la pérdida de los roles familiares, especialmente aquellas referencias asociadas con la autoridad. En esta ciudad los roles no se han modificado, necesariamente; lo que ha cambiado son las relaciones de poder. Las mujeres siguen cargando con una doble jornada de trabajo y existe poca integración de los varones a las actividades domésticas. Esta doble jornada suele ser aminorada, de alguna manera, por la ayuda de otras mujeres del grupo doméstico o familiar.
  
   Aunque habrá que decir también que en Zamora se ha incrementado la cultura de la denuncia para detener la violencia o para acabar con las relaciones conflictivas. La violencia de género ha hecho que, en Zamora, diversas instituciones de gobierno y de ONG’s, sean susceptibles al tema. Ha crecido la oferta de servicios de apoyo para garantizar seguridad a las mujeres. Por ejemplo, la fundación del Instituto Municipal de la Mujer, instancia que se ha caracterizado por brindar apoyo a cientos de mujeres que han enfrentado problemas derivados de la violencia familiar.
  
   Los grupos de edad más afectados son el de 20-24 años y 25-44 años, con importante predominio del sexo femenino. El hogar representa el lugar de mayor ocurrencia.
  
   Otra forma de violencia hacia las mujeres deriva de los comportamientos sexuales. En Zamora se observan casos de mujeres infectadas con enfermedades venéreas e incluso con el VIH/Sida. La gran mayoría son amas de casa, mujeres sin aparentes factores de riesgo.
  
   Aun con lo anterior, vale la pena resaltar las peculiaridades del poder que ejercen las mujeres zamoranas de ciertas clases sociales, particularmente de las medias y altas. Existe violencia en dichos ámbitos y persisten esquemas de desigualdad en la pareja, pero las mujeres suelen tener cierto control en el ámbito familiar y ejercen un poder respaldado por las propias redes familiares y sociales, que refuerzan las tradiciones y costumbres que les permiten, incluso, evitar el señalamiento social cuando la violencia se exhibe.
  
   Es necesario recalcar que, en Zamora, los modelos tradicionales de familia, más que funcionar, acaban imponiéndose, lo mismo por grupos católicos organizados, que por el propio mecanismo gubernamental y escolar.

Deja un comentario

JESÚS ÁLVAREZ DEL TORO

Jesús Alvarez del Toro, licenciado en Historia. Director del Museo de Zamora, Cronista de la ciudad de Zamora.

Gracias por visitarnos