J. EMILIO GONZÁLEZ MAGAÑA // Lo que dirá la clase de vida que has tenido

Algunos afirman que los mexicanos no le tememos a la muerte, al grado tal que alardeamos y hacemos bromas a costa de ella. Me parece, sin embargo, que esto no es verdad. Las diferentes culturas de nuestra Nación siempre han manifestado un respeto -casi reverencial- a todo lo que signifique un contacto con la única realidad con la que todos, tarde o temprano, nos hemos de enfrentar. Si a esto añadimos la herencia española hacia las manifestaciones religiosas de la pasión y muerte de Jesucristo, evidentes en el sincretismo con el que hoy expresamos nuestra fe, no podemos decir que la muerte sea un juego para nosotros. Por esto, las contrastantes reacciones con las que nuestro país ha vivido la alarmante situación ante la pandemia, los dos terremotos que nos han recordado otras terribles tragedias de nuestro pueblo, la cruel y sanguinaria violencia que nos está destrozando y que casi nos deja indiferentes, exigen que no dejemos pasar desapercibida nuestra actitud y nos detengamos para reflexionar un poco.

Me sorprende la capacidad que tenemos de pasar de la alarma generalizada a la banalización absurda del problema. La enorme creatividad de muchos que, después de vivir la angustia, pasan a la expresión de una situación que, ante la magnitud del dolor y la tragedia de muchos, pudiera parecer de burla o, al menos, falta de respeto. Siempre he sostenido que la muerte nos debe ayudar a vivir la vida intensamente de modo tal que dejemos atrás las continuas quejas o la cómoda estratagema de acusar a los demás de nuestra infelicidad. En muchos casos, no es sino la expresión de una vida a medias o contaminada de mediocridad. Tal vez, podríamos comenzar con las cosas simples de nuestra simple cotidianidad. Y para ello, este domingo quiero valerme de una reflexión anónima que me ha ayudado a pensar en lo que yo podría hacer para preparar el momento en que deba presentarme ante Él, el Señor, Dios Eterno y dar cuenta y razón de lo que he hecho con la vida que Él me regaló y que todos los días me da la oportunidad de corregirme y dar lo mejor de mí.

Este autor desconocido expresa lo siguiente: «Son las 6:00 pm y con una taza de café en mano pienso y hablo solo, pero……a ti te lo comunico así: el tiempo tiene su manera especial para tomarnos desprevenidos al paso de los años. Me parece que apenas ayer era joven … Pero no. En cierta forma parece que fue hace mucho tiempo. ¿A dónde se fueron los años …? Sé que los viví. Tengo visiones de cómo fueron y de todas mis esperanzas y sueños. Pero allí está. Ya llegó el otoño de mi vida y casi me ha tomado por sorpresa. ¿Cómo llegue aquí a mis 50, 60, 70 años tan rápido …? ¿A dónde se fueron los años de mi juventud …? Recuerdo que pensaba que ese otoño estaba tan lejos que no podía imaginar cómo sería. Pero me llegó. Mis amigos están jubilados y se vuelven ‘canosos’ … Como yo, se mueven más lentos. Algunos están en mejor forma, otros peor que yo, pero en todos veo el cambio. Eran jóvenes y vibrantes como yo … Pero la edad empieza a sentirse y a notarse. Ahora somos aquellas personas mayores que nunca pensamos que seríamos algún día.

Tomar una siesta ya no sólo es algo agradable como era … Ahora es algo necesario y obligatorio. Porque si no lo hago por propia voluntad, simple y sencillamente me quedo dormido donde me encuentre sentado. Así he entrado en esta nueva etapa de mi vida … Casi sin preparación para sufrir dolores y achaques, y la pérdida de fuerza, agilidad y habilidad para ir y hacer las cosas que quisiera.  Pero lo que, si sé, es que este otoño se irá más rápido. ¡Entonces empezará otra aventura …! Quizás habrá algún arrepentimiento por haber hecho cosas que hubiese querido no hacerlas, y por no haber hecho cosas que sí debí hacer … Pero hay muchas más con las que estoy contento. Si todavía no te ha llegado tu otoño, déjame recordarte que vendrá mucho más rápido de lo que piensas. Entonces, cualquier cosa que quieras lograr en tu vida hazla ahora, rápido. No lo pospongas por mucho tiempo. La vida se pasa pronto. Haz todo lo que puedas hoy, porque nunca estarás seguro si ya estás en tu otoño o no.

Sólo Dios sabe si podrás lograr vivir todas las estaciones. ¡Así que vive el hoy y el ahora, y dí ahora las cosas que quieres que tus seres queridos recuerden …!  La vida es un regalo que Dios nos ha dado. Haz de este viaje algo único, agradable, fantástico para ti y para tus seres queridos, tus allegados y en general para los que te rodean. ¡Vive bien …! ¡Goza tus días …! ¡Haz cosas agradables …!  Sé feliz. Recuerda … ‘La verdadera riqueza es la salud. No las piezas de oro y plata, o el dinero en el banco, ni las cosas materiales que cuando te vayas de este mundo no valdrán nada para ti’. Finalmente te sugiero, goza de tu vida mientras dure. Y recuerda que salir a la calle es bueno, pero regresar es mejor. Si olvidas nombres, no importa. ¡A lo mejor esas personas olvidaron que te conocieron …! Ten muy en cuenta que mucho, muchísimo de lo viejo fue bueno: Las viejas canciones, las películas clásicas, y lo mejor de todo … ¡Tus amigos del alma …! Me despido deseándote que estés bien, querido y siempre recordado amigo del alma … Te invito a que envíes este mensaje a algún viejo amigo del alma … Seguramente al leerlo sonreirá. Recordé tantos gratos momentos de mi pasado en que ustedes estuvieron presentes … Y de cada uno de ustedes aprendí algo muy valioso. No es lo que has reunido o acumulado … Sino lo que has repartido y lo que has dado de ti, lo que has entregado con generosidad y amor, lo que dirá la clase de vida que has tenido».

Domingo 23 de octubre de 2022.

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JAIME EMILIO GONZÁLEZ MAGAÑA

RP Jaime Emilio González Magaña, sacerdote jesuita que radica en Roma.

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