El pasado 2 de julio se realizó la octava caminata por la paz en Morelos convocada por la iglesia católica. En dicho evento el obispo de Cuernavaca Ramón Castro llamo al Gobierno de López Obrador a no claudicar en sus responsabilidades de garantizar la seguridad y la paz, al tiempo que señaló que el dicho presidencial que describe su estrategia de seguridad de “abrazos no balazos” es demagogia y hasta cierto punto complicidad.
El dicho de “abrazos no balazos”, denota del presidente López Obrador 2 posibles cosas: una gran ingenuidad o una gran perversidad demagógica. López sabe por su edad y su posición de poder que existen 2 tipos de criminalidad, la individual donde el todo es igual a la suma de las partes, y la organizada donde el todo es mucho más que la suma de las partes.
El discurso que señala que el Presidente combate las causas de la violencia pudiera ser aceptable parcialmente en el combate a la violencia individual pero nunca para combatir al crimen organizado.
Para sustentar lo anterior citaré al juez italiano Giovanni Falcone, prócer de la lucha antimafia, en su libro Cosas de la Cosa Nostra, donde nos dice textual: “siempre se puede hacer algo es la máxima que debería presidir los despachos de magistrados, policías y funcionarios.
Hay que desprenderse para siempre de las teorías equivocadas que presentan a la mafia como hija del subdesarrollo cuando en realidad representa la síntesis de todas las formas de explotación ilícita de la riqueza.
Sin la represión jamás podrán darse de nuevo las condiciones necesarias para un desarrollo ordenado, porque el mafioso no perderá nunca su identidad, ya que seguirá siempre recurriendo a las reglas y a la violencia de la Cosa Nostra, porque esta es una organización criminal.
La única posibilidad del Estado para invertir el rumbo consiste en garantizar un mínimo nivel de convivencia civil, un mínimo contrato social como señala Rousseau. Una de las clausulas fundamentales de dicho contrato consiste en asegurar la aplicación de la ley y en contrarrestar eficazmente la criminalidad. Si no se dan estas condiciones, es inútil refugiarse en la fábula de que el desarrollo puede borrar a la mafia como por arte de magia,” Concluye el juez italiano.
También nos dice Falcone, la mafia como sistema de poder, articulación de poder, metáfora de poder, patología del poder. La mafia que se convierte en Estado allí donde el Estado se halla trágicamente ausente. El mafioso se apresta a crear en su territorio un monopolio de control basado en la intimidación y la violencia. Por eso el crimen organizado es una organización terrible ya que su manifestación es la violencia, su razón de ser las ganancias y su esencia es el poder.
El crimen organizado en México ha infiltrado, por su poder corruptor, las fuerzas del orden, las fuerzas armadas y las instituciones democráticas, incluyendo una abierta participación en los procesos electorales como quedó evidenciado en los comicios estatales de 2021.
Hoy le digo al señor Presidente que la arrogancia de la mafia es directamente proporcional a la ausencia y a la complicidad del Estado. En México tenemos una mafia arrogante y prepotente porque su gobierno ha estado ausente convirtiendo la deliberada complacencia en complicidad.
Ingeniero industrial y empresario
(El Universal)