Especialistas en asuntos migratorios coincidieron en que la gente en la región “está obligada a migrar” porque necesita comer, tener acceso a salud y educación y empleo de calidad
San José. – La muerte de unos 51 migrantes indocumentados de México y, presuntamente, de Guatemala, Honduras, y quizá El Salvador, cuyos cadáveres fueron hallados anteayer dentro de un furgón en Texas, reconfirmó una realidad: ni los muros ni más militares y policías mexicanos, guatemaltecos, salvadoreños y hondureños en el peligroso recorrido detienen a las masivas corrientes humanas que viajan sin visa a Estados Unidos ni a los “coyotes” o traficantes de personas.
Con documentos o sin ellos, los migrantes guatemaltecos, salvadoreños y hondureños son un apetecido negocio para los “coyotes”, que les cobran miles de dólares por llevarlos a EU, y para las finanzas públicas de Honduras, Guatemala y El Salvador, que cada año son lubricadas con miles de millones de dólares en remesas familiares. Los sistemas privados financieros de esas naciones ganan por la venta de sus servicios de transferencia a los migrantes.
“La gente está obligada a migrar: necesita comer, tener acceso a salud y educación y a un empleo de calidad. Eso los gobiernos no lo están satisfaciendo”, aseguró la hondureña Karla Rivas, coordinadora de la (no estatal) Red Jesuita con Migrantes Centroamérica, de Honduras.
“Impotencia ante una nueva estampa (en Texas) que ya hemos visto en otros momentos por políticas migratorias tan crueles que hacen que las personas migrantes busquen una ruta alternativa que les pone en mayor riesgo”, narró Rivas a EL UNIVERSAL.
“La gente no desistirá de migrar: las condiciones de nuestros países se agravan y son las causas (socioeconómicas) de fondo que hacen que la población esté obligada a huir y a tener finales como los de Texas”, aseveró.
Miles de millones de dólares fluyeron de EU a Centroamérica desde hace más de 70 años para combatir al comunismo, defender la democracia, impulsar el desarrollo socioeconómico, atacar al crimen organizado, promover la seguridad, fortalecer a ejércitos y policías y… evitar la migración irregular.
Aunque en Centroamérica el comunismo dejó de ser amenaza, la democracia trastabilla, el desarrollo económico sigue siendo una creciente deuda social, el crimen organizado—en especial el narcotráfico y la trata de personas—se consolidó y ejércitos y policías son instituciones poderosas, la inseguridad persistió y… la migración irregular nunca cesó.
“Son países que no pueden realmente realizar cambios estructurales para mejorar las condiciones de vida y criminalizan a las personas que migran y se exponen a mayores peligros” en México y EU, afirmó el abogado guatemalteco Nery Rodenas, director de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala.
“Estas personas van a EU en búsqueda de mejores condiciones de vida. Es lamentable que hay falta de trabajo y de oportunidades. Nadie quiere abandonar su tierra ni a su familia y a exponerse a estos riesgos”, dijo Rodenas a este diario.
“Atravesar la frontera entre México y EU tampoco se hace en situación óptima, sobre todo en esta época en sectores desérticos con altas temperaturas. Sin condiciones para una vida digna, y esperando tener vida digna, estas personas hacen esos traslados para hallar oportunidades que no encontraron en sus lugares de origen”, recalcó.
Violencia endémica
De las guerras y dictaduras de la segunda mitad del siglo XX, que atizaron la migración, Honduras, Guatemala y El Salvador, que forman el Triángulo Norte de Centroamérica, pasaron hace 30 años a la violencia por crimen organizado y pandillas… que la recrudecieron.
Activistas migratorios recordaron que las restrictivas políticas de EU indujeron a los migrantes irregulares a asumir mayores riesgos para burlar los controles.
“Absolutamente horrible” lo sucedido en Texas, cuya “tragedia subraya por qué estas políticas deben terminar”, tuiteó la holandesa-indonesia Janti Soeripto, presidenta mundial de Save the Children, institución global no estatal de defensa de los derechos infantiles.
Las políticas de EU “obligan” a los migrantes a viajes “peligrosos mientras buscan seguridad”, agregó.
“Muchas políticas migratorias están enfocadas (…) en contención y detención. Quienes no cuentan con documentos o mecanismos para ingresar de acuerdo a las leyes de cada país, buscan rutas (…) que cada vez están siendo más peligrosas”, alegó, por su lado, el abogado mexicano José Lugo, coordinador de Incidencia Política y Protección de Save the Children en México.
A consulta de este periódico, Lugo planteó que son rutas en las que “además de los peligros en el medio ambiente como ataques de animales, exposición al sol o deshidratación. También se arriesgan a ser víctimas de redes de trata y de tráfico de personas. El riesgo de estos trayectos es alto”.
Familias enteras migrantes se ahogaron “en ríos” o murieron por deshidratación “perdidos en el desierto”, recordó, al recalcar en que el fenómeno migratorio “no está aislado de una profunda crisis estructural vinculada con la pobreza y la violencia, la falta de garantías a los derechos humanos” o los temores a las pandillas criminales y a la persecución estatal.
Drama social
Con más de la mitad de los 35 millones de habitantes de Honduras, Guatemala y El Salvador en miseria extrema o moderada, miles de guatemaltecos, hondureños y salvadoreños escapan al exterior todos los días del desempleo, la marginación económica, la violencia y la inseguridad.
Ya en el extranjero, remiten miles de millones de dólares a sus parientes y son claves para las mismas redes económicas que les marginaron y expulsaron. EU es el principal origen del dinero que los migrantes, regulares e irregulares, envían a sus naciones de origen y que activa el consumo y alivia el panorama fiscal en las maltrechas economías del área.
Guatemala registró remeses familiares por 15 mil 295 millones de dólares en 2021 y por 11 mil 340 millones de dólares y, en el caso guatemalteco, superaron a las exportaciones, que sumaron 9 mil 368 millones de dólares en 2021 y 8 mil 23 millones de dólares en 2020 y ayudaron a solventar el déficit comercial por la diferencia con las importaciones: 13 mil 127 millones de dólares en 2021 y 7 mil 915 millones de dólares en 2020, según datos oficiales.
Honduras alcanzó remesas por 7 mil 370 millones de dólares en 2021 y por 5 mil 741 millones de dólares en 202o, por lo que, según cifras estatales, fueron esenciales para enfrentar el déficit de balanza comercial de esa nación, que fue de 4 mil 120 millones de dólares en 2021 y de 2 mil 240 millones de dólares en 2021.
El Salvador reportó oficialmente remesas por 7 mil 517 millones de dólares en 2021 y de 5 mil 929 millones de dólares en 2020. Las cantidades permitieron afrontar la diferencia negativa entre exportaciones e importaciones, que alcanzó 7 mil 143 millones de dólares en 2021 y de 4 mil 570 millones de dólares en 2020.
El Triángulo arrastra un añejo círculo vicioso: sus aparatos socioeconómicos se afianzaron como excluyentes para la mayoría de sus habitantes y como sociedades expulsoras y generadoras de una migración irregular cuyas víctimas de ese modelo luego se transformaron en fuentes de dinero que engrasa a las tres economías.
El mecanismo permitió a los grupos financieros de los poderes económicos tradicionales del área controlar la transferencia de remesas y dominar las redes comerciales en donde los familiares de los migrantes gastan los recursos que recibieron de sus parientes.