“Hoy padecemos una mayor alergia a la crítica”: Raúl Trejo Delarbre

El escritor analiza en su nuevo libro el presente mexicano con el populismo ejercido por el presidente Andrés Manuel López Obrador, cuyo gobierno, dice, ha sido el más intolerante

“Posverdad y populismo forman parte de una nueva intolerancia que se ha extendido por todo el planeta”, asegura el investigador en Ciencias Sociales, Raúl Trejo Delarbre (Ciudad de México, 1953) en su libro «Posverdad, populismo, pandemia» (Cal y arena, 2022), una obra central para animar el debate sobre estos tres asuntos que caracterizan el siglo XXI y en particular los últimos años, teniendo como contexto la pandemia. Su propósito es analizar el presente mexicano con el populismo ejercido por el presidente Andrés Manuel López Obrador, el uso que hace su gobierno de versiones y falsedades que le son benéficas para la polarización, y su actuación ante la pandemia por el Covid-19.

El investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel III, e integrante, entre otras instituciones, del Instituto de Estudios para la Transición Democrática, analiza el populismo y la posverdad en varios países del mundo, pero al conversar se centra en México, y habla del populismo autóctono mexicano, del acoso presidencial a los medios de comunicación, a las instituciones, del exceso de poder de las fuerzas armadas y de la polarización de la sociedad.

¿El populismo tiene a la posverdad como arma?

—El populismo no soporta la crítica, es intolerante con la discrepancia. Un rasgo del populismo es la división de las sociedades en adeptos y contrarios, en buenos y malos, en fieles y desconfiados, como quiera que sea que se caracterice elpopulismo rechaza a los que no lo apoyan de manera incondicional y asume la representación de todos aquellos que lo respaldan. Esto siempre ha existido, era el discurso, con matices, del general Cárdenas en México, de Juan Domingo Perón en Argentina, de una enorme cantidad de personajes en la historia por lo menos en los últimos 80 años. 

¿En México hay una nueva intolerancia?

—Hoy padecemos una mayor alergia a la crítica en comparación con la que hemos vivido en otros gobiernos. El poder político en el gobierno siempre es reacio a admitir la crítica. La tensión entre la prensa cuando es realmente independiente y crítica y el poder político es parte de la relaciones normales en todo sistema político abierto donde hay puntos de vista diversos.

¿Es clara la intolerancia a la prensa?

—En este gobierno estamos asistiendo al intento para revertir estos avances de la sociedad y la prensa, a partir de una intolerancia mucho más intensa, mucho más cotidiana, mucho más soez de lo que nunca antes fue por parte de un gobierno mexicano. Yo que he revisado la historia de la prensa en México, no creo que en el Porfirismo, o que en la época de Victoriano Huerta, o que en el gobierno del general Cárdenas, que hubo muchas críticas a la prensa, ni siquiera que con Díaz Ordaz o con Echeverría los gobiernos mexicanos hayan sido tan intolerantes con los medios críticos, o con los medios que no coinciden con sus puntos de vista como lo es hoy en día el gobierno del presidente López Obrador. Sí, en efecto hay una nueva y muy inquietante intolerancia que a veces los voceros del gobierno quieren negar diciendo que los crímenes de periodistas no provienen del gobierno, yo creo que es cierto, pero no hay suficiente protección a los periodistas.


Posverdad, populismo, pandemia es publicado por Cal y arena.

¿Qué genera la intolerancia?

—Lo que está creando la intolerancia del Presidente cuando descalifica a medios de comunicación y a periodistas es un ambiente de animosidad social en contra de la prensa, de desconfianza social. Un gobernante comprometido con la democracia respeta a la prensa aunque no le guste lo que ésta publica… Un gobernante autoritario quisiera una prensa que no discrepara de sus puntos de vista.

¿Eso es autoritarismo?

—Más allá de que se piense que es autoritario o no el gobierno del presidente López Obrador, yo pienso que sí lo es, se puede recocer casi punto por punto los rasgos del populismo, y una de las actitudes frecuentes de los regímenes populistas consiste en consolidar el poder de un solo personaje al que se presenta como providencial, como punto de referencia único, y cuando una persona desplaza al resto del Estado evidentemente le incomodan los contrapesos, por eso el populismo suele estar en contra de las instituciones políticas.


Si en algún lugar sabemos de los riesgos del autoritarismo presidencial es en México, donde tuvimos un presidente durante muchas décadas a cargo de un partido que actuaba como un partido de Estado, por lo general, quizás no siempre, y que desplazaba a otras instituciones.

¿Qué es lo que ocurre ahora?

