¿Hacia dónde marcha, corre, ese gran país? ¿A la explosión o a la implosión? Explosión nuclear si persiste en su voluntad de dotarse del arma suprema. Implosión política si ocurre el derrumbe del régimen teocrático y despótico, seriamente sacudido por una protesta civil desencadenada por las mujeres.
Mientras sigue enriqueciendo uranio, Irán reanudó el diálogo sobre la aplicación del acuerdo internacional de 2015, suspendido unilateralmente por Trump, acuerdo destinado a impedir que Teherán se haga del arma nuclear. Su adversario regional, Israel, con el cual se enfrenta en varios frentes de guerra, en el Medio Oriente, en el Mar Rojo y en el Mediterráneo, no está dispuesto a aceptar un Irán nuclear de modo que esa guerra secreta puede desembocar en un conflicto abierto entre Irán y sus aliados shiítas, Israel y sus casi aliados sunnitas.
Hoy, la principal amenaza para el régimen iraní no es Israel, sino la “rebelión de los hiyabs”, la protesta de las mujeres, después de la muerte (¿asesinato?), del 13 de septiembre, de la joven Mahsa Amini, 22 años, detenida por “mal uso del velo” (hiyab), por la “policía moral”. Por cierto, el Supremo, el Gran Ayatola Khamenei, 83 años, acusa a Israel y a los EEUU de ser los que jalan los hilos de las y de los títeres que manifiestan contra la gloriosa Revolución de 1979.
Ya van poco más de cinco semanas y el movimiento no parece apagarse, a pesar de la dura represión en su contra que ha causado la muerte de cientos de personas y un sin número de heridos y arrestados. ¿Qué se puede esperar de los “guardianes de la Revolución”, verdadero ejército al lado del otro? ¿Qué se puede esperar del presidente Ebrahim Raissi? “Es un matón. Un matón de masa”, nos dice un disidente iraní, Ahmad Hassani. Miles de jóvenes, entre los cuales cientos de mujeres, fueron asesinados bajo la autoridad de Raissi, apodado “el carnicero de Teherán”, cuando se encargó de la gran represión de los disidentes de 1988; Soona Samsami, representante del Consejo Nacional de la Resistencia, afirma que el actual presidente “fue personalmente responsable de miles de ejecuciones extrajudiciales, mandando a la horca miles de presos políticos en Teherán y Karazh, al Oeste de la capital”. Prosigue: “Como jefe del poder judicial, entre 2019 y 2021, supervisó personalmente el asesinato de 1,500 manifestantes, durante el levantamiento de noviembre de 2019. Desde que tomó posesión como presidente: 582 ejecuciones, 100% más que en el año anterior”. (Le Devoir, Montreal, 9 septiembre 2022).
Cinco días después de esa denuncia, murió la joven Mahsa Amini. Las mujeres salieron a la calle, se quitaron el velo, se cortaron el pelo, dos símbolos muy fuertes; cortarse el pelo es una forma ritual de desafío; los hombres no tardaron en acompañarlas en lo que parece ser una verdadera guerra, porque el régimen siente, con razón, que su existencia está en juego. Por cierto, en 1979, al inicio de la revolución que derrocó al shah, al monarca Rezah Pahlevi, revolución inicialmente democrática, las mujeres habían participado activamente. Sin embargo, su enojo actual y su determinación son mucho mayor, si uno piensa que hasta las colegialas de trece años salen a manifestarse con riesgo de perder la vida. Ciertamente, no es la primera vez que el régimen enfrenta protestas: 1988, luego 1999 cuando los estudiantes se indignaron contra el cierre de un periódico reformista; 2009, después del evidente fraude en las elecciones presidenciales, y 2017, 2019…
Desde la primera manifestación femenina, el “carnicero” ordenó multiplicar y endurecer las “patrullas de moralidad”; los “pasdaran” (Guardianes de la Revolución) empezaron a disparar a matar. Manifestar, comenta Azadeh Moaveni, es “ir a la guerra aquí, arriesgar a ser herido, arrestado, muerto. Es como una guerra”. (New York Times, 8 de octubre de 2022). Prueba de que por primera vez el Estado se siente desafiado en su existencia misma, el 3 de octubre, el Guía Supremo, el anciano y enfermo Ali Khamenei condenó el movimiento, “instigado por los Estados Unidos y por Israel”.
Optimista, la artista Niloofar piensa que “incluso si el movimiento para mañana, será una victoria. Les ha dado una lección que nunca olvidarán”.
Historiador en el CIDE