5 preocupaciones ante Camino Sinodal Alemán:

Prefecto del Dicasterio para Doctrina de la Fe a episcopado alemán

Intervención completa en español del prefecto del Dicasterio para Doctrina de la Fe a episcopado alemán en Vaticano.

 (ZENIT Noticias / Roma).- El prefecto para el Dicasterio de la Doctrina de la Fe intervino en el encuentro entre algunos representantes de la Curia Romana, a nombre del Papa, y el episcopado alemán en pleno el 18 de noviembre de 2022. Ahí ofreció la intervención que ZENIT ofrece traducida ahora al español. Se trata de 5 preocupaciones concretas, puntuales y claras sobre el Camino Sinodal.

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Parte de un cuerpo mayor

Cardenal Luis Francisco Ladaria Ferrer

Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe

Hay un pasaje de la carta del Santo Padre al Pueblo de Dios sobre el Camino en Alemania que constituye el trasfondo de esta breve intervención mía. El Papa Francisco escribe en el párrafo 9 de la citada carta:

«La Iglesia universal vive en y de las Iglesias particulares [Lumen Gentium, 23], así como las Iglesias particulares viven y florecen en y de la Iglesia universal, y si se encuentran separadas de todo el cuerpo eclesial, se debilitan, se pudren y mueren. De ahí la necesidad de mantener siempre viva y eficaz la comunión con todo el cuerpo de la Iglesia, que nos ayuda a superar la ansiedad que nos encierra en nosotros mismos y en nuestras particularidades, para poder mirar a los ojos, escuchar o renunciar a las urgencias para acompañar a los que quedan en el camino. A veces esta actitud puede manifestarse en el más mínimo gesto, como el del padre al hijo pródigo, que deja las puertas abiertas para que, cuando vuelva, pueda entrar sin dificultad [cf. Evangelii gaudium, 46]. Esto no es sinónimo de no caminar, avanzar, cambiar o incluso debatir o disentir, sino que es simplemente la consecuencia de saber que somos constitutivamente parte de un cuerpo mayor que nos quiere y nos espera, y que también queremos y esperamos, y necesitamos. Es el gusto de sentirse parte del santo y paciente Pueblo fiel de Dios’.

Las palabras que siguen quisieran ahora precisamente despertar en cada uno de nosotros esta conciencia de que somos constitutivamente parte de un cuerpo más grande, y que es precisamente esa comunión con todos los demás miembros de la Iglesia la que puede permitir -más que otros mil gestos o proclamas rotundas- esa hospitalidad tan necesaria hoy hacia los que se han quedado en el camino.

Y, efectivamente, son muchos y muchas los que hoy ya no se sienten «en casa» en la casa del Señor y se quedan fuera de ella. Luego todavía hay muchos y muchas que se sienten profundamente traicionados por los hombres y mujeres de la Iglesia católica y ya no asisten. Sobre todo, finalmente, hay muchos y muchas que ya no sienten ninguna confianza en nosotros, los obispos. Y esto ocurre no sin razón. Nuestros pensamientos se dirigen inmediatamente a la dolorosa página de los abusos sexuales y, en general, del abuso de poder por parte del clero, y a todas las veces que en esos casos nuestra respuesta como Iglesia no ha estado a la altura de la situación. En este sentido, no nos cansaremos de pedir perdón a las víctimas de estos abusos, ofreciéndoles nuestra posible ayuda; al mismo tiempo, no nos cansaremos de renovar cada día nuestro empeño para que los abusos contra los menores y los abusos de poder de los hombres y mujeres de la Iglesia no vuelvan a producirse. Desde este punto de vista, puedo asegurarle que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe se compromete con todas sus fuerzas y con los máximos escrúpulos a que se apliquen las penas previstas en el Código a los clérigos que han sido culpables de tan abominables delitos.

Desde este punto de vista, es más que encomiable el esfuerzo que la Iglesia en Alemania está haciendo internamente para establecer protocolos de seguridad para prevenir cualquier abuso contra menores y cualquier otra forma de violencia contra adultos por parte de clérigos y en todo caso dentro de las instituciones eclesiásticas. Este compromiso ha encontrado su particular concreción en el Camino Sinodal iniciado en 2019 por la Iglesia en Alemania, que está alcanzando una fase especialmente importante en estos mismos meses.

