Ese año, la periodista italiana Livia Malcangio platicaba con Mijaíl Gorbachov, quien falleció este 30 de agosto de 2022 a los 91 años de edad. Aquí la entrevista completa
¿Cuál era la lectura de Mijaíl Gorbachov acerca de la polémica reforma política de la perestroika? Un cuarto de siglo después, y antes de morir, quien fuera el último presidente de la Unión Soviética dio su respuesta ante la prensa.
Se trata de una entrevista realizada en 2017 por la periodista italiana Livia Malcangio, publicada después en el diario «El Tiempo» de Colombia.
Gorbachovmurió este martes a los 91 años en el Hospital Clínico Central, en Moscú. Desde la Secretaría General del Comité Central del Partido Comunista de la URSS (1985-1991) y después desde la Presidencia, desempeñó un papel prominente en poner fin a la Guerra Fría y reunificar a Alemania.
En reconocimiento a sus destacados servicios como reformador positivo y líder mundial, fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1990.
– Un cuarto de siglo después del fin de la perestroika, ¿cuál es su análisis de ella?
Comenzando en 1982, tres secretarios generales del Comité Central del Partido Comunista murieron uno tras otro: Leonid Brezhnev, Yuri Andropov y Konstantin Chernenko. La necesidad de un relevo generacional en la cúpula del poder era evidente. La sociedad quería un cambio.
De hecho, un país inmensamente rico en recursos naturales e intelectuales era incapaz de ofrecer unas condiciones de vida adecuadas a sus ciudadanos. Una economía inmanejable y el dominio absoluto de la burocracia en todo nivel del Gobierno obstaculizaban los cambios. La falta de libertad paralizaba al país.
Además, la economía se estaba quedando rezagada en el plano internacional. El crecimiento era muy bajo. La productividad era menos de una tercera parte de los niveles de la industria occidental y una quinta parte en la agricultura. La economía soviética era ineficiente y costosa. La calidad de sus productos solo estaba a la altura de los estándares mundiales en la industria militar.
La posición de la URSS en la política exterior se debilitaba. Seguir posponiendo los cambios no era una opción. También el resto del mundo necesitaba transformaciones en un momento en que las alianzas militares estaban en desacuerdo, y eso resultaba en una peligrosa carrera armamentista (…). La perestroika y sus fundamentos filosóficos eran una respuesta a todos esos problemas.
– ¿La idea era avanzar hacia la democracia?
Comenzamos con la esperanza ilusa de ‘mejorar el socialismo dentro del sistema existente’. Pero hacia el final de 1986 era claro que la renovación no se podía conseguir sin cambiar los viejos métodos. Escogimos una perspectiva sobre los principios de libertad, democracia y economía de mercado. Su implementación fue el resultado de armonizar los intereses privados y públicos, y situar al ser humano en el centro del desarrollo.
Los años de la perestroika tuvieron como consecuencia la transición del totalitarismo a la democracia; el pluralismo político y económico; la afirmación del principio de libertad de conciencia y religiosa; la aceptación del desacuerdo; nuestro país se abrió al mundo al adoptar una ley de libertad de movimiento, incluida la libertad de abandonar el país, y las repúblicas, juntas, redactaron y se prepararon para firmar un nuevo Tratado de la Unión.
– Entonces, ¿qué sucedió?
El intento de golpe de Estado en 1991, seguido por el acuerdo de disolver la Unión, interrumpió el proceso de la perestroika. Lo que sucedió después se basó en una estrategia distinta. En el plan de Boris Yeltsin era central la idea de destruir: la desintegración de la Unión, “terapia de choque”, el tipo de privatización que equivalía a saquear la riqueza de la nación, etc. El resultado fue un capitalismo ilegal, el caos y la división.
En todo caso, la perestroika ganó, aunque interrumpida, y produjo cambios en la política exterior…
No fue fácil, pero tuvimos paciencia. El diálogo se reinició, y las relaciones con Estados Unidos mejoraron. Se firmó un tratado que eliminó toda una categoría de armas nucleares. Fue el primero de ese tipo (…). La hostilidad con China terminó, y floreció la amistad con India.
Bajo la influencia de la perestroika, se iniciaron profundas reformas democráticas en Europa central y oriental. La URSS asumió una posición de no interferencia. Al final, eso permitió la unificación pacífica de Alemania. En la Cumbre de Malta de 1989, los líderes de la Unión Soviética y Estados Unidos declaramos que nuestros países ya no se consideraban enemigos. Una conferencia en París de los países europeos adoptó la Carta para una Nueva Europa, cuyos puntos principales siguen siendo válidos. Las doctrinas de las alianzas militares comenzaron a cambiar.
– ¿Cómo se fundó la organización Cruz Verde y con qué objetivos?
Cuando fui a la ONU en 1988, llevé un paquete de iniciativas ambientales. Una de ellas era crear una ONG global. Bautizada Cruz Verde Internacional –por sugerencia mía–, tiene su sede cerca de Ginebra y filiales en docenas de países. Nuestra meta es poner en marcha un cambio de valores. Nuestros programas educativos buscan ayudar a entender una verdad simple: el hombre no es el amo de la naturaleza, sino parte de ella. El medioambiente ha existido durante billones de años sin el hombre, y podría volver a hacerlo. Si queremos seguir viviendo en la Tierra, necesitamos un desarrollo sostenible.
