JESÚS ÁLVAREZ DEL TORO // La muerte del primer obispo de Zamora

         El 13 de junio de 1877 falleció don José Antonio de la Peña y Navarro, quien fuera el primer obispo de la Diócesis de Zamora; la circular-providencia que da cuenta de ello es harto ilustrativo de consternación que causó en todo el obispado zamorano.

         Reproduzco íntegra la circular con el propósito de que conozcamos cómo se vivió al interior de la diócesis.

Circular N°25.

“Dios Nuestro Señor, cuyos designios son inescrutables, tuvo a bien hacer que Nuestro Ilustrísimo Prelado, el Sr. Dr. Don José Antonio de la Peña y Navarro pasara a mejor vida, a recibir la corona de justicia, debida a sus eminentes virtudes.

         El día 13 del presente mes y el día que cubrió de luto a toda esta Diócesis, pues en él cerró los ojos nuestro amadísimo pastor para no abrirlos más en esta vida de llanto y de miserias. El pueblo de Tarecuato fue testigo de este infausto acontecimiento, hasta allá pudo ser conducido su Ilustrísima en medio de los más agudos dolores ocasionados por una grave enfermedad que le atacó a poco de haber salido del pueblo de Tingüindín, en donde su ardiente celo por la salud de las almas, le hizo sobreponerse a sus ya cansadas y débiles fuerzas, para administrar, hasta muy entrada la noche, el santo sacramento de la Confirmación a millares de sus queridísimos diocesanos.

         Los recursos de la medicina no fueron bastantes, sino a posponerle un tanto su preciosa existencia, pues pudo sobrevivir al ataque mortal diez días. Durante ellos se le administraron todos los auxilios espirituales de nuestra santa y adorable religión, teniendo al fin que sucumbir, como va dicho, el 13 del corriente, a las nueve y media de la noche, dejándonos a todos edificados con sus virtudes y poseídos del más profundo sentimiento.

         Muy conocidos deben ser de los señores curas y demás eclesiásticos sus deberes para con el prelado después de su fallecimiento, pero esto, no obstante, el secretario vicario capitular, Canónigo Lic. Don Juan R. Carranza, ha creído de un deber, recordar, como en efecto recuerda por medio de la presente circular, lo disputado por nuestro III Concilio Mexicano, en el párrafo 8°, Título 10, Libro 2°, es decir, la obligación de celebrar en cada parroquia y vicaría auxiliares, dentro de los ochos días de recibida la presente, una misa cantada de Réquiem con responsos, por el alma de nuestro difunto prelado; y además la que tienen todos los sacerdotes de celebrar por el mismo fin una misa rezada dentro del término de cuatro días.

         Cuiden pues, los párrocos y demás eclesiásticos de cumplir con este sagrado deber, e igualmente exhorten a sus respectivos feligreses a que pidan a la Majestad Divina por el descanso eterno del alma de nuestro virtuosísimo pastor.

         Sienten la presente en el libro de Providencias y remítanla sin pérdida de tiempo al lugar que corresponda según la anotación marginal. Debiendo mandar los párrocos por cuerda separada a sus vicarios auxiliares, que no consten en dicha nota, una copia certificada de esta circular.

         Y lo comunico a ustedes de orden del secretario para los efectos consiguientes.

         Dios Nuestro Señor guarde a usted muchos años. Zamora, junio 18 de 1877.

Cleofas Murguía. Pro-Secretario”. (Archivo de la parroquia de la Purísima de Zamora. Disciplinar 1754-1906. Libro 2 de Providencias)

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JESÚS ÁLVAREZ DEL TORO

Jesús Alvarez del Toro, licenciado en Historia. Director del Museo de Zamora, Cronista de la ciudad de Zamora.

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