Esperanza

Pedro Casaldáliga

Nuestra memoria bien vivida es nuestra esperanza bien cimentada.

Sólo espera con fundamento quien vive muy respaldado por una fuerte memoria. Podremos ser en el futuro nosotros y nosotras, porque muchos y muchas de los nuestros fueron lo que fueron en un pasado que es nuestra herencia. Nosotros no vamos “en busca del tiempo perdido”, sino a la forja futura del tiempo secularmente ganado. El gran teólogo Rahner escribió un día que “el tesoro del pasado es la libertad del futuro”.

Memoria y esperanza que, en una instancia mayor acaban siendo como la parábola de un solo arco: arco de guerra, arco de paz, el arcoíris de la alianza. Un solo arco, la memoria y la esperanza, según los místicos, que reconocen en el entendimiento la facultad de la fe y en la voluntad la facultad del amor, mientras le confían a la memoria la frágil, poderosa, militante esperanza.

Lo primero que habrá que hacer para construir el mundo nuevo será “soñarlo”. Lo nuevo no vendrá más que si hay muchos y muchas que lo sueñan utópicamente, que se esfuerzan por configurarlo como sueño y proyecto, como esperanza. Para que venga el mundo nuevo, hay que poner a trabajar la imaginación, la fantasía, la esperanza, la utopía.

Soñar el otro mundo posible es un primer paso para provocarlo, para darlo a luz. ¿Cómo será ese otro mundo posible? ¿Cómo debería ser?

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