PRIMER EPISODIO
Apenas se habían medio borrado de la mente de los estudiantes las hazañas del 10 de junio, del sexenio echeverrista (no olvidar nunca la aparición de los internacionalmente famosos “halcones” y los asesinatos ocasionados por ellos), un domingo de marras, previo tremendo barullo propagandístico en todos los medios publicitarios de la Prensa nacional, Don Luis hizo congregar más de cuarenta autobuses, pletóricos de estudiantes del Instituto Politécnico Nacional, en la salida de la CDMX, escape de Ciudad Satélite, para despedirlos porque irían a prestar servicio social a los ejidatarios de todo el país. Con esas actividades de todos los pasantes, apoyadas en el Plan Nacional de Servicio Social en Zonas Ejidales (PLANASSZE), del propio Instituto, muy pronto se lograría rescatarlos del atraso secular en el que habían vivido.
Después del presidencial banderazo presidencial de salida apenas perdidas las goteras de Ciudad Satélite, los autobuses emprendieron el retorno al entonces Distrito federal y “colorín colorado, todo mundo está acabado”.
SEGUNDO EPISODIO
Tres pasantes de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura, entre ellos mi hermano mayor Abel, en cierta ocasión, tuvieron la oportunidad de contactar con don Luis Echeverría Álvarez, también al inicio de su sexenio.
De la entrevista con el Señor Presidente, los tres egresados salieron pisando el Cielo, del optimismo sentido, porque lograron interesarlo para que apoyara la realización del Plan para el Desarrollo de la Región Oriental de Michoacán, que elaborarían los tres, como trabajo de tesis profesional, con especial énfasis en los municipios de Benito Juárez, Susupuato, Jungapeo, Tuxpan, Tuzantla y Zitácuaro, muchos años después emporio guayabero nacional.
Para decir verdad, tuvieron que ubicarse en la ex hacienda de San José Purúa donde la señora Elacita González (viuda del hacendado Pedro Vélez) se dio a la tarea de mantenerlos todo el tiempo que duró el estudio (alimentación y hospedaje), pues Don Luis nunca les proporcionó apoyo alguno en el tiempo que duró el estudio. Los tres pasantes, logrado el plan, se titularon con honores, varios años después, como ingenieros arquitectos en la ESIA.
En resumen, Don Luis nunca les cumplió.
TERCER EPISODIO
Habían pasado varios años después de la realización de mis estudios en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), específicamente en el Rehabilatation Center del Hospital de Veteranos, cuando fui localizado por un médico, a la sazón director del Hospital Rubén Leñero de la Cruz Verde, emisario de la señora María Esther Zuno de Echeverría, consorte de Don Luis.
Me requerían por mis estudios postdoctorales realizados sobre el hueso temporal del aparato auditivo-vestibular. Por esos años yo era uno de los pocos patólogos en América, que conocían el sistema aprendido en UCLA.
Por medio de ese sistema de decalcificación ósea se podía obtener un temporal tan blando y sin alteraciones mayores que, al seccionarlo en finísimos cortes, en las tres superficies dimensionales, permitía la observación microscópica de la totalidad del hueso y la visión detallada de todas sus estructuras (algo del conducto auditivo externo, membrana timpánica, martillo, yunque, lenticular, estribo, trompa de Eustaquio, coclea, utrículo, sáculo y los tres conductos semicirculares).
Con muchas negativas de mi parte, frente a lo que casi fue imposible realizar en México por incumplimientos previos de altas autoridades, acepté el encargo de la unidad a la que llamaron “Banco Nacional de Hueso Temporal”.
Es obvio señalar que dieron publicidad al extremo, ya que lo apadrinaba, repito, nada menos que la esposa del señor Presidente. “Un banco de huesos, único en México para reforzar estudios sobre la audición”… y así.
Después de la publicidad, llegó un silencio sepulcral sobre el caso, se terminó el sexenio y… a otra cosa mariposa. A Doña Esther nunca la vi. Nada de lo publicitado se realizó.
CON AZUQUÍTAR SABE MEJOR
En ese tiempo, mi cercanía con Jungapeo se acrecentó, aunque ya era muy importante por mi relación familiar.
Consecuentemente me fui compenetrando poco a poco en la política municipal con los jungapenses agrupados en la llamada “Comisión para el Desarrollo Integral de Jungapeo”.
Fueron José Bautista Nateras y Silvio Maldonado Nateras quienes lideraban al significativo grupo de hombres y mujeres que “luchaban” por llegar a la Presidencia municipal y enarbolaban como emblema: “fuera caciques”.
Por apoyar de diversas maneras a tal grupo, la primera consecuencia que tuve fue la pérdida de mi automóvil Renault Dauphine, al que los partidarios de “los caciques” le tronaron la máquina por haberle agregado, subrepticiamente, azúcar y agua al cárter.
Termino: todo mundo sabe ahora que ¡con azuquítar sabe mejor!
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