La victoria de Petro en Colombia parece consolidar una tendencia de gobiernos de izquierda. ¿Es una ola similar a la de los primeros años 2000? Responden a El País expertos de todo el continente
En octubre puede volver al poder Lula da Silva y consolidar esa supuesta ola de izquierda.
Quiso el destino que el presidente Luis Lacalle Pou haya iniciado su visita a Colombia apenas una semana y media más tarde de la histórica victoria del economista, exalcalde y exguerrillero Gustavo Petro. El resultado de esa elección es relevante porque Colombia era el último reducto de América del Sur al que la izquierda no había podido llegar al poder pero, además, implica la confirmación de una tendencia de gobiernos progresistas en buena parte del continente.
Tendencia que se consolidará si en octubre retorna Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil (aunque, digamos todo, podría sufrir un revés en 2023 en caso de que el kirchnerismo pierda en Argentina).
El destino también quiso que Lacalle no se haya podido reunir con Petro, quien está en Europa. Sí se entrevistó ayer viernes con el presidente saliente Iván Duque, quien entregará la banda presidencial el 7 de agosto.
Ese día Colombia se sumará a un grupo de nueve países que hoy integran Chile, Argentina, el inestable Perú, Bolivia, México y Honduras. En la lista también hay que incluir a los regímenes de Venezuela, Cuba y Nicaragua, que —por ejemplo— han sido cuestionados por el presidente chileno Gabriel Boric. Por lo pronto las cinco economías más fuertes del continente (seis si se suma Brasil) estarán gobernadas este año por presidentes que se proclaman de izquierda.
Pero se abren unas cuantas interrogantes. ¿Qué une y qué separa a todos estos gobiernos? ¿Tienen una agenda en común? ¿Es una nueva ola como la de los primeros años 2000, aquella de Lula, Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, Evo Morales, Michelle Bachelet, Tabaré Vázquez y José Mujica?
Estas y otras preguntas son respondidas por nueve analistas latinoamericanos. Entrevistados por El País, hablan el politólogo argentino Andrés Malamud (profesor en la Universidad de Lisboa), el boliviano Marcelo Arequipa (docente de la Universidad Mayor de San Andrés), el colombiano Jairo Libreros (profesor de ciencia política en la Universidad Externado), la socióloga mexicana María Marván (investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM), el sociólogo peruano Fernando Vivas (periodista del diario El Comercio), la analista chilena Gloria de la Fuente (directora del Consejo para la Transparencia) y el politólogo uruguayo radicado en Chile Juan Pablo Luna (profesor del Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica). Desde Uruguay, se suman las voces de Francisco Faig (DEA por el Instituto de Estudios Políticos de París y autor, junto a Martín Aguirre, de La ola progresista: una década de izquierdas en el poder en América del Sur) y el sociólogo y cientista político Agustín Canzani, director de la Fundación Líber Seregni.
Aquí un resumen de las conversaciones con los especialistas.
—¿Puede decirse que hay una nueva ola de izquierda en América Latina? Además, ¿es asimilable a la que empezó hace ya casi 20 años?
Malamud: Sí, hay una nueva ola. Pero con dos reparos. Primero, que es más contundente la derrota de los oficialismos que la victoria de las izquierdas: los oficialismos pierden por mucho, las izquierdas ganan por poco. Segundo, las izquierdas no obtienen las mayorías de la década pasada: suelen ser expresiones minoritarias en el congreso que controlan ejecutivos rápidamente impopulares.
Luna: Tras ese giro no hay necesariamente un realineamiento ideológico. Lo que hay es descontento con liderazgos que gobernaron en años recientes. Si esos liderazgos eran de derecha, nuevos liderazgos de izquierda tienen algo más de espacio para crecer.
Arequipa: No es una marea roja la que vivimos hoy, sino una ola más rosada porque el contexto histórico también ha cambiado. Es izquierda, pero no con la misma fuerza de antes.
Vivas: Yo creo que no es una izquierda con sólidas relaciones entre los países.
Canzani: Veo un cambio radical. En términos de cantidad de gobiernos, el incremento es notorio. Si se suma Brasil, el mapa de América del Sur quedaría tanto o más cubierto que en la ola anterior. Esa idea del fin del ciclo progresista ya no corre más. Ahora, ¿cuánta estabilidad puede tener esto? Es una interrogante, entre otras cosas porque los que están en el poder tienen mucha dificultad para mantenerse en buena parte del mundo: la oposición ha ganado en la mayoría de los países en los últimos procesos electorales.
