Fernando Méndez Velázquez I

LOS ILUSTRES NO DESCONOCIDOS DE ZAMORA

EVERILDO GONZÁLEZ ÁLVAREZ

Vamos hoy a conocer de la vida de un Ilustre no desconocido zamorano, poco conocido en su tierra natal y, tal vez a nivel nacional, de igual manera, pero que creo, todos hemos escuchado esa preciosura de canción que empieza así…..“No hay ojos más lindos, en la tierra mía …” Es así como inicia ojos tapatíos, canción conocida y cantada en todo el mundo y que le dio fama al músico y compositor zamorano Fernando Méndez Velásquez.

Pocas personas pueden imaginar que tan ilustre compositor sea de Zamora. No tengo el dato si alguna calle lleve su nombre, lo cual debería de ser.

Su amor a la música no impidió que disfrutara su niñez, pues pasaba horas de ocio meciéndose en un columpio, acompañado de su amigo y vecino ARTURO RODRIGUEZ ZETINA—-otro ilustre zamorano—-, colgaban el columpio en el zaguán de esa casa de tejadillos rojos donde el músico vivía.

Fernando, nació el 15 de agosto de 1882 en la tercera calle del puente en Zamora, Mich., hijo de Don Ramón Méndez López y de doña María Velásquez Bravo, esta última descendiente del ilustre héroe de nuestra independencia Nicolás Bravo. Fernando fue siempre querido y admirado por sus hermanos: Salvador, José y Conchita  fue alumno de la escuela de arte y oficios, escuela fundada por José María Cazares y Martínez, segundo obispo de Zamora

A la edad de 20 años abandonó su ciudad natal y se fue a Guadalajara, Jalisco para continuar estudiando, es en esa ciudad donde se incorporó a la compañía teatral de Esperanza Iris. Se casó en 1905 con Sofía Haller, la cual era la dama joven de la compañía. Fue en esa ciudad de Guadalajara donde compuso la canción que tituló OJOS TAPATIOS.

Tiempo después dirigió en la ciudad de  México la orquesta de teatro principal, teatro de tandas populares y que se mantenía lleno con la actuación de María Conesa.

Se le puede ver en la ciudad de monterrey en los años de 1908 y 1909, lugar donde trabajó en la compañía de Prudencia Grifell.

Como su familia ya no vive en esta ciudad, tuvimos que recurrir a los periódicos de la época en que vivió este zamorano; uno de sus sobrinos nos mostró tan solo algunos recortes de las publicaciones buscadas de donde copiamos lo importante: “Esta semana fue de constante éxito para los artistas del teatro María Guerrero y más todavía para los autores mexicanos cuyas obras están haciendo época y atrayendo al numeroso público que gusta de este espectáculo”.

“La zarzuela El Rosario de Amozoc, letra de Humberto Galindo y música de Fernando Méndez Velásquez, pone de relieve en esta obrita su talento musical y con este motivo ha sido justamente felicitado. Leopoldo Beristain, María Secano, grandiosa y discreta característica, y Arturo Ávila hacen una creación de sus papeles…”

El Nacional que se editaba en la ciudad de México en el año de 1916 relata la muerte de este compositor con estas palabras: “La otra noche con fondo al mar-como expone Margarita en Fausto-murió en La Habana Fernando Méndez Velásquez. Nadie ignora en la urbe mexicana quien fue el que ha muerto cuando se escuchaban- como pregón de claveles que aroma el aire- las veces de primavera.

Fernando Méndez Velásquez era inspirado compositor, que arrebataba por su ímpetu propio, más que de las escuelas, discípulo del mar y de nuestros bosques y devoto de la música criolla, venía como imaginación fogosa y difícil sentimentalidad a cantar cuando había aprendido en las fuentes de amor patrio, de la adoración a las mujeres, de la voluptuosidad espiritual que flota en las tradiciones y el rimar del pueblo,

Ojos Tapatíos, y su romance a los canales de Xochimilco poblados de jardines flotantes, demuestran que al compositor muerto las cosas del solar patrio le recitaban al oído bellezas tan delicadas como no las hubiese logrado en la intimidad de su alma si hubiera pretendido interpretar el melos arábigo que anima la Torre de Oro o las crispaciones de alegría y el sentimiento hierático que desborda el golpeo de una pandereta.

