La inflación cuesta

Aquí, en la ratonera, preferimos atascarnos de queso, cancelando programas sociales, incrementando la polarización, y jugando al aprendiz de brujo con tarifas y subsidios, dice Macario Schettino.

Macario Schettino

Hoy viernes conocerá usted la inflación de la primera quincena de abril. Como usted sabe, durante marzo los precios subieron 7.45% contra marzo de 2021, pero la llamada inflación subyacente, que elimina los bienes con mayor variabilidad (combustibles, frutas y verduras, tarifas de gobierno), creció casi 6.8%. Este último dato es más importante, porque se trata, como le digo, de precios que normalmente se mueven menos, de forma que cuando crece, lo hace con más lentitud, pero también cuando baja.

Hace un año fue precisamente en la primera quincena de abril cuando empezamos a resentir la presión inflacionaria. En esa ocasión rebasamos el 6% de inflación anual por primera ocasión. Ahí nos mantuvimos un rato, hasta noviembre, cuando dimos el siguiente salto, al 7% anual. En ambos casos, los precios empezaron a moverse más rápido un par de meses antes, pero no les hicimos mucho caso sino hasta que pasaron esas referencias.

Ahora, también llevamos dos meses de que la inflación quincenal tiene saltos que deberíamos considerar. La general creció 10% (si consideramos el movimiento quincenal, extendido al año) durante febrero, y en las últimas dos quincenas se movió 12 y 15%. La inflación subyacente no va tan rápido, pero promedia más de 9% en ese cálculo anualizado.

Por otra parte, mientras la velocidad a la que crecen los precios (es decir, la inflación) sigue creciendo, parece que la aceleración se reduce. El incremento de la inflación, en cada medición, es un poco menor. Esto me lleva a pensar que es probable que el dato que usted vea hoy no sea muy tranquilizador. Pero no se fije demasiado en la inflación general, sino en la subyacente, porque de ella depende lo que veremos en el resto del año.

En cualquier caso, parece que seguiremos teniendo una inflación general inferior a la que tiene Estados Unidos, porque aquí el gobierno decidió eliminar una parte de su recaudación para evitar alzas en los combustibles. Con eso de que usaron el “gasolinazo” como herramienta para llegar al poder, no quieren que alguien más tenga la misma idea, y prefieren perder unos cuantos miles de millones de pesos diarios para impedirlo.

Como suele ocurrir, las decisiones no son gratis, de forma que impedir el ajuste del precio de gasolinas y diésel, que para muchos es una gran idea, implica tener menos dinero disponible para todo lo demás que debe hacer el gobierno. Ya en otra ocasión comentamos que el margen de maniobra de la actual administración es sumamente reducido, así que esta idea puede complicar mucho las cosas, sobre todo si se mantiene por varios meses. Algunos pensaban que era una medida sólo para la consulta de revocación, y ahora creen que será hasta las elecciones de junio. No lo sé, pero cada día se pierde una cifra que no es pequeña.

Estamos, entonces, en una ratonera muy particular. La inflación obliga al Banco de México a subir sus tasas (y a la Fed también). Eso implica un mayor costo financiero para el gobierno, que tiene menos ingresos por “subsidiar” el costo de los combustibles. Por otra parte, esas tasas elevadas, sumadas a la incertidumbre interna, producto de las necedades presidenciales, y a la incertidumbre externa, producto de otros necios, significa un menor crecimiento económico. Eso hace previsible una menor recaudación, que amplía las dificultades ya mencionadas. En otras condiciones, no sería raro ver al gobierno posponiendo algunas obras, o tomando medidas de fomento, pero no es nuestro caso.

Aquí, en la ratonera, preferimos atascarnos de queso, cancelando programas sociales, incrementando la polarización, y jugando al aprendiz de brujo con tarifas y subsidios. Suena obvio: si lo que se quiere es vivir en los setenta, y en esos años cada sexenio terminaba en crisis fiscal, pues qué le digo. (El Financiero)

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