La OMS también actualizó su manual de diagnóstico para eliminar el “transexualismo” de su capítulo de trastornos de la salud mental y trasladar “incongruencia de género” a un nuevo capítulo sobre salud sexual.
Rebecca Oas
(ZENIT Noticias – Center for Family and Human Rights / Washington).- La Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que está actualizando su manual sobre “transversalidad de género” afirmando que “la identidad de género existe en un continuo y que el sexo no se limita a masculino o femenino”.
El manual fue actualizado por última vez en 2011, y la OMS está actualizándolo a la “luz de nueva evidencia científica y progreso conceptual sobre género, salud y desarrollo”. La descripción de las áreas en las que se enfoca el nuevo manual no menciona nuevas evidencias científicas, sino que más bien ilustra el cambio político que ha tenido lugar en la década pasada, al menos en las élites.
El proceso de actualización del manual, el cual se llevará a cabo en colaboración con el Instituto Internacional de la Universidad de las Naciones Unidas para Salud Global, incluirá un periodo para comentarios y aportaciones de otras partes interesadas durante este verano y otoño. Basado en la descripción del proyecto, muchos de los elementos más controvertidos están ya incluidos intencionadamente, incluyendo un enfoque sobre “interseccionalidad” entre diferentes categorías de identidades enfocado en las dinámicas de poder, la cual tiene su raíz en los estudios feministas marxistas.
Del mismo modo, su enfoque en “ir más allá de planteamientos binarios al género y la salud para reconocer la diversidad de género y sexual” no parece estar abierto a discusión o crítica.
En la medida que estos asuntos son políticos más que científicos o médicos, surgen de procesos políticos que están fuera de la estructura democrática y basada en consenso que produjo los documentos fundacionales de la ONU a través de la negociación en la Asamblea General y otros organismos.
Más bien, se originan en el trabajo de grupos activistas y en gran medida de expertos en derechos humanos sin responsabilidades que frecuentemente comparten estrechos lazos con estos grupos, todos los cuales están financiados por una minoría de países ricos donantes y filántropos multimillonarios.
La politización de la OMS en asuntos sociales se ha acelerado en años recientes, al dar a conocer una actualización radical a su directriz sobre el aborto exigiendo la eliminación de todas las barreras—incluyendo la objeción de conciencia—para acceder al aborto por cualquier razón. De nuevo, la financiación y el apoyo fueron proporcionados por grupos activistas pro-aborto.
La OMS también actualizó su manual de diagnóstico para eliminar el “transexualismo” de su capítulo de trastornos de la salud mental y trasladar “incongruencia de género” a un nuevo capítulo sobre salud sexual. Esto vino después de intensas presiones de activistas transgénero que querían evitar el estigma de ser diagnosticados con un trastorno, sino que querían poder obtener un diagnóstico para conseguir tratamientos de “afirmación de género” tales como hormonas y cirugías—y hacer que su compañía de seguros o sistema nacional de salud paguen el coste.
En el pasado, la ONU ha definido “género” en negociaciones. En la Cuarta Conferencia Mundial sobre Mujeres en Pekín en 1995, la palabra sólo se aceptó en el documento resultante si se definía de acuerdo a su “uso ordinario, generalmente aceptado”. La norma imperativa del Estatuto de Roma de 2000 del Tribunal Criminal Internacional establece que “género” se refiere a los dos sexos, masculino y femenino, dentro del contexto de la sociedad. Incluso el manual de la OMS de 2011 que pronto será sustituido definía el género como referido a “las características socialmente construidas de mujeres y hombres”.
Puede ser útil para los gobiernos nacionales y miembros de la sociedad civil el participar en la convocatoria de aportaciones de la OMS, incluso si sólo fuera para presentar objeciones a un resultado predeterminado. Sin embargo, la OMS ha señalado de nuevo su voluntad de no seguir la ciencia, ni el consenso de los gobiernos que le brindan su mandato sino, más bien, las posiciones más radicales de los activistas de género extremos.