Faig: Brasil es el país más importante del continente, hay que ver qué pasa ahí y es el que de alguna forma haría tambalear hacia una ola. No se puede hablar de una ola como la de 2002-2003 hasta que eso no se defina. Pero no creo que sea exactamente igual a aquella primera ola. Hay algunas grandes diferencias: aquella vez los inicios de la ola fueron en Venezuela, marcada por la ambición de liderazgo regional que tenía Chávez muy distinta a la maquinaria dictatorial de (Nicolás) Maduro, y Brasil con un Lula que generaba esperanzas y posibilidades que ya no tiene. Y después el tema generacional: aquella era marcada por la resistencia a la dictadura, esta tiene una agenda muy distinta, en algunos casos más radical, como en la constituyente de Chile.
De la Fuente: Más bien es un proyecto a construir porque la alternativa de izquierda debe tener un compromiso férreo con la democracia y el respeto a los derechos humanos. Debería ser una alternativa a esa idea del Socialismo del siglo XXI. El rol del presidente Boric, por su historia y por haber tomado distancia del modelo cubano y venezolano, es fundamental.
Libreros: El problema es que hasta ahora ninguno de estos presidentes tenía el liderazgo suficiente para aglutinar y empujar los acuerdos. Esto cambia: Petro puede ser el líder que necesitan para empujar la nueva ola. Colombia es como la joya de la región ya que siempre ha estado gobernada por la derecha. Para Estados Unidos nuestro país es su principal aliado. La ola anterior tenía una cabeza muy brillante, la de Chávez, aunque fuera autoritario.
Marván: La verdad, yo pienso que hoy en día es muy difícil hablar de izquierda o derecha.
—¿Qué tienen en común (y qué no) los gobiernos de izquierda de la región?
Libreros: Hay muchos puntos en común. Como una relación más equitativa y horizontal con Estados Unidos. Debe ser una relación de tú a tú, one to one.
Canzani: Existe un intento de establecer regulaciones a la economía capitalista para limitar las desigualdades. También una tendencia a priorizar políticas con un enfoque desarrollista. El caso más notorio es el de Andrés Manuel López Obrador en México, más allá de los resultados concretos. Los temas ambientales están presentes en Chile y Colombia. Lo mismo los intentos de poner en agenda la temática de los pueblos originarios.
Marván: Tienen un discurso armado, muy potente, en contra de la desigualdad que generó el neoliberalismo. Nadie puede negar que ha sido una política económica que fracasó porque no generó mecanismos de redistribución de la riqueza. Acá en México, López Obrador se parece un poco a Evo Morales y a Chávez, hay que ver cómo están evolucionando tanto Boric como Petro. Pero son fenómenos muy distintos, que se acercan más a una ola de populismo que de izquierda. Y ahí podemos meter en el mismo saco a (Jair) Bolsonaro, profundamente de derecha pero con un populismo muy claro.
Luna: Diría que es una izquierda posindustrial, más joven, mucho más comprometida con las agendas feminista y medioambientalista. Es una izquierda más “liviana”, con menos densidad política y organizacional que la clásica. Son, además, fuerzas políticas que al llegar al gobierno necesariamente traicionan el purismo y los eslóganes con que acumularon poder electoral. Todo esto las vuelve más volátiles, más dependientes de contingencias y del escándalo del día.
Malamud: Yo creo que se reconocen como de la misma familia. La identidad los agrupa mejor que la ideología.
Arequipa: Yo no veo una idea de construir un bloque unificado de la izquierda, algo como la Unasur o los países del Alba. La preocupación es cómo restablecer el avance en la agenda social anterior de la pandemia.
Faig: Yo creo que no tienen mucho en común. Pero sí es interesante que parte de la agenda de estos gobernantes no está gestada en el viejo latinoamericanismo izquierdista de Eduardo Galeano, sino por el izquierdismo woke estadounidense. Me refiero a la parte identitaria, el liderazgo de las agencias de la ONU…
Vivas: Hay aspectos comunes, pero el nivel de outsider de Pedro Castillo supera a todos. ¿Con quién lo comparo? Su única presencia en la política había sido liderar una huelga de profesores en 2017 y no tiene carrera partidaria. Cito al politólogo Steven Levitsky, quien dice que el de Perú es un caso extremo de descomposición de partidos políticos.
—¿Cómo explican la llegada al poder de los presidentes de cada uno de sus países?
Malamud: Alberto Fernández ganó por el fracaso económico de Macri.