– ¿Qué se puede hacer?
Primero, reformar el sistema de la ONU con el fin de darle más poder para actuar en favor de la paz. Se deben ratificar sin demora e implementar con determinación los acuerdos internacionales, convenciones y protocolos relacionados con desarme, cambio climático, biodiversidad, desertificación y otros. Los objetivos ambientales deben ser integrados desde el principio en la planificación del desarrollo.
Así mismo, hay que permitir a las naciones en desarrollo reducir sus devastadoras deudas, cubrir las necesidades básicas y acceder a las tecnologías para utilizar eficientemente los materiales y la energía.
– ¿Qué tiene que ver la carrera armamentista con el ambiente?
Los modelos hechos por científicos rusos y estadounidenses demostraron que una guerra atómica resultaría en un invierno terriblemente destructivo para la vida en la Tierra; saber eso fue un gran estímulo a la acción.
Hubo muchos cambios durante el siglo XX. Al principio de ese siglo, el producto bruto anual creado por todos los países era de 60 billones de dólares. Hoy se producen 60 billones en un día. Imagine la sobrecarga que eso representa para el ambiente, el calor y los desechos que se producen. Todo eso ya dañó el ambiente. En 1992, después de la Cumbre de la Tierra, más de 100 científicos (incluyendo a docenas de ganadores del Nobel) se reunieron en Washington. Su veredicto fue despiadado: si la tendencia destructiva continuaba, en 30 o 40 años comenzarían a darse cambios irreversibles en la biosfera, y ya pasaron 20. Si los actuales procesos continúan, el medioambiente cambiará y nosotros, la especie humana, tendremos que mutar o morir, como tantas otras especies.
Pese a eso, no muchos políticos son tan sensibles respecto del tema. ¿Cuándo comenzó a darse cuenta de que nuestro ambiente estaba tan amenazado?
Mi experiencia con el medioambiente comenzó cuando era niño. Crecí en una familia de campesinos y vi la forma en que nuestros cultivos de trigo sufrían a causa de una tormenta de arena o la erosión. Vi el efecto de esas cosas sobre la vida humana. A medida que avancé, vi más cosas que me hicieron reflexionar. Cuando comencé a trabajar en Moscú, vi un panorama terrible de lo que le habíamos hecho al ambiente. Luego debí superar muchas otras experiencias, incluida Chernóbil.
Creo que hemos hecho progresos en la concientización. En países como Holanda, Suiza y Bélgica ha habido cambios en la legislación y en el comportamiento de las empresas y la gente. En los últimos años también se ha hecho mucho en Estados Unidos, aunque aún hay demasiada polución.
En Rusia, las posibilidades de acción son limitadas. Sin embargo, hay un movimiento ambiental aquí. Durante la perestroika, cuando la gente pudo opinar, lo primero que defendió fue el medioambiente. Las manifestaciones más grandes fueron las ecológicas. Durante la perestroika, cerramos 1.300 fábricas por los daños que causaban al ambiente.
– ¿A qué valores les da importancia?
Cuando joven, me tomaba a pecho los ideales comunistas. Un alma joven no puede rechazar la justicia y la igualdad, pregonadas por los comunistas. Pero ese terrible experimento produjo la represión de la dignidad humana. La violencia fue utilizada para imponer ese modelo de sociedad. En nombre del comunismo, abandonamos los valores humanos básicos. Así que cuando subí al poder en Rusia comencé a restaurarlos.
La vida tiene valor por sí misma. Ningún método ‘progresista’ es aceptable si a causa de él se destruye la vida. Creo que el siglo XXI debe ser el siglo en que los seres humanos vivan en armonía con la naturaleza, en lugar de esclavizados por la tecnología.
El futuro dependerá de si somos capaces de encontrar una síntesis de los valores ecológicos, liberales y sociales, lo que llamo ‘los valores perennes’.
– ¿Cuál es su filosofía?
Está basada en el sentido común, que se refiere a la moderación. Por ejemplo, si la libertad no está unida a la moralidad no es libertad, es permisividad; es egoísmo, no libertad.
– ¿Cuáles son las cosas más importantes que se le deben enseñar a un niño?
Lo que aprendí de mis padres fue sentido común, tan típico en los campesinos. Ellos tienen un sentido de la naturaleza, del cosmos, de la verdadera vida. También aprendí humildad. En las comunidades rurales hay mucho trabajo duro, que lleva a la tolerancia y la solidaridad, y eso fue algo que yo viví y que ha seguido conmigo toda la vida.
– ¿Cuáles son sus creencias?
Pues creo en el cosmos: todos estamos unidos a él. Así que la naturaleza es mi dios. Los árboles son mis templos y los bosques, mis catedrales.
– ¿Qué significa para usted el amor?
El amor es un misterio de la naturaleza. Y me parece bien que lo sea. Primero que todo, el amor para mí es lo que une a un hombre y una mujer. Y también une a los humanos y la naturaleza. Es un misterio demasiado grande para nosotros. Una vez intentas definirlo, se acaba. Muere tan pronto crees conocer su secreto.