La Conferencia Episcopal Francesa lleva muchos años atendiendo a las posibles «derivas sectarias» en el seno de las instituciones católicas y ofrece pautas para discernir cuándo es una realidad.
Por: Luis Santamaría del Río
(ZENIT Noticias – Porta Luz / Roma, 08.10.2022).- Es frecuente oír en algunos contextos que uno u otro determinado grupo de la Iglesia católica «es una secta». Sin embargo, la realidad es más compleja. Importante es considerar que una de las características fundamentales de las sectas es su realidad autónoma: una institución intraeclesial no podría ser estrictamente una secta, ya que responde a una autoridad externa: el obispo a nivel local y el Papa a nivel universal.
Pero lo cierto es que la historia más reciente de la Iglesia nos muestra episodios terribles y lamentables de conductas y actos sectarios dentro de algunas agrupaciones católicas y también en algunos miembros del clero. Es lo que el Papa Francisco ha denunciado muchas veces como «abusos de poder y de conciencia». Podrían ocurrir en una congregación religiosa, una asociación de fieles, un movimiento eclesial, un seminario, una parroquia o cualquiera comunidad de la Iglesia.
La Iglesia francesa, pionera en este ámbito
Como ha sucedido en los últimos años –más concretamente, desde el pontificado de Benedicto XVI– con la atención prestada a las víctimas de los abusos sexuales y la preocupación por su prevención y erradicación, la Iglesia católica en Francia ha desarrollado toda una praxis de discernimiento con respecto a las «derivas sectarias» dentro de las instituciones eclesiales.
En el año 2013, la Conferencia Episcopal de este país europeo reorganizó su organismo denominado «Pastoral, nuevas creencias y derivas sectarias» (PNCDS), con tres secciones concretas: la primera, dedicada a las sectas y la nueva religiosidad; la segunda, con el fin de descubrir los comportamientos sectarios en las comunidades católicas y «poner fin a estas conductas nocivas»; y la tercera, para la acogida y escucha de las víctimas.
Entre otras cosas, este servicio establecido por los obispos franceses ha publicado un documento con los criterios fundamentales que hay que tener en cuenta a la hora de discernir si realmente hay indicios de sectarismo en un grupo católico. Son cuatro: el culto a la personalidad, el corte con el exterior, la manipulación y la incoherencia de vida. Veámoslos con más detalle.
1º El culto a la personalidad
Los integrantes de una comunidad deben prestar particular atención y discernir cuando de forma claramente forzada o subrepticia «se sienten atraídos y agrupados en torno a un fundador con una personalidad compleja en su recorrido y en sus pretensiones», alerta el documento de los obispos de Francia. Esto podría estar relacionado, en ocasiones, con «una disfunción en el discernimiento vocacional», por aceptar en una diócesis candidatos al sacerdocio o asociaciones de fieles no idóneas… que fueron rechazados -por ejemplo- en otras Iglesias locales, sin pedir los informes preceptivos. Una práctica que «puede tener consecuencias nefastas».
Si hay algo fundamental que caracteriza a los grupos de corte sectario es el culto al fundador. Al extremo de «tomar el lugar de Cristo» en la vida cotidiana de sus miembros, recibiendo así veneración y obediencia absoluta. «Dios pasa directamente y no pasa sino a través de él. Su palabra es… palabra del Evangelio», aclara el documento del episcopado francés. Sólo es válida, entonces, su interpretación de la Biblia; erigiéndose en el único guía para la vida personal y comunitaria. Además, –puntualiza el documento– «cualquier revelación de conductas escandalosas es respondida con la negación y la denuncia de conspiración y persecución».
En contraste con el resto de las realidades eclesiales, un grupo así no se entiende como complementario, sino como alternativo: «por él y sólo por él pasa hoy la salvación de la Iglesia». Estas comunidades actúan entonces como una «iglesia paralela», con pretensiones de autosuficiencia y exclusividad. «A veces se obliga a confesarse sólo con un sacerdote de la comunidad, ya que los demás no pueden comprender el carisma».
Desde esta postura, es fácil deducir que un grupo eclesial de carácter sectario se siente totalmente fuera del mundo, desobedeciendo tanto a los obispos como a las leyes civiles, en lo relativo a la legislación laboral o la seguridad social. Por otra parte, «la vaguedad jurídica del grupo expone a los miembros desobedientes a todo tipo de abusos sin ningún recurso posible».
2º Sectario: Dividir y aislar
Las derivas sectarias incluyen siempre «múltiples rupturas» con sus relaciones anteriores y ajenas al grupo, ya sean familiares –sobre todo «desde el momento en el que la familia plantea algunas cuestiones»–, amistosas, sociales, de estudios o trabajo, económicas, de información del exterior, de la salud… e incluso eclesiales y de carácter interno en el propio grupo. El grupo puede llegar a deshacer el vínculo entre padres e hijos, ya que el líder asume toda paternidad. Otro elemento que se debe tener en cuenta es el control férreo sobre la elección de confesores y directores espirituales.
