JESÚS ÁLVAREZ DEL TORO // Rius y su zamoranía

         Eduardo Humberto del Río García, nuestro paisano, fue sin duda innovador en diversas áreas de su vida. La que ha trascendido de manera especial es la de haber desarrollado un nuevo género de cómic con intencionalidad claramente política y pedagógica.

         Ya es dato común que publicó más de un centenar de libros, sin contar los comics más afamados: “Los Supermachos” y “Los Agachados”. Don Eduardo imprimió a su obra una visión crítica, la que, concienzudamente, examina las condiciones necesarias para un cambio radical en aquellas estructuras sociales que Rius consideró opresivas e injustas, tanto en el ámbito global (como es el caso, por ejemplo, del intervencionismo estadounidense en América Latina) como en el local (verbigracia, el abandono o traición de los ideales de la Revolución de 1910 en México, o la cínica corrupción que el longevo régimen del Partido Revolucionario Institucional, adoptó como modus vivendi desde su fundación).

         El Rius didáctico y pedagógico parte ya en la década de los setentas del siglo pasado, cuando Rius configuró un género distintivo de cómic con los textos didácticos, como Marx para principiantes en 1976, los cuales se convirtieron en un dechado de pedagogía, serie en la que no sólo trata de explicar los grandes temas que trató como la revolución mexicana o el imperialismo; o a los grandes personajes como Mao, Marx, Lenin y Trotsky; sino que poseedor de una fina ironía, trataba y lograba, irritar al poderoso; lo que de inmediato encontró a un público ávido de información que pudiera difundirse mediante medios alternativos como el comic.

         A esta obra le siguieron los clásicos sobre los grandes autores: Freud, Einstein o Darwin.         Esta manera tan propia de hacer didáctica y pedagogía, encumbró al zamorano, recibiendo elogios sobre estos temas de la enseñanza de todos los niveles y de todos los críticos, tanto nacionales como extranjeros.

         Sin embargo, la arista que me interesa resaltar del paisano es la polémica que generó con su postura sobre su natividad en Zamora.

         Comentar públicamente la identidad de la zamoranía le trajo un sinfín de enemigos gratuitos, porque se atrevió, con argumentos harto sólidos a decir que somos “excluyentes”, “racistas”, “hipócritas”, “doble caras” y “católicos de nombre y renombre”.

         Rápidamente veamos sus decires: Desde la fundación de nuestra ciudad fuimos excluyentes y racistas, puesto que, primero les robamos un buen número de hectáreas a los jaconenses por el simple hecho de que ellos fueron catalogados como pueblo indígena, en tanto nuestra ciudad se había fundado como villa de españoles y no contento con ello, les enviamos a un buen número de indios Tecos hacia el sur del antiguo Río Duero; los indios que tanto argumentaron y defendieron, por ejemplo, los hermanos Méndez Plancarte y sus ancestros.

Lázaro Cárdenas y Rius

         En sus memorias “Mis confusiones” es bastante explícito acerca de este tema; “Los zamoranos cursientos, que les dicen, han presumido siempre de aristócratas y gente “decente”, menospreciando y tratando a patadas a los indios tarascos que vivían por esos andurriales junto al río Duero, diciéndoles que los habían bajado del cerro (de la Beata) a tamborazos. Zamora es una ciudad muy hipócrita, propiedad casi del clero o de sus descendientes, llena de conventos, iglesias y colegios de monjitas, y donde hay que ser católico declarado para vivir tranquilo”.  

         De que somos hipócritas saltan a la vista los grandes acontecimientos que nos han marcado históricamente, desde la posición de quienes quisieron fundar una iglesia mexicana y un gobierno monárquico, en aras de recordar que los reyes eran los representantes de Dios en la tierra, hasta la terminación del Santuario Guadalupano actual; hechos que forjaron fortunas a los encargados y desilusión en grandes sectores de la sociedad zamorana.. Y aquí acudo nuevamente a las memorias del tal Rius: “Pero lo precioso de esos pueblos se volvía horrible por el ambiente religioso e hipócrita en el que transcurría la vida, dependiendo en todo y para todo de la Iglesia y los ricos. Vivir en Zamora o en sus alrededores era vivir ahogándose por la falta de aire libre, de vida cultural que no estuviera ligada a la Iglesia, señora mandona y dueña de vidas y haciendas. La Iglesia controlaba el cine, calificando previamente a su exhibición todas las películas que se pasaban en los tres o cuatro cines de la localidad. Todas las escuelas eran de tipo religioso y nunca hubo un periódico de izquierda (ni muchísimo menos), pues ni la oligarquía ni la Iglesia (valga la redundancia) lo permitieron”.

         Dobles caras, ya nos había refrescado el término don Arturo Rodríguez Zetina con la redondilla famosa que publicó en su libro: “Sin haciendas ricos, sin hazañas godos, parientes entre sí y enemigos todos”. Esta es una característica  que ha acrecentado la fama del ser zamorano.  

         Católicos de nombre y renombre es principio que engloba algunas de las otras características que ya mencionamos y que ha sido carta de presentación de la mayoría de los hombres ilustres de la ciudad, pero también de aquellos nativos y adoptivos, tal es el caso de Francisco José Múgica, y de los nativos como Alfonso García Robles, Ricardo García Treviño, José Álvarez y Álvarez y otros más que recibieron formación clerical. A unos se les anatemizó con el término de “jacobinos” por luchar por los más elementales principios de justicia social y a otros se les alabó su prudencia por saber convivir de una manera cordial.

         Personalmente creo que las razones de Eduardo del Río son válidas para intentar un buen retrato del zamorano de ayer y de hoy. Y estas líneas tratan de ser un mínimo homenaje al celebrar el 88 aniversario del natalicio de Rius, el pasado 20 de Junio.

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JESÚS ÁLVAREZ DEL TORO

Jesús Alvarez del Toro, licenciado en Historia. Director del Museo de Zamora, Cronista de la ciudad de Zamora.

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