J. EMILIO GONZÁLEZ MAGAÑA // La fuerza de los humildes es el Señor

El pasado domingo 28 de agosto, el Papa Francisco celebró el rito de apertura de la Puerta Santa de Celestino V, en L’Aquila, Italia, el día en que se celebra “el Perdón de Celestino”. Celebró la Eucaristía y dirigió la oración del Ángelus en la Basílica de Santa María in Collemaggio,en la celebración 728º del Perdón Celestino. Ante las reliquias de quien es recordado por haber presentado su dimisión al Pontificado, Francisco dio un importante mensaje. Tras la confirmación de su visita a la ciudad de L’Aquila, que todavía muestra las huellas del terrible terremoto de 2009, comenzaron a surgir rumores de una posible renuncia, ya que Benedicto XVI también lo hizo pocos días antes de convertirse en Papa Emérito. El Pontífice recordó al Papa Celestino como un hombre que puso en práctica el consejo del Sirácide 3, 18 que afirma: «Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y encontrarás gracia ante el Señor». ¡Qué difícil resulta hablar de humildad en este mundo en el que se busca el poder, la fama y la imagen coo sea y a costa de lo que sea! Cuando, en palabras del Papa “los humildes parecen débiles y perdedores a los ojos de los hombres, pero en realidad son los verdaderos ganadores, porque son los únicos que confían plenamente en el Señor y conocen su voluntad”.

Ahora que los políticos han anticipado sus campañas y demagogias populistas para asegurar un “hueso” en las próximas elecciones y cuando todo indica que el dolor del pueblo no les importa y mucho menos la violencia que parece no tener fin, viene muy bien la reflexión papal que enfatiza que, es «a los mansos a quienes Dios revela sus secretos». […] Por los mansos es glorificado» (Sir 3,19-20). Frente al espíritu del mundo, dominado por el orgullo, la Palabra de Dios de hoy nos invita a ser humildes y mansos. La humildad no consiste en desvalorizarnos, sino en ese sano realismo que nos hace reconocer nuestro potencial y también nuestras miserias. Partiendo precisamente de nuestras miserias, la humildad nos hace apartar la mirada de nosotros mismos y dirigirla a Dios, Aquél que todo lo puede y también nos consigue lo que no podemos tener por nosotros mismos. «Todo es posible para el que cree» (Mc 9,23).  

Cuando el Señor, Dios Eterno, no es el centro de nuestra vida, crece la soberbia, la arrogancia, la frivolidad y por eso nos resulta casi imposible asumir que “la fuerza de los humildes es el Señor, no las estrategias, los medios humanos, la lógica de este mundo, los cálculos… No, es el Señor. En este sentido, Celestino V fue un valiente testigo del Evangelio, porque ninguna lógica de poder pudo apresarlo y manejarlo. En él admiramos una Iglesia libre de la lógica mundana y que da pleno testimonio de ese nombre de Dios que es la Misericordia. Este es el corazón mismo del Evangelio, porque la misericordia es saber amarnos en nuestra miseria […]. La Misericordia es Él, y con misericordia sólo puede hablar nuestra miseria. Si alguno de nosotros piensa que puede llegar a la misericordia por cualquier otro camino que no sea el de nuestra propia miseria, nos hemos equivocado de camino. Por eso es importante comprender la propia realidad. Partir de la propia miseria y buscar ahí, buscando cómo llegar al perdón, porque incluso en la propia miseria siempre encontraremos una luz que es el camino hacia el Señor. Es Él quien hace la luz en la miseria”.

         El mensaje del Papa Francisco nos invita a meditar y profundizar nuestra fe en que, mucho más allá del poder, del prestigio e, incluso de una posición política asumida en medio del miedo, la corrupción y la impunidad “el cristiano sabe que su vida no es una carrera a la manera de este mundo, sino una carrera a la manera de Cristo, que dirá de sí mismo que ha venido a servir y no a ser servido (cf. Mc 10,45). Mientras no comprendamos que la revolución del Evangelio reside en este tipo de libertad, seguiremos siendo testigos de guerras, violencia e injusticia, que no son más que el síntoma externo de una falta de libertad interior. Donde no hay libertad interior, se abren paso el egoísmo, el individualismo, el interés propio, la opresión y todas estas miserias. Y se llevan la palma, las miserias”. La apertura de la Puerta Santa marca el inicio de la celebración anual establecida por el Papa Celestino V en 1294. Quien entre en la Basílica de Santa María in Collemaggio, arrepentido y confesado, comulgue y rece el Credo, el Padre Nuestro, el Ave María y el Gloria, según las intenciones del Papa,podrá obtener la indulgencia plenaria concedida por Celestino V con la bula “Inter sanctorum solemnia”, más conocida como la Bula del Perdón. 

Domingo 4 de septiembre de 2022.

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JAIME EMILIO GONZÁLEZ MAGAÑA

RP Jaime Emilio González Magaña, sacerdote jesuita que radica en Roma.

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