Casi sin excepción, en su gran mayoría, los adjetivos devienen de las locuciones verbales y de los sustantivos: vender > vendido; huir > huidizo; espectáculo > espectacular. Como es bien sabido, en tanto el sustantivo nombra las cosas o conceptos que poseen una existencia real y/o independiente, los adjetivos determinan o limitan al sustantivo cualificándolo: idea ‘vieja’, pensamiento ‘neoliberal’, persona ‘fifí’, etc.
En otras palabras, modifican al sustantivo afectando su esencia. De ahí que su uso necesita ser especialmente cuidadoso, porque mientras sustantivar no es problema, adjetivar sí. Desde luego que cuanta mayor ciencia se tenga menos se utilizará el adjetivo y, cuanta más fantasía, su uso no tardará en derivar en abuso.
En ese sentido quien llegue a tener poder sobre los demás, más que andar adjetivando, deberá tomar partido por los sustantivos. Ésos que reflejen fielmente la realidad. Dicho de otro modo, tendrá que tener un cuidado sumo por ser objetivo. Lo que lo obligará a hablar poco y preciso.
Adjetivar, adjetivar le vendrá natural a quien se ate a un partido. O a un referente moral propio de una determinada confesión religiosa que por su propia naturaleza se ‘califique’ a sí misma, frente a las otras, como la única con verdad. Lo que conduce a sesgar, rasgar, dividir, juzgar, premiar, condenar… siempre colocándose como centro a sí misma.
Quien así proceda, podrá, sin dañar a nadie, tirarle a ser bardo o poeta. Calificará muy a su manera como bonito o como bueno lo que él así perciba o le parezca, resultando muy natural que otro pueda calificar como feo lo que el otro ve bonito. Cuestión de gustos. Relativismo: “nada es verdad, nada es mentira, todo es según el cristal con que se mira”.
El hombre de ciencia, si en verdad lo es, huirá por lo general -por método podríamos aseverar- de los adjetivos. Lo mismo quien detente un poder real sobre los demás. Sobre todo, cuando ese poder de ellos le ha venido. Tal y como es el caso del poder ejecutivo. Aquí en nuestro país, el de López Obrador, quien en los años que lleva de gobierno no ha dejador de padecer una supina diarrea por calificar y descalificar. Por determinar en sus “Mañaneras” quién, de acuerdo a sus calificativos, es o no de los suyos,… colocándose por desgracia en ese ‘blanco y negro’ que, al no ser el mismo para todos, es propio del fundamentalismo.