“Que sus escuelas sean cristianas no de nombre sino de hecho”, dice el Papa a los lasallistas

“No pueden dar a los jóvenes lo que no tienen dentro. El educador cristiano, en la escuela de Cristo, es ante todo un testigo, y es maestro en la medida en que es testigo. […] Rezo por vosotros, para que seáis hermanos no sólo de nombre sino de hecho. Y que sus escuelas sean cristianas no de nombre sino de hecho”, les ha dicho el Papa.

Por: Bernardo di Luca

(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano).- En el contexto de su Capítulo General, el Papa recibió en audiencia especial a miembros de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, mejor conocidos como “lasallistas”. La audiencia tuvo lugar el sábado 21 de mayo en la Sala del Concistorio. Ahí el Papa dirigió un discurso breve pero conciso a los representantes de estos religiosos que en su mayoría no son sacerdotes. A continuación el texto del discurso del Papa.

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Agradezco al Superior General sus palabras, también a «Lolo Kiko» [saludo filipino: «Abuelo Francisco»], y le deseo lo mejor a él y a su consejo. Me complace reunirme con ustedes con motivo de su 46º Capítulo General, cuyo tema es «Construir nuevos caminos para transformar vidas». Es bueno entender el Capítulo de esta manera, caminando, como una obra de construcción de nuevos caminos, que llevan a los hermanos, especialmente a los más pobres. Pero sabemos que el «Camino», el camino verdaderamente nuevo, es Jesucristo: siguiéndolo, caminando con Él, nuestra vida se transforma, y nosotros a su vez nos convertimos en levadura, en sal, en luz.

Para vosotros, según el carisma de San Juan Bautista de la Salle, estos «nuevos caminos» son ante todo caminos de educación, que deben realizarse en las escuelas, colegios y universidades que lleváis a cabo en el centenar de países en los que estáis presentes. Una gran responsabilidad. Doy gracias al Señor con vosotros, porque la labor educativa es un gran regalo ante todo para quienes la llevan a cabo: es un trabajo que pide mucho, pero que da mucho. La relación constante con los educadores, con los padres y, sobre todo, con los niños y jóvenes es una fuente de humanidad siempre viva, incluso con todas las dificultades y problemas que conlleva.

En esta relación, en este viaje que hacéis con ellos, ofrecéis los valores de vuestra rica tradición pedagógica: educáis en la responsabilidad, en la creatividad, en la convivencia, en la justicia, en la paz; educáis en la vida interior, en la apertura a lo trascendente, en el sentido del asombro y la contemplación ante el misterio de la vida y la creación. Todo esto lo viven e interpretan en Cristo, y lo traduces en la plenitud de la humanidad. Me viene a la mente el lema de San Juan Pablo II en Redemptor hominis: «El hombre es el camino de la Iglesia». Ustedes ponen en práctica este lema en su misión educativa. Es su manera de realizar lo que escribe San Pablo: «formando a Cristo en ti» (cf. Gal 4,19). Es vuestro apostolado, educar así, vuestra contribución específica a la evangelización: hacer crecer a los seres humanos según Cristo. En este sentido, sus escuelas son «cristianas», no por una etiqueta externa, sino porque van por este camino.

Somos conscientes de que el mundo vive una emergencia educativa. El pacto educativo se ha roto, está roto, y ahora el Estado, los educadores y la familia están separados. Debemos buscar un nuevo pacto que sea de comunicación, de trabajo conjunto. Esta emergencia educativa se agudiza por las consecuencias de la pandemia. Los dos grandes retos de nuestro tiempo: el reto de la fraternidad y el reto del cuidado de la casa común, no pueden ser respondidos sino a través de la educación. Ambos son, ante todo, retos educativos. Y, gracias a Dios, la comunidad cristiana no sólo es consciente de ello, sino que lleva tiempo comprometida con esta labor, tratando de «construir nuevas formas de transformar» el modo de vida. Y vosotros, hermanos, formáis parte de esta obra, es más, estáis en primera línea, educando para pasar de un mundo cerrado a un mundo abierto; de una cultura del descarte a una cultura del cuidado; de una cultura del descarte a una cultura de la integración; de la búsqueda de intereses creados a la búsqueda del bien común. Como educadores, saben muy bien que esta transformación debe partir de la conciencia, o sólo será una fachada. Y también sabéis que no podéis hacer este trabajo solos, sino cooperando en una «alianza educativa» con las familias, con las comunidades y agregaciones eclesiales, con las realidades educativas presentes en el territorio.

Este, queridos hermanos, es vuestro campo de trabajo. Pero para ser buenos trabajadores, no deben descuidarse. No pueden dar a los jóvenes lo que no tienen dentro. El educador cristiano, en la escuela de Cristo, es ante todo un testigo, y es maestro en la medida en que es testigo. No tengo nada que enseñarles en esto, sino sólo, como hermano, quiero recordarles: da testimonio. Y sobre todo rezo por vosotros, para que seáis hermanos no sólo de nombre sino de hecho. Y que sus escuelas sean cristianas no de nombre sino de hecho.

¡Gracias por lo que sois y por lo que hacéis! Id con la alegría de evangelizar educando y de educar evangelizando. Os bendigo a vosotros y a todas vuestras comunidades. Y tú, por favor, no te olvides de rezar por mí. Gracias.

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