—En todo gobierno populista la incomodidad que le causan los contrapesos lo lleva a tener desplantes autoritarios. Casi podemos decir que hay un manual del populista que se está poniendo en práctica con diferentes niveles de éxito en muy variados países del mundo. Vemos la tendencia a debilitar a las instituciones, la tendencia a polarizar a la sociedad, la tendencia a golpear a los medios, la tendencia a restringir la diversidad que incluye entre otras cosas la misoginia; los populismos suelen ser muy irrespetuosos de los derechos de las mujeres.

¿Hay características del populismo mexicano?

—Por supuesto hay toques autóctonos que son resultado del contexto y la biografía de cada líder populista, no hay populista sin líder. Quizá en el populismo reciente mexicano tiene mucho que ver la biografía del presidente López Obrador, su paso por el PRI que gobernó México muchos años, él es heredero y participe de una cultura política priista.

Por ejemplo, ahora, el extremo interés del presidente para reafirmar su autoridad y su capacidad de control en su propia sucesión, tiene mucho que ver con el viejo presidencialismo mexicano, el presidente practicaba la política del tapadismo, y esto lo ha reivindicado el presidente López Obrador llamándoles corcholatas, en una asociación muy infantil; es una expresión de ese populismo que recoge una tradición política mexicana que ya habíamos superado. Yo nunca, y tengo más de medio siglo mirando la vida pública mexicana, recuerdo una actitud tan vulgar de un gobernante mexicano que llama con tanto desprecio a sus colaboradores: corcholatas. Una corcholata una vez que se destapa pierde cualquier eficacia y se vuelve absolutamente prescindible, así trata el Presidente al menos a tres de sus colaboradores más cercanos, es una vulgarización que me parece una de las más viejas y autoritarias tradiciones en el sistema político mexicano.

«Un gobernante comprometido con la democracia respeta a la prensa aunque no le guste lo que ésta publica…”

Restan dos años, ¿vislumbra una salida?

—Quisiera poder decir que no hay quien no aprenda de sus propias experiencias, no hay quien no advierta sus errores y que en el gobierno mexicano hay capacidad para enmendar conductas equivocadas, pero a la luz de lo que hemos visto en los últimos cuatro años, especialmente en los dos más recientes con la pandemia, me temo que vamos a padecer más de lo mismo y peor. Ojalá me equivoque pero cada vez hay más sectores directamente agraviados por el Presidente, los científicos e investigadores de numerosas instituciones, los médicos de hospitales privados y las enfermeras, los periodistas y los empresarios de medios de comunicación, la gente interesada en la defensa del medio ambiente, aquellos que piensan en la urgencia de remplazar a los combustibles fósiles por otras formas de generación de energía. Y a cambio cobran mayor relevancia las fuerzas armadas, ¿cuánto le va a costar a la sociedad mexicana revertir ese nuevo protagonismo de las fuerzas armadas? Me temo que mucho tiempo, de tal manera que mucho de lo muy variado que ha destruido y cambiado esta administración, va a tener consecuencias mucho más allá del anhelado año 2024.

¿Cuál es su definición del presidente?

—Prefiero quedarme con una apreciación que reconozca que hoy tenemos un gobierno autoritario, enemistado con la democracia y con muy ominosos e inquietantes rasgos de despotismo.

¿Qué dejan los acosos a la prensa?

—Lo más grave es la persecución directa, casi cotidiana y casi personal que el Presidente hace de algunos comunicadores particularmente, no sólo de él, de Carlos Loret de Mola, cuyo caso yo creo que es único en el mundo, yo no conozco otra experiencia internacional de un acoso tan perseverante, tan soez, tan vulgar, tan directo en contra de un periodista como el que verbalmente, hasta ahora y espero que ahí se quede, hace el Presidente de este comunicador por lo menos varios días a la semana.

¿El riesgo es que trascienda lo verbal?

—A la sociedad y al gobierno le debe interesar la protección de todos los periodistas y esta protección se ve mermada y en riesgo cada vez que el Presidente descalifica, además sin que esta sea su atribución, a esos comunicadores. Si hay ilegalidades, que las persigan las autoridades judiciales, pero no es este el caso, se trata de denostar, de desprestigiar, de calumniar. 

«Una de las actitudes frecuentes de los regímenes populistas consiste en consolidar el poder de un solo personaje al que se presenta como providencial, como referencia única” 

TRAYECTORIA 

Raúl Trejo Delarbre es Doctor en Sociología, Maestro en Estudios Latinoamericanos y Licenciado en Periodismo por la FCPyS (UNAM)

 Investigador titular en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, donde es académico desde 1974. 

Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, SNI, con el nivel III. 

Ha participado con ponencias originales en más de 185 congresos y eventos académicos en México y el mundo.

Es autor de 18 libros; destacan Viviendo en El Aleph. La Sociedad de la Información y sus laberintos, Simpatía por el rating. La política deslumbrada por los medios y Alegato por la deliberación pública.

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