In memoriam

                      LA SRA. SUSANA

Fallecida en Jacona, si bien su residencia era en Zamora, el viernes 9 de septiembre del año en curso, a la edad de 90 años.

Fiel colaboradora de este semanario durante muchos años con varias  aportaciones: 1ª. de la sección Guía hace 25 años, 2ª. Guía hace 50 años y 3ª. El artículo de la semana en torno a muerte de un personaje local, a la de quien obtuvo un premio Nobel, al autor de un libro interesante o a cualquier tema de interés general.  Por la calidad de su redacción literaria y precisión de sus escritos, fueron muy leídos.

Fundadora de la Biblioteca municipal, ubicada en la avenida Morelos sur, detrás del Palacio municipal. Dotó a la institución de un amplio número de volúmenes y la regenteó, con gran fruto, durante muchos años. Una vez que se jubiló de dicha tarea, emprendió la misión de organizar y dotar de libros bibliotecas de pequeñas comunidades dentro del área de influencia del municipio de Zamora. También colaboró en la organización y enriquecimiento editorial de bibliotecas de varias escuelas particulares.        Durante años insistió ante la autoridad eclesiástica correspondiente a que se certificara electrónicamente la muy valiosa biblioteca del seminario de Zamora e incluso que se abriera a la ciudanía en general. No alcanzó a saberlo, pero el pasado mes de agosto dicha biblioteca fue ya clasificada.  

Junto con su esposo, el Dr. Enrique Sahagún de la Parra, impulsó el nacimiento, crecimiento y consolidación de la Escuela de Enfermería de Zamora, en la que fue maestra durante varios años.

Con el espíritu de hacer suyas causas de la ciudadanía, aparte de lo ya citado, en conjunto con varias damas locales colaboró en la compra y construcción del Colegio de los Hermanos Maristas, en Jacona, fundado por el Sr. Cura don Jesús Rojas, párroco del lugar.

También intervino, de alguna forma, en la creación del Club Campestre de Zamora.

 Susana no era nativa de Zamora sino del pueblo de San Angel, bello pueblo del Distrito Federal, que acabó por integrarse a la ciudad de México, dado el enorme y desordenado crecimiento que ha tenido.

Fue la cuarta de 5 hermanos, dos varones y tres mujeres, hijos del Arq. Bernardo Calderón y Consuelo Cabrera. Química-farmacobióloga, de profesión, por la IBERO. Casó con el Dr. Enrique Sahagún de la Parra en 1958, con quien se vino a radicar a esta ciudad el año de 1961 y con quien tuvo 4 hijos: Pía, Cecilia, Julio e Isabel, los cuatro profesionistas.

¡Descanse en paz!

A.Sahagún.

El texto siguiente son palabras de María Pía, nieta de la Sra. Susana, al término de la misa de exequias ofrecida por la propia Susana, celebrada el 10 de septiembre en el templo parroquial de San Agustín, en Jacona.

 SUSANA

Buenas tardes, en nombre de toda la familia les agradecemos a todos su compañía.

Mi abuela Susana nació en la Ciudad de México en 1932. Tuvo dos hermanos y dos hermanas que conformaban la familia Calderón y Cabrera. Perdió a su mamá cuando era joven y fue criada por su papá. Le encantaba nadar, jugar tenis, asistir a conciertos, presentaciones, inauguraciones. Por lo que platicaba, el paseo nunca faltaba y era parte de la dinámica familiar absorber lo que la cuidad tenía para ofrecer; desde detenerse a ver pintar a Diego Rivera, presenciar el trazo de la Av. Insurgentes, hasta la inauguración del sistema de alcantarillado del Distrito Federal.

Cuando fue momento de ir a la universidad, inspirada por su hermana Consuelo, decidió continuar sus estudios y se convirtió en una de las primeras generaciones de mujeres graduadas de la IBERO. Se graduó de química farmacobióloga. Amaba la ciencia.

Entró al Instituto Nacional de Cardiología, donde conoció al abuelo. Cuentan que cuando el doctor Enrique le pidió su número telefónico, no encontraba en donde anotar y lo apuntó en una caja de cerillos. Al momento de despedirse, mi abuela con mucho atrevimiento, le dijo: “no vaya a perder la cajita, doctor”.

Se casaron conformando así a los Sahagún Calderón. Pocos meses después se fueron a Boston para que el abuelo hiciera la subespecialidad. Vivían modestamente o como diría mi abuela: “Estábamos bien brujas”. Sin embargo, nunca les faltó entretenimiento. Podían pasar un domingo leyendo en el parque o caminar durante horas entre calles desconocidas. Contaban que en lugar de ir a los conciertos de la sinfónica los domingos, iban el sábado a ver los ensayos porque cobraban un penny la entrada. Ese día solo iban los estudiantes de música y ellos. Nunca escucharon una canción completa. No importaba.

Regresaron a México y poco tiempo después llegaron a Zamora, convocados por el tío Alberto. Se encontraron un lienzo en blanco en el que se podía pintar, ¡y vaya que pintaron!

Junto con sus amigos y familia, formaron un grupo inquieto que no se conformaba con habitar una cuidad, había que hacerla. Así nació la Escuela de Enfermería, la Biblioteca pública, el colegio Jacona, el Club Campestre, entre otros.

Todo esto, mientras traían al mundo a cuatro hijos: Susana Pía, Julio, Cecilia e Isabel. Juntos tuvieron una vida llena de días de campo, idas al mar, comidas con amigos, salidas al rancho, viajes a México y tardes en la terraza. Pasaron los años y los Sahagún Calderón se enfrentaron a la pérdida de dos hijas. El duelo fue grande, pero el equipo también.

En este periodo, también llegamos los nietos. Su casa olía a sopa de fideo y libros viejos.

Nunca fue una abuela convencional. Hace poco me dijo: Ay mija, me voy a morir sin haber sido como esas abuelas que les enseñan a hacen galletas a sus nietos. Lo cumpliste, abuela. No sabemos hacer galletas, pero nos encanta leer, viajar, salir a caminar con los perros en Tingüindín, la música clásica y la sobremesa.

Ahora me dirijo a ti, abuela.

Hace casi 5 años se fue Enrique, viviste el momento intensamente, llena de luz y agradecimiento. Espero que nosotros también estemos haciendo un buen trabajo en tu despedida. Han sido días inolvidables gracias a que supiste rodearte de gente valiosa que ahora te extraña.

Gracias por interesarte en las historias, las fechas y las personas que tuvieron que ver en la construcción de Zamora y Jacona. Gracias por tener la sensibilidad de apreciar lo cotidiano, por la paciencia del diálogo y la atención a cada conversación. Contigo perdemos la Hemeroteca de la ciudad.

Tu legado es tangible, está en los edificios y en la gente. Está en el amor recibido y el dolor compartido. Está en mi tía Ceci

Adiós Susana, Susa, mamá, abuela. Dejas detrás de ti una historia bellísima que hoy celebramos en tu nombre.

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