Fernando buscaba la tierruca; menos que adaptarse a los estilos clásicos ajenos y extranjeros, gustaba de los modelos vernáculos. Mientras mas música alemana y parisiense, española y rusa se importaba, menos el compositor aludido perdía la fe a lo mexicano.

De ahí que su espontaneidad y conocimientos – al tomar por estos rumbos – diese a los autores de zarzuelas mexicanas el más brillante colaborador en el joven maestro Méndez Velásquez.

Al cual – es justo decirlo – se debió especialmente el sonadísimo éxito que alcanzo la parodia Las Musas Del Paris…

Fernando nació en Zamora Michoacán; vivía en una casa de tejadillo rojo y alero sobre la banqueta; servidor lo conoció cuando Fernando estudiaba solfeo. Vivamos fronteros. Mi familia en la casa de correos cuyo administrador era mi padre. Fernando me llamaba a holgar en unos columpios y “trapecios”, que colgaban en el zaguán de la casa del músico.

La religiosidad zamorana y la exuberancia del valle – verde como dicen que es Irlanda y florida como Córdoba – esa canastilla de gardenias tirada al lado de la ferrovía del mexicano, inspiraron la primera etapa de la vida de Fernando.

Después nos hallamos en México. ..  Servidor, cronista; él, director de orquesta del Teatro Principal. Trabajaba Acacia Guerra, aquella española hermosa como figura de Goya y de admirable forma escultórica, de blancura incitante, como mármol de diosas griegas… Fernando me descubrió entre los asistentes y corrió a abrazarme…

Murió el día  8 de marzo de 1916,  después de padecer dos vómitos de sangre. Y se le encontró en su bolsillo el retrato de su hijito a quien lloraba.

 Como trofeo del compositor anda vulgarizada por el mundo entero la canción de los Chichiculotes que las cupletistas españolas cantan en el Teatro Romeo de Madrid y sus guajiras colombianas concebidas y escritas en tres cuartos de hora y que se aplauden en los cafés cantantes de París…” Don Juan Ruiz.

De una carta escrita por José Méndez Velásquez a Salvador de los mismos apellidos, hermanos ambos del desaparecido, copiamos lo que aquel transcribe de un periódico de  La Habana: “Habana, Marzo 9 de 1916. Ayer tarde falleció el maestro F. Méndez V. se repitió el ataque que le sorprendió en Martí. Ayer a las tres y medio de la tarde falleció en el seno de la Santa Iglesia Católica en la casa de Salud del Centro de Dependientes el maestro Fernando Méndez Velásquez, director de la orquesta de la compañía del Teatro Martí, victima, según certificado médico expedida por el facultativo que lo asistía, de una aneurisma.

 Como saben nuestros lectores, el lunes ultimo, durante la segunda tanda, cuando dirigía el maestro Méndez la opereta El Barrio Latino, al mediar la función, abandono su puesto de director y se dirigió haciendo esfuerzo sobre humano, hasta el escenario, en donde lo recibió Julio Necoechea, que al ver la tremenda hemorragia que sufría dio voces y algunos artistas que llamaron al doctor Ávalos que estaba en el palco de la empresa.

En la mañana fue llevado por disposición del Sr. Santa Cruz a la Quinta del Centro de Dependientes al objeto de que se le atendiera debidamente y cuando parecía que se había conjurado el mal, a las tres y media de la tarde, tuvo un nuevo vómito de sangre y terminó con esto su vida.

El maestro Méndez Velásquez era muy querido de todos sus compañeros, por su carácter afable y bondadoso y por la caballerosidad que presidía todos sus actos. Muere joven, pues solo contaba treinta y tres años.

Deja escritas cerca de treinta obras, entre otras, la Zarzuela Sangre Azul, la opereta El Príncipe Heredero, la revista Las Musas del París, que figuró en México en cartel más de doscientas noches consecutivas. Actualmente había escrito, en colaboración con Pepe del Campo, una opereta titulada Los Aristócratas, que al decir de quienes han oído algunos números, es de música preciosa.

CONTINUARÁ

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