Ahora, precisamente en el espíritu de ese «saber que [todos] somos parte constitutiva de un cuerpo más grande que nos quiere y nos espera, y que también nosotros queremos y esperamos, y que necesitamos», evocado por las palabras antes mencionadas de la carta del Santo Padre al Pueblo de Dios que está en camino en Alemania, me corresponde, como Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, presentaros, Venerables Hermanos, cinco preocupaciones concretas que surgen de la lectura atenta de los textos que hasta ahora se han discutido en vuestro Camino Sinodal.

Primera preocupación: el género literario de los textos

La primera preocupación se refiere al género literario de los textos. Dado que el suyo no es un sínodo, sino un camino sinodal, no parece estar previsto ningún documento final por ahora. ¿Pero no deberíamos pensar en algo así como un documento final del Camino Sinodal o algo similar? Tal pregunta se impone cuando se advierte que en tantos pasajes de los textos del Camino Sinodal hay afirmaciones genéricas sobre las posiciones presentes en el santo pueblo de Dios, referencias alusivas a evidencias científicas y sociológicas, uso de resultados exegéticos aún discutidos y cuestionables, declaraciones sin vacilación del fin de la metafísica y del eclipse de toda verdad, protocolos genéricos de posible reconocimiento público de la doctrina eclesial, y finalmente referencias a teólogos y teólogas sin nombre y sin posibilidad de identificación. Estas cosas están quizá muy claras para los autores de los textos y para los lectores cualificados, pero si formamos parte de un cuerpo mayor y estos textos (con sus traducciones ya disponibles a otras lenguas) empiezan a tener una difusión global, no parece descabellado proponer un documento final o algo similar en el que pueda surgir un proceder más lineal y menos dependiente de afirmaciones que no están del todo comprobadas.

Segunda preocupación: la conexión entre la estructura de la Iglesia y el fenómeno del abuso clerical contra menores y otros fenómenos de abuso

La segunda preocupación es la conexión entre la estructura de la Iglesia y el fenómeno del abuso clerical contra menores y otros fenómenos de abuso. El discurso que plantean los textos, también por su extensión y por las necesarias repeticiones en varias ocasiones, no parece tener en cuenta la especificidad del cuerpo eclesial. Ni que decir tiene que hay que hacer todo lo que se pueda para evitar que se sigan produciendo abusos de clérigos contra menores, pero esto no debe implicar una reducción del misterio de la Iglesia a una mera institución de poder ni una consideración previa de la Iglesia como una organización estructuralmente abusiva, que debe ser puesta bajo el control de supercontroladores lo antes posible. Desde este punto de vista, el mayor riesgo de muchas de las sugerencias operativas de los textos del Camino Sinodal es el de perder uno de los mayores logros del Concilio Vaticano II, a saber, la clara doctrina de la misión de los obispos y, por tanto, de la Iglesia particular.

Tercera preocupación: la visión de la sexualidad humana según la doctrina de la Iglesia

La tercera preocupación se refiere a la visión de la sexualidad humana según la doctrina de la Iglesia y, en particular, tal como se expresa en el Catecismo de la Iglesia Católica de 1992. La impresión general que puede surgir a este respecto de la lectura de los textos del Camino Sinodal es que en este terreno de la doctrina de la Iglesia no hay casi nada que salvar. Habría que cambiar todo. ¿Cómo no pensar en el impacto que esto tiene en tantos fieles que escuchan la voz de la Iglesia y se esfuerzan por seguir sus pautas de vida? ¿Deben pensar que lo han hecho todo mal hasta ahora?

No debería ser demasiado fácil pensar que la sexualidad humana es algo límpido y desprovisto de la ambivalencia que conlleva todo gesto humano, y más aún todo gesto humano relacionado con el ejercicio de la sexualidad. Hubiera sido deseable, por parte de los autores de los textos y de la Asamblea del Camino Sinodal, ser más cautelosos y tener cierta confianza en la visión que el Magisterio ha realizado de la sexualidad en las últimas décadas. Salvaguardar el carácter constitutivamente generativo y generacional del ser humano sigue siendo una de las grandes tareas proféticas de la comunidad de creyentes en este tiempo de progresiva mercantilización de la existencia humana.