Vivas: Hay un entusiasmo relacionado con el sufrimiento en la pandemia, que evidenció la necesidad de cambiar ciertas formas del Estado en cuanto a la atención de servicios básicos como la salud. Y además hay cuestiones azarosos electorales, en Perú fue muy ajustado el triunfo. Tenía que llegar un outsider y que su crecimiento coincidiera con las dos últimas semanas a la primera vuelta. No hubo tiempo para investigarlo y sus rasgos de representación entusiasmaron a la población. Pero en Perú la inestabilidad es muy grande, el gobierno está demasiado débil, el presidente es investigado por la Fiscalía y casi nadie le pronostica
cinco años.
Marván: Son muchos factores, uno es el hartazgo de la sociedad mexicana con la corrupción con el modelo de gobierno del PRI. Y López Obrador no es un novato en la política. Tiene habilidad de comunicación y mucha gente vio en él la posibilidad de replantear el sistema económico y un combate a la corrupción. De esto último habló mucho pero logró poco.
Libreros: En Colombia Petro representa la idea de cambio en un país con características desastrosas donde el sector poderoso siempre ha tenido sus privilegios. Él tenía un discurso social en el país más inequitativo de Sudamérica. Muchos vieron que era la persona que necesitaban para superar el estallido social de 2021. Logró superar los miedos de una sociedad católica y de derecha.
De la Fuente: Boric también gana en Chile después de un estallido social, consecuencia de un proceso de debilitamiento de las alternativas de centroizquierda que conocimos en los años 90. Fue exitoso pero se agotó.
Luna: Es prematuro, pero las condiciones estructurales en que estos liderazgos llegan al poder son hoy más restrictivas que las que observamos desde mediados de los 2000. En lugar del boom de los commodities hoy tenemos por delante estanflación y un deterioro social profundo. La región enfrenta hoy dos problemas adicionales que son siempre complejos para la izquierda: el deterioro de las condiciones de seguridad y el problema migratorio.
Arequipa: En Bolivia Luis Arce llega al poder por su imagen de haber sido un buen administrador de la economía en tiempos del progresismo boliviano, del proceso con Evo Morales. Esa fue su carta de presentación. Pero además en el país sufrimos un golpe de Estado y las personas que administraron el poder en ese corto tiempo lo hicieron tremendamente mal, cometieron errores y estuvieron metidos en escándalos de corrupción.
Los perfiles.
De Fernández a Boric o Petro, hay características muy distintas. De eso hablan los analistas de cada país.
Luna: En términos políticos pero también personales, Boric es un viejo joven. Tiene capacidad de escuchar y hacerse cargo de argumentos y posturas incómodas de la que carecen muchos otros jóvenes del Frente Amplio chileno. Combina una profunda empatía en lo personal, con un sentido del peso de las instituciones y la historia bastante únicos. Eso hace que su gobierno dependa, tal vez exageradamente, de su capacidad de ocupar todo el espacio político y de generar agenda. Cuando deja de hacerlo, a su gobierno le va mal.
De la Fuente: Boric es un líder joven que viene de la experiencia del movimiento social y estudiantil. Su desafío es construir una coalición que le permita dar gobernabilidad y empujar un programa de gobierno socialdemócrata.
Malamud: Fernández es un diletante con conocimientos del Estado y la política apropiados para el siglo XX (sic).
Libreros: Petro es el líder más importante que ha dado la izquierda colombiana, es un economista fiel a sus ideas para llegar al poder y una persona que en los grandes centros de poder de Colombia genera mucho miedo.
Marván: Yo tengo una opinión no favorable hacia López Obrador: más que un líder de izquierda, es un líder profundamente populista. Su política para lidiar con la pobreza es de subsidios directos del Estado, que no ataca las causas. No ha implementado una política económica de redistribución de la riqueza, que se hace a través de impuestos, no hay una política fiscal agresiva para gravar la riqueza. A él le ha venido muy bien decir que es de izquierda, porque en el profundo populismo y mesianismo que tiene, su enemigo es la derecha neoliberal. Tiene un profundo carisma, no lo niego. Pero es fuertemente cristiano y no toma banderas como el aborto, la agenda feminista, los derechos de la comunidad LGBTI.
Arequipa: Arce es un muy buen economista que pertenece a la línea progresista, un líder político en ascenso.
Vivas: Castillo es un maestro rural de origen campesino, su referente más cercano es Evo. Había una mayoría nacional que se sentía relegada y golpeada en los últimos años, entonces era el cuento perfecto: una bonita historia de representación pero un gran fraude político. Es alguien que recién está aprendiendo elementos básicos de la gestión. Y es un proyecto de una profunda corrupción.
