Decisiones

Rumbo a 2024, muchos, decepcionados, desalentados, cansados, buscarán una mejor opción de gobierno. Si existe, la preferirán

Macario Schettino

En 2018, millones de mexicanos votaron por López Obrador porque estaban hartos de los gobiernos anteriores. Porque querían ver que la corrupción y la inseguridad se redujesen, y eso les prometió el líder. Porque les ofreció una economía pujante y mejores ingresos para todos. Porque afirmó que habría un sistema de salud como el de países desarrollados.

Cuatro años después, nada se hizo realidad. López Obrador no quería reducir la corrupción, sino usarla en su favor. No tenía idea de cómo reducir la inseguridad, y menos cuando ésta está asociada con la corrupción de la que él depende (como vimos el lunes). Sus ideas en economía y salud eran erróneas, y el resultado es el estancamiento con inflación, el desabasto de medicinas, el abandono escolar.

Sus grandes proyectos han sido desastrosos. Cada uno nos ha costado 500 mil millones de pesos (25 mil millones de dólares): cancelar el aeropuerto de Texcoco y reemplazarlo por una ‘central avionera’; la refinería de Dos Bocas, que no arrancará en al menos dos años más; el Tren Maya, que posiblemente jamás se termine. Cada uno de ellos, medio billón de pesos perdidos.

Era muy difícil, para las mayorías, anticipar eso. Votaron siguiendo sus entrañas, y el resultado no fue bueno. Ni modo. Muchos ya corrigieron en 2021, y seguramente otros más corregirán en 2024. A quienes se dedican a analizar la vida social, en medios y universidades, sí hay que exigirles cuentas, porque ellos sí podían saber. Pero su ansia de sentirse incluidos, de obtener un puesto público y de ganar seguidores pudo más que su responsabilidad. Merecen la crítica y el desprecio, pero son unos cuantos.

Generalizar y descalificar a los millones que en 2018 tuvieron esperanzas es absurdo, es un error. Si alguien es responsable no son los votantes, sino los partidos políticos y las élites que deben servir de vigilantes, porteros, gatekeepers. Fueron ellos, por su propio gusto o porque así se los indicó su empleador, concentrado en revertir las reformas de 2013, quienes le limpiaron la cara al populista y lo convirtieron en el mesías. Ellos sí merecen nuestra crítica y desprecio, como decía.

Ahora bien, rumbo a 2024, ya no es tan fácil creer en un líder que miente, en un líder deshonesto, que no sólo no resuelve ningún problema, sino que crea otros. Incluso para quienes no tienen mucho tiempo para atender las noticias o meterse en detalles, debe ser evidente que el país está hoy en una situación menos buena que hace cuatro años. Puesto que la economía no crece, si alguien recibe hoy más dinero es porque otros dejaron de recibirlo. Así, los viejitos que reciben pensión en realidad reciben las vacunas que los niños no pueden tener. Los jóvenes con becas se están gastando el dinero que sus mamás perdieron con las estancias de sus hermanos menores o con la escuela de tiempo completo.

Este gobierno sin duda redistribuye el ingreso: se lo quita a quien lo necesita para darlo a quien tal vez lo necesita menos, pero tiene más probabilidad de votar. Habrá que escuchar a los expertos que tanto promovieron al populista explicarnos cómo es que esto mejora el bienestar de los mexicanos; seguramente alguna falacia nos ofrecerán. Es su oficio.

Fuera de esos serviles compañeros de viaje, supongo que las mayorías decidirán su voto considerando lo que ha ocurrido en estos cuatro años. Algunos habrán mejorado su ingreso, a costa de vacunas y medicinas que otros no reciben; otros seguirán creyendo en las mentiras mañaneras y su reproducción televisiva. Muchos, decepcionados, desalentados, cansados, buscarán una mejor opción. Si existe, la preferirán.

Pero debe existir.

(El Financiero)

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