Cuarta preocupación: acceso de la mujer al orden sacerdotal

La cuarta preocupación se refiere al papel de las mujeres en la Iglesia y, en particular, a la cuestión del acceso de las mujeres a la ordenación sacerdotal. También en este caso, los textos del Camino Sinodal parecen quedarse cortos en una hermenéutica participativa de las posiciones magisteriales, reduciendo todo a la siguiente constatación: la dignidad fundamental de las mujeres no se respeta en la Iglesia católica, porque no pueden acceder a la ordenación sacerdotal. La posición del Magisterio es en verdad más específica. El punto decisivo a este respecto no es que las mujeres en la Iglesia católica no puedan acceder a la ordenación sacerdotal; el punto es que hay que aceptar la verdad de que «la Iglesia no tiene en absoluto la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres» (San Juan Pablo ii, Ordinatio sacerdotalis).

Aquí encuentra su pleno significado ese sentimiento de formar parte de un cuerpo mayor, de un cuerpo que no está desarticulado, sino de un cuerpo que, por voluntad explícita del Señor Jesús, tiene su guía en Pedro y sus sucesores. Quisiera añadir inmediatamente que las últimas deliberaciones del Camino Sinodal de querer dirigir una petición al Santo Padre Francisco para reabrir esta cuestión, ciertamente amortiguan los tonos altamente polémicos del texto específico sobre el acceso de las mujeres a la ordenación sacerdotal, y por ello sólo podemos estar agradecidos. Por supuesto, queda la cuestión del destino final de estos textos del Camino Sinodal. La sugerencia fraternal sigue siendo la de llegar a una síntesis más tranquila y decididamente más acorde con ese «sentimiento de que somos constitutivamente parte de un cuerpo mayor» que guía esta intervención mía.

Quinta preocupación: ejercicio del magisterio eclesial

La quinta y última preocupación se refiere al ejercicio del magisterio eclesial y, en particular, al ejercicio del magisterio episcopal. En los textos del Camino Sinodal casi se olvida el dictado de la constitución conciliar Dei Verbum y, en particular, la cuestión de la tradición de la fe a través de la sucesión apostólica: «Los apóstoles, pues, para que el Evangelio se conservara siempre intacto y vivo en la Iglesia, dejaron a los obispos como sucesores suyos, ‘confiándoles su propio lugar de maestros’» (dv, 7).

Antes de la redacción del corpus del Nuevo Testamento, existe de hecho la comunidad de discípulos del Señor Jesús llamada a llevar a todos los hombres y mujeres de la tierra el mensaje de la buena nueva del Dios para todos los amores. Esta comunidad, sin embargo, es una comunidad ordenada, fundada sobre un líder que es Pedro y puesta bajo la dirección de los Doce, que tienen la tarea de autentificar el testimonio de los demás discípulos y discípulas del Señor. A lo largo de los siglos, este orden en la diaconía de todos al reino de los cielos se hace posible precisamente gracias a la presencia y misión de los obispos y, de manera especial, a la presencia y misión del Obispo de Roma. A quien se debe, precisamente por esto, una tarea especial en acompañar a todos a vivir la caridad en la verdad y la verdad en la caridad. Y si es cierto que el magisterio está bajo el juicio de la Palabra, también es cierto que la Palabra se hace viva y resuena como viva precisamente gracias al ejercicio del magisterio de los obispos y del Obispo de Roma en particular. ¡Qué reconfortante es para todo obispo saber que siempre es cum Petro y sub Petro!

Por tanto, no es posible equiparar esta delicada y decisiva tarea en la vida de la Iglesia católica con otros ministerios en ella como el de los teólogos y los expertos en otras ciencias.

Conclusión

Venerables hermanos, estas son las preocupaciones que, en el espíritu de ese sentimiento de que todos somos constitutivