A raíz del suceso ocurrido hace unos cuantos días por el mayúsculo yerro del gobierno del estado, al tratar de rentar para un restaurante-café, la propiedad donada por don Antonio Pardo para instaurar ahí la casa de la cultura de Zamora, vale la pena reflexionar sobre un par de herencias que, por voluntad expresa de quienes heredaron sus bienes, servirían para mitigar la necesidad cultural de los zamoranos.
Primero, al fallecer don Pedro Rocha Escobar en 1968, una parte considerable de la fortuna que amasó, la dejó al gobierno del estado para que éste realizara obras de beneficio social y, en un apartado, determinó que tres millones de pesos se utilizaran para techar la nave central de la catedral nueva y ahí funcionara la casa de la cultura de Zamora. Si mal no recordamos en aquel entonces era gobernador de Michoacán Servando Chávez Hernández
El sexenio de Chávez Hernández terminó siendo relevado por Carlos Torres Manzo, quien llegó con buen augurio para nuestra ciudad, puesto que había estudiado parte de la secundaria en Zamora.
Ya casi para terminar su periodo gubernamental y quizá recordando que existía una herencia de un zamorano para obras de beneficio social y una parte para la casa de la cultura, envío al doctor Joaquín Mass, director de la casa de la cultura de Morelia (aún no existía la Secretaría de Cultura), quien en compañía del diputado local por este distrito, Dr. David Guzmán Segura, y el presidente municipal, C.P. Alberto Valdés Mendoza, realizaron una visita de inspección a la entonces Catedral Nueva, existen fotografías donde se observan en la parte superior o bóveda existente.
Vale la pena mencionar que también se habló de comprar dos propiedades que fueron ofrecidas en venta para tal propósito; es decir, fundar la casa de la cultura de Zamora. Las propiedades mencionadas, incluso con precio de venta, fueron el casco de la hacienda de los espinos y la casa de la familia Tarré, ubicada en Hidalgo sur, a un costado de lo que fuera el edificio del Banco de Zamora, por ejemplo, la hacienda de los espinos costaba dos millones de pesos y “misteriosamente” estaban en la tesorería general del estado, dos y medio millones de pesos y ya no los tres de que veníamos hablando.
Finalmente, idea y dineros, quedaron en el olvido, quedando incumplida la voluntad del donante Pedro Rocha Escobar.
Posteriormente, El 13 de agosto de 1988 don Antonio Pardo donó la propiedad que los zamoranos conocíamos como la Casa Cornejo y a la que desde la donación se le conoció como la Casona Pardo; el donativo tuvo como propósito específico la voluntad de don Antonio de que ahí se estableciera la Casa de la Cultura de Zamora.
El obsequio de la propiedad que realizó el señor Pardo tuvo como motivo fundamental que se liberara el espacio que se le había asignado a la casa de la cultura del valle de Zamora; por cierto, esta propiedad y la que ocupa el centro de salud contaron con escrituras, la primera a favor del ayuntamiento local y la segunda al gobierno del estado de Michoacán.
Pero sucede que algo ocurre con nuestra ciudad; ambos proyectos no han cuajado como los pensaron los donantes y sí, en cambio, nos ha llevado a entregar parte del patrimonio de los zamoranos a otros niveles de gobierno, tal es el caso del Teatro Obrero.
Impongamonos como tarea reflexionar sobre la actitud que manifiesta el gobierno del estado hacia los zamoranos.
¡Menuda tarea para los habitantes de la ciudad que es cuna de hombres ilustres!