—¿Cuáles son sus banderas? ¿Qué reformas instalaron o pretenden instalar? ¿Lo lograron o fracasaron?
Libreros: Petro quiere garantizar el principio universal de la salud y educación pública para todos los colombianos, lo que demanda una reforma tributaria muy fuerte que le quite las exenciones a los grandes contribuyentes. También quiere reformar la doctrina militar y policial en un país donde la fuerza pública se ha caracterizado por altos niveles de represión. Y pretende ser el abanderado de América Latina en la lucha contra el cambio climático.
Luna: Las banderas de campaña de Boric han sido el feminismo, el crecimiento verde, la desigualdad y el avance en derechos sociales altamente demandados por la población como salud, pensiones, educación, vivienda, cuidados. La aprobación de una nueva constitución capaz de facilitar esas reformas era casi un implícito de esas banderas. Esa agenda hoy mutó radicalmente, especialmente por los temas de seguridad y violencia asociados a la crisis en la Araucanía, el problema migratorio en el norte, y la profundización de la violencia criminal en todo el país. Estos tres temas emergentes han enterrado otra promesa de campaña: la refundación de las fuerzas policiales. La incertidumbre respecto al resultado del plebiscito constitucional también ha hecho que el gobierno comience a considerar un escenario en que deba completar su mandato con la constitución actual. Y en ese contexto, hoy se ha comenzado a discutir una reforma impositiva y la reforma de pensiones, en el marco de un clima político crispado.
De la Fuente: Es muy relevante lo que pueda pasar el 4 de setiembre en el plebiscito de salida de la convención, marcará el derrotero de los siguientes años.
Arequipa: Aquí en Bolivia la mayor fortaleza de Arce, según las encuestas, ha sido el manejo de la pandemia. Más allá de eso, está el proyecto de transformación del sistema de justicia como la gran política a implementar.
Marván: Un tema muy importante de López Obrador es la reforma eléctrica, que buscaba revertir el cambio que había hecho Enrique Peña Nieto en 2012-2018, que quitó el monopolio del Estado a la producción y distribución de energía. López Obrador propuso una reforma constitucional pero el bloque opositor votó en contra y no salió.
Vivas: El partido que llevó a Castillo al poder ni siquiera tenía un plan actualizado, sino un diario marxista leninista que hablaba de nacionalizaciones y estatismo. En la segunda vuelta hizo un nuevo plan con reformas más prudentes, aunque está la idea de una asamblea constituyente. Pero ahora ya ni se menciona.
Malamud: En Argentina Fernández surfeó la pandemia sin récord de muertos ni estallido social. Todavía no fracasó. ¿Si tiene grandes banderas o reformas pendientes? Reestructurar la deuda y combatir el neoliberalismo. Andan más cortos de épica que de mujeres.
La ola regional y su eventual efecto en Uruguay ¿Favorece al Frente Amplio?
¿Esta ola de gobiernos de izquierda en la región puede incidir en Uruguay en las elecciones de 2024 y favorecer al Frente Amplio? Falta mucho, pero si en algo coinciden Francisco Faig y Agustín Canzani es que, en todo caso, esa incidencia sería bastante menor.
“En todos los países, pero en particular en Uruguay, las elecciones se definen por cuestiones locales, nacionales, que hacen a las coyunturas cuando llegan al momento de la elección”, afirma Faig. “A la gente no le importa nada qué ocurre en Perú, Colombia o Chile para decidir qué vota acá”.
Entonces advierte que, si en esa coyuntura electoral “hubiera algún tema internacional muy importante que dividiera aguas en torno a la ola de izquierda”, puede llegar a incidir como un tema más “pero no a ser decisivo”.
Canzani, director de la Fundación Líber Seregni, dice que para el Frente Amplio esta ola “le da una especie de clima favorable y la posibilidad de fijarse, para bien o para mal, en las experiencias de otros países”. En el corto plazo, aclara después, “sería muy cauteloso en pensar que eso es determinante en términos de comportamiento electoral”.
Eso sí, el sociólogo asegura que esta ola “deja un poco solo al gobierno en términos de alineamientos ideológicos, ya que hoy solo encuentra a Brasil, que es dudoso que pueda continuar, Paraguay y Ecuador”. Esa es una dificultad para el gobierno de Luis Lacalle Pou “para intentar líneas de cooperación internacional en temas estratégicos; los temas económicos van por otro lado”.