Es habitual, además, que se dé una formación defectuosa, «nutrida exclusivamente de los escritos del fundador o de una selección tendenciosa de autores», sin dar la centralidad a la Palabra de Dios, el Magisterio y Tradición de la Iglesia. Por ello es habitual que, en las sectas o comunidades con deriva sectaria, se inculque el uso de un vocabulario específico del grupo, «ya sea creando nuevas palabras, ya sea cambiando el significado de las palabras habituales».
Los obispos franceses también aluden aquí a la multiplicación de devociones sin un vínculo de unión doctrinal, «según las inspiraciones, caprichos y hallazgos del responsable». Puede darse por ejemplo una referencia obsesiva a la acción del demonio, con la consiguiente práctica excesiva de «liberaciones y exorcismos salvajes».
Otro elemento importante por considerar es cuando se dan «condiciones de vida inhumanas con riesgos para la salud física, psíquica y espiritual» de los miembros. Extremos que afectan gravemente la alimentación, el descanso o que obligan a un trabajo extenuante, la falta de higiene y cuidados, el atropello de la dignidad humana… Llegando incluso a rechazar tratamientos médicos bajo «una consigna peligrosa: ¡el Señor sana!» Junto a esto está una concepción de la pobreza evangélica que puede llevar a la miseria y la mendicidad de los integrantes, mientras que «la comunidad como tal no desdeña la construcción de inmuebles y otras inversiones costosas».
3º La manipulación
La clave en el fenómeno sectario es la manipulación que acaba con la libertad del sujeto. Una manipulación que no sólo se ejerce para atraer nuevos miembros, sino para retener dentro a los que ya fueron doblegados. Cuando esto sucede en comunidades católicas, se ve a las personas de fuera como conversos potenciales, sin otorgarles ningún valor objetivo ni prestarles ningún interés genuino, ya que siempre «están en la ignorancia y el error».
Esta actitud cobra especial gravedad en el campo concreto del discernimiento vocacional, ya que «el reclutamiento es rápido, se capta a jóvenes sin experiencia real. Y si el objetivo todavía hace ciertas preguntas, lo presionamos para que la duda sea el diablo». Así se viola el principio del Derecho Canónico que reconoce a los fieles el derecho a no ser coaccionados en la elección de su estado de vida (canon 219).
Otra característica propia de estos grupos es la confusión del fuero interno y fuero externo, es decir, entre el papel del confesor o director espiritual y el oficio del superior. «Si la misma persona gestiona los puestos importantes de la comunidad, el seguimiento espiritual y psicológico, e incluso la confesión, se adivina la influencia que puede ejercer sobre las personas». Incluso puede darse la práctica de la confesión comunitaria, de manera que, «al amparo de la fraternidad y la compasión, la persona es burlada así en su intimidad saludable y forzada a una especie de exhibicionismo psicoespiritual, y finalmente a una violación psíquica».
Hablar de derivas sectarias en los grupos eclesiales también incluye la ausencia de toda crítica, aunque se trate de un cuestionamiento legítimo o de la expresión de un pensamiento propio, se impone el secreto –doblegarse ante el líder– como norma absoluta. «A veces se prohíbe hablar con el obispo local, considerado incapaz de comprender el carisma», fortaleciendo así la práctica de la mentira y el encubrimiento, el autoritarismo de los líderes y la infantilización de los miembros, la humillación y exclusión de quienes no se sometan y, además, la precaria situación en la que queda quien abandona al grupo; tanto en las dimensiones relacional, económica, física, mental y espiritual.
4ª La incoherencia con el Evangelio y la doctrina de la Iglesia
En el mundo de las sectas –destaca el documento del episcopado francés– «cuando se plantea una mirada perspicaz sobre la vida de los ‘gurús’, aparece una gran distancia entre las palabras y los hechos a nivel de dinero, poder y costumbres». Y lo mismo sucede cuando se dan actitudes sectarias en una comunidad católica: el fundador o líder lleva una vida totalmente distinta a la de sus súbditos, con una falta de caridad con los necesitados.
Por otro lado, con respecto a la renuncia a los propios bienes, cuando una persona entra en el grupo, el documento de la Conferencia Episcopal de Francia propone que, «dada la falta de estabilidad que ofrece la vida moderna y la probabilidad de que los miembros abandonen la comunidad después de unos años, será beneficioso poner bajo custodia los bienes de un miembro hasta su muerte, de modo que, si decide irse, estos bienes pueden ayudarlo cuando esté fuera de la comunidad».
También hay que tener en cuenta otros aspectos como la posible explotación laboral de los miembros, la falta de transparencia en la gestión financiera (a veces con la creación de entramados y asociaciones pantalla), la falta de honestidad en lo relativo a las donaciones y herencias… Mientras que, en situaciones más extremas, pueden darse comportamientos que pasan a ser gravemente delictivos por lo que afectan a la integridad personal: abusos sexuales, pedofilia, violaciones…
Los obispos franceses concluyen su documento señalando que «por supuesto, un solo criterio no es suficiente para calificar a un grupo como escenario de derivas sectarias. Sólo un conjunto de criterios combinados permite tomar conciencia del carácter patológico de una comunidad o asociación». Porque, no lo olvidemos, «todos estos excesos que acabamos de señalar en ciertas comunidades católicas son, en última instancia, idénticos a los que se encuentran en los grupos sectarios en general. Las tres tentaciones del poder, del tener y del placer son bastante universales».