FRANCISCO MARTINEZ GRACIAN // La muerte tiene permiso

         Ser misionero entre las comunidades indígenas de los pueblos originarios de México implica una entrega de por vida.

         No se vale de a ratitos.

         Es algo así como sucede a los padres respecto a sus hijos: se da uno entero.

         Tal y como se dieron mis hermanos sacerdotes Joaquín Campos y Javier Mora allá en la sierra tarahumara. Fue en su Iglesia que un perseguido por el crimen institucionalizado buscó refugio. Lo encontró por un momento, en tanto era atendido por los padres, entró el criminal, pero ni ese lugar sagrado pudo a los padres y al perseguido prestarles refugio.

         Como suele suceder, como ya es natural, uno trabaja en estos lares bajo su propia responsiva y sin protección alguna de la autoridad. Uno se protege en y con la comunidad. Sólo que se trata de comunidades ignoradas, dejadas a su suerte por un gobierno que, a la hora de la hora, cuando de veras se necesita, no sabe ni dónde están.

         Tal y como con su culpable ignorancia lo demostró López Obrador.

         Qué pena que este hombre que pudo hacer más haya caído en el autismo.

         En tanto campea la inseguridad.

         ¿Qué hacer con gobierno hocicón al que le importa un bledo la seguridad de sus ciudadanos porque al parecer sólo se importa a sí mismo ¿De veras cree que con repartir un dinero que él no ha producido ya ha cumplido? Porque lo que los hechos demuestran es que, al igual o peor que con gobiernos anteriores, en éste la muerte tiene permiso.

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FRANCISCO MARTÍNEZ GARCIÁN

Estudió Filosofía y Teología, en el Seminario Diocesano de Zamora, Historia en la Normal Superior Nueva Galicia de Guadalajara y fundador de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán.

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