Los Mártires de Cajonos
Los Mártires de Cajonos fueron Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, de origen indígena zapoteca, provenientes de la sierra Norte de Oaxaca, en México.
Se desempeñaban como fiscales, y durante la noche del 14 de septiembre de 1700, cuando descubrieron un grupo de personas realizando un ritual pagano cerca del poblado San Francisco Cajonos, en Oaxaca. Al denunciarlos ante las autoridades y al decomisarles las ofrendas enardecieron a la multitud. Al día siguiente, el pueblo se amotinó, exigiendo la entrega de las ofrendas confiscadas y de los fiscales, quienes se refugiaron en el convento, y junto con las autoridades locales, se pasaron la tarde entre exigencias y negociaciones. Finalmente, ante las amenazas y el peligro crecientes de matar a todos e incendiar el convento, el capitán Pinelo decidió entregar a los fiscales, bajo promesa de respetar sus vidas.
Los padres del convento no aceptaron la entrega. Pero los fiscales depusieron sus armas aceptando la perspectiva de morir. Se confesaron y recibieron la Comunión, diciendo Juan Bautista: «Vamos a morir por la ley de Dios; como yo tengo a su Divina Majestad, no temo nada ni he de necesitar armas», y al verse en manos de sus verdugos dijo: «Aquí estoy, si me han de matar mañana, mátenme ahora». Fueron azotados en la picota de la plaza pública, y durante ese trance dijeron a los Padres, quienes observaban desde la ventana: «Padres, encomiéndenos a Dios». Y cuando los verdugos se burlaban de ellos diciéndoles: «¿Te supo bien el chocolate que te dieron los Padres?», ellos respondieron con el silencio.
El día 16 los verdugos condujeron a Juan Bautista y a Jacinto al poblado de San Pedro, donde de nuevo fueron azotados y encarcelados. Cuando los verdugos invitaban a los fiscales a renegar de la fe católica para obtener el perdón, ellos contestaron: «Una vez que hemos profesado el Bautismo, continuaremos siempre a seguir la verdadera religión». Entonces les llevaron bajando y subiendo por laderas, hasta el monte Xagacía, antiguamente llamado De las hojas, donde amarrados los despeñaron, casi los degollaron y finalmente los mataron a machetazos. Luego les arrancaron los corazones y los echaron a los perros, quienes se negaron a comérselos. Los verdugos Nicolás Aquino y Francisco López bebieron sangre de los mártires, para recuperar ánimo y fortalecerse según costumbre de beber la sangre de los animales de caza y de los hombres valerosos. Los sepultaron en el mismo monte, desde entonces llamado Monte Fiscales Santos.
Fueron beatificados por el papa Juan Pablo II en su quinta y última visita a México en la Basílica de Guadalupe el 1 de agosto del 2002, y su fiesta se celebra el 18 de septiembre de cada año.