Aquí uno desconfía hasta de que le hablen por teléfono y que sean trampas, dice una habitante de Urique, el poblado donde mataron a dos padres jesuitas y que ayer amaneció sitiado por la policía
Urique.— “Vivimos con miedo. Nosotros tenemos mucho miedo, la verdad, porque no puede ni hablar uno. Hay mucha inseguridad, hasta uno desconfía que le hablen por teléfono y que sean trampas”, dice una mujer, habitante del municipio de Urique, Chihuahua, el mismo al que pertenece la comunidad de Cerocahui donde el lunes asesinaron a los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, además de un guía de turistas, Pedro Palma.
La mujer, quien pidió omitir su identidad por miedo a represalias, cuenta a EL UNIVERSAL que en la región son comunes los actos de violencia, que por lo general se atribuyen a José Noriel Portillo Gil, El Chueco, señalado como el líder criminal de la zona y presunto responsable de la muerte de las tres personas.
Asegura que hasta sus casas llegan las versiones de todos los ataques que presuntamente organiza El Chueco y eso genera un clima de miedo constante.
“Hay mucha inseguridad y tenemos mucho miedo de esa gente, la verdad. Sobre El Chueco se escucha mencionar todas las cosas que hace. Como él no vive aquí, vive allá en Bahuichivo [otra localidad del municipio de Urique], aquí nosotros sólo nos enteramos de lo que pasa de repente, pero sí nos da miedo”, dice.
¿Cómo van a matar a los padres?
Relata que el lunes, cuando empezó a comentarse que los sacerdotes habían sido asesinados, no creían que fuera real y decidieron esperar a que las autoridades lo confirmaran.
“Nosotros nos enteramos en el Facebook, ahí empezaron a publicar y yo no lo creía. Yo decía: ¿cómo van a matar a los padres? Ya después nos dijeron que sí, y toda la gente comenzó a publicar cosas y en la radio dijeron también, y fue como nos enteramos”, comenta la mujer.
Debido a las condiciones de inseguridad que se vive en la zona, pobladores de Urique no han considerado hasta el momento realizar alguna misa en memoria de los padres, mucho menos una manifestación o acción para exigir justicia.
“¿Se imagina? Ahorita nadie quiere nada”, añade.
En Urique todos saben del asesinato de los sacerdotes, pero muy pocos se atreven a comentar el hecho. La radio de la región y los pocos portales de noticias dejaron de informar sobre el triple asesinato del lunes. Algunos ya recibieron advertencias y todos temen por su seguridad, ya que en situaciones similares han sido víctimas de hostigamiento e inclusive ataques.
Ellos bautizaron a nuestros hijos
Todos los pobladores del municipio de Urique conocían a los padres Javier Campos y Joaquín Mora, quienes les dieron los sacramentos, desde el bautizo.
“Ha sido el padre de toda la vida de nosotros, el que ha bautizado a nuestros hijos, la primera comunión, la confirmación, eran muy conocidos, la verdad”, expresa la mujer.
Asegura que ella los conocía a ambos de forma personal y los describió como muy buenas personas, “sobre todo el padre Gallo”, como conocían al sacerdote Javier Campos.
“Mis hijos ya están jóvenes, están grandes ya. Él fue el padre que los confirmó, que los bautizó, que les hizo la primera comunión. Él trabajaba aquí en la iglesia de Urique antes, pero ya en los últimos años trabajaba allá, en la sierra, pero sí venía cuando había velaciones o demás. Sí venía mucho para acá”, explica la mujer.
Blindan Cerocahui
La localidad de Cerocahui amaneció este miércoles blindada. Decenas de elementos del Ejército Mexicano, de la Guardia Nacional y la Secretaría de Seguridad Pública del Estado (SSPE) de Chihuahua se desplegaron desde temprana hora.
El templo de la comunidad estuvo cerrado. Una cinta amarilla con la leyenda “prohibido el paso” estaba amarrada en la reja y al fondo se veía la iglesia, convertida en escena del crimen, sin gente ni movimiento.
En las calles principales del pueblo, las patrullas y los vehículos militares dominaban el panorama. Los agentes de la SSPE recorrieron el pueblo mientras un helicóptero sobrevolaba el lugar.
Ante este despliegue, pocos pobladores se atrevieron a salir. Pocos autos particulares se veían circulando y sólo algunos hombres, en motocicleta o a caballo, recorrieron las calles.