San Ignacio y la Mística de la Eucaristía

P. Jaime Emilio González Magaña, S.I.

San Ignacio de Loyola nos ha dejado los Ejercicios Espirituales como su herencia para buscar y hallar la voluntad de Dios en la Iglesia. Asimismo, nos ha comunicado su experiencia mística de la obediencia y servicio en el esfuerzo cotidiano por vivir lo que Dios nos pide a cada uno de nosostros según nuestra vocación personal. Este es el tema central de su discernimiento que buscará apasionadamente en la Eucaristía por lo que también podemos afirmar que la expresión trinitaria de la mística ignaciana está en perfecta unión con su expresión eucarística, esto es, se trata de una mística eucarística. En su Diario Espiritual hay 170 momentos en los que Ignacio hace mención a la Santísima Trinidad y en este contexto se aprecia con nítida claridad cómo lo relaciona con la Eucaristía. Quiere conocer la voluntad de Dios para más amarlo y servirlo, para darle mayor gloria y para ello pide la confirmación en las treinta misas que aparecen en el Diario.

El 16 de febrero de 1544 escribió: “me pongo de rodillas ofreciendo de no mirar más elecciones en esta materia…, hasta el lunes decir Misas para dar gracias”; el 20 de febrero “parecíale que no era porque ir adelante en las Misas de la Santísima Trinidad, sino para rengraciar o cumplimiento”. El 25 de febrero hace el propósito de celebrar varias Misas para reconciliarse con la Trinidad Santísima “no demandando ni buscando confirmación, mas deseando reconciliación con las tres personas divinas”. El 4 de marzo “quiere cumplimentar con las Personas divinas con Misas de acción de gracias… todas éstas me tiraban a asegurar y no tenía voluntad de decir más Misas por más me reconciliar, más quería cumplirlas”, etc. Esta importante y rica expresión de su espiritualidad personal pasaría como una parte inherente de la espiritualidad donada a la Iglesia. Para San Ignacio, la Eucaristía es el camino más seguro por el que nos podemos unir perfectamente con la Trinidad Santísima para poder buscar, hallar, sentir y obedecer su voluntad. Es el término más perfecto para manifestar la unión mística con las tres Divinas Personas.

La celebración eucarística ejerce en Ignacio un influjo sumamente fuerte y especial, único, mediante el cual, recibe la confirmación tan buscada para poder tomar importantes decisiones en la vida del cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús. La mística ignaciana encuentra en la Eucaristía el modo más perfecto para manifestar “devoción y amor”, en donde siente “grandes tocamientos e intensísima devoción a la Santísima Trinidad”; es cuando percibe “inteligencias de la Santísima Trinidad, ilustrándose el entendimiento con ellas, a tanto que me parecía que con buen estudiar no supiera tanto”; es la Eucaristía la que le permite hablar con el Padre y con el Hijo” y donde siente “interna reverencia y moción a lacrimar”. El Diario es complejo y simple a la vez y en él Ignacio de Loyola se manifiesta en toda su impactante verdad, como el hombre que salió al encuentro con Dios y “se dejó tocar por Él” en la medida que aprendió a descubrir y aceptar sus dones.

Si en los Ejercicios Espirituales, San Ignacio de Loyola nos ha compartido su experiencia como “un taller de conversión”, en el Diario podemos atisbar al místico que, por su enorme amor a Dios, logró intuir un modo concreto para buscar, hallar, sentir y hacer su voluntad. Su experiencia compartida nos permite no devaluar la celebración de la Eucaristía de modo tal que la convirtamos en un rito vacío y sin sentido. En nuestros días, inmersos en el ruido y problemas de todo género, cuando nos resulta sumamente complicado vivir la familiaridad con Dios, su expresión mística eucarística nos permite conocer cómo, mediante el conocimiento interno de Dios, también nosotros podemos encontrar los propios caminos para en todo amar y servir y hacerlo siempre para la mayor gloria de Dios.

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