Volvió a la fe tras reconciliarse con el Papa Francisco.
Por: Enrique Villegas
(ZENIT Noticias / Buenos Aires).- El domingo 20 de noviembre falleció en su país natal, Argentina, la activista de derechos humanos Hebe de Bonafini. La también líder de la Asociación de las Madres de Plaza de Mayo murió a los 93 años y reconciliada con el Papa Francisco, con quien conflictuó abiertamente mientras éste fue arzobispo de Buenos Aires.
Sobre ella dijo el Papa en una carta a un amigo: “Esta señora, desde la plaza (de Mayo), me insultó varias veces con artillería pesada pero a una mujer a quien le secuestraron los hijos y no sabe cómo y cuánto tiempo los torturaron, cuándo los mataron y dónde los enterraron, no le cierro la puerta. Lo que veo allí es el dolor de una madre. Si me usa o no me usa no es mi problema. Mi problema sería no tratarla con la mansedumbre de pastor».
De acuerdo con una publicación en Twitter, el arzobispo de La Plata, Víctor Manuel Fernández la visitó en el hospital: “El viernes la visité en el hospital Italiano de La Plata y la encontré muy bien preparada. “Estoy lista”, me dijo con una sonrisa. Le di el saludo de Francisco. Ella decía que volvió a la fe después de reconciliarse con él”.
En ese sentido, la señora de Bonafini declaró a una estación de radio (am 530) precisamente lo que el arzobispo de La Plata escribió: “Él (el Papa) me había invitado muchas veces al Vaticano. A mí me parecía que no debía ir porque me había peleado muchas veces con él. Hasta que un día mandó a un obispo a mi casa, con quien charlé y acepté la invitación de visitarlo. Había perdido la fe completamente y cuando comenzó la relación me devolvió la fe, tan necesaria… Sin fe no se puede vivir, y gracias a esa fe yo hablo con mis hijos todas las noches”.
Al tener noticia de la muerte de quien en otro tiempo fuese una enemiga pública, el Papa envió una carta a la asociación fundada por la señora de Bonafini:
A las Madres de la Plaza de Mayo.
Queridas Madres,
En este momento de dolor por la muerte de Hebe de Bonafini, madre de la plaza, quiero estar cerca de Ustedes y de todas las personas que lloran su partida.
Supo transformar su vida, como Ustedes, marcada por el dolor de sus hijos e hijas desaparecidos en una búsqueda incansable por la defensa de los derechos de los más marginados e invisibilizados. Recuerdo, en el encuentro que tuvimos en el Vaticano, la pasión que me transmitía por querer darle voz a quiénes no la tenían.
Su valentía y coraje, en momentos donde imperaba el silencio impulsó y después mantuvo viva la búsqueda por la verdad, la memoria y la justicia. Una búsqueda que la llevó semanalmente a marchar para que el olvido no se apoderase de las calles y de la historia y, el compromiso con el otro, fuera la mejor palabra y antídoto contra las atrocidades que se padecieron.
En esta, su última marcha, la acompañamos con la oración pidiéndole al Señor que le regale el descanso eterno y no permita que se pierda todo el bien realizado; y, a Ustedes, las conforte y acompañe para seguir siendo las Madres de la Memoria.
Rezo por Ustedes; por favor, no se olviden de rezar por mí. Que Jesús la bendiga y la Virgen Santa las cuide