JEAN MEYER // China y Ucrania

Hace un año, la revista The Economist decía que Taiwán, la “bella” (“Formosa”, la bautizaron los portugueses), era el lugar más peligroso del mundo, porque Pekín podía invadirla en cualquier momento; que los EEUU no podrían impedir una anexión violenta, que la nueva y creciente fuerza militar china, incitará, tarde o temprano, al ataque. Al mismo tiempo, el mensual The Diplomat se preguntaba si un incidente menor en el mar meridional de China no desataría un conflicto mundial tan catastrófico como la primera guerra mundial. Richard Javad Heydarian contestó que sí. Que la situación era comparable a la de los Balcanes en 1913. Y que Taiwán, la isla considerada como “rebelde” por Pekín estaba en la línea de la mira.

Ciertamente, el gobierno chino maneja un hipernacionalismo agresivo, como muchas otras potencias; evidentemente, la cuestión de Taiwán es tan permanente como preocupante. Hace un año, el 16 de junio, Joe Biden encontró a Vladimir Putin en Ginebra, buscaba conseguir, si no su apoyo, por lo menos su neutralidad en la perspectiva de una confrontación prolongada con China. Unos comentaristas rusos se preguntaron si Biden y Putin habían hablado de Ucrania: “únicamente como moneda de Intercambio”, en reciprocidad. Entre 2014 y 2021, a propósito de la tensión creciente alrededor de la cuestión ucraniana, Pekín observó cierta neutralidad, convencida que, tarde o temprano, Putin deberá buscar su alianza.

En 2021, se publicó 2034: A Novel of the Next World War, escrita por James Stavridis, almirante jubilado y el novelista Eliot Ackerman, antiguo oficial de los “marines”: China, fuerte apoyo tácito de Irán y Rusia, ataca Taiwán y la guerra con los EEUU escala hasta el conflicto nuclear que devasta a ambos países y deja a la India, neutra, como, la potencia hegemónica. Leí la novela en ese verano de 2021, cuando Putin juntaba sus ejércitos sobre la frontera de Ucrania y advertía que quien se atreviera a amenazar a Rusia sufriría un golpe devastador como nunca en la historia. Y los aviones de guerra de Pekín se la pasaban violando el espacio aéreo de Taiwán.

La posibilidad de una invasión militar de Taiwán, se volvió un tema de actualidad; la pregunta no era tanto: “¿Hay que temer una invasión armada de Taiwán?”, como “¿Cuándo Pekín atacará Taiwán?”. Y los estrategas en calcular qué tipo de guerra iba a presentarse, puesto que la reunificación de las “dos Chinas”, por la vía pacífica, después de la destrucción de la democracia en Hong Kong, se había vuelto imposible, dejando como única opción su realización por la fuerza. Los pesimistas pensaban que no tardaría, los optimistas que podría situarse en 2027, para el centenario de la creación del Ejército Popular de Liberación. Siempre antes de la muerte de Xi Jinping, que tiene ahora 69 años.

Deng Yuwen, antiguo cuadro del Partido Comunista Chino, toma en cuenta, de manera realista, todos los factores en línea y piensa que “la posibilidad de una guerra en los próximos diez años se deduce de un razonamiento lógico, pero esa guerra puede posponerse o jamás ocurrir, lo que sería una ganga”. Parece que la única guerra en la cual piensa (¿pensaba?) Pekín es, era un Blitzkrieg de unos días, tomando a EEUU por sorpresa. Frente a una conquista terminada, Washington se encontraría en la misma situación que en 2014, cuando Putin tomó y anexó a Crimea.

Es cuando debo explicar la presencia de la palabra “Ucrania” en mi título. Putin creyó que, en unos días, su Operación Militar Especial, en forma de relámpago (hay que omitir la palabra “guerra”), iba a darle el control sobre Ucrania. La guerra va ya en su cuarto mes y eso ha de poner a reflexionar a los militares chinos y a Xi Jinping. Los expertos señalan que para tener éxito un Blitz, el ejército chino necesitaría de dos condiciones: una débil resistencia taiwanesa; la realización de progresos logísticos que tomará tiempo. La inesperada resistencia de Ucrania aconseja tomar en cuenta la combatividad y la capacidad militar de los taiwaneses.

Historiador en el CIDE

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JEAN MEYER

Dr. Jean Meyer. Francés nacionalizado mexicano. Historiador. Licenciado en grado de doctor por la Universidad de la Sorbona. Profesor e investigador del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) donde además fundó y dirigió la División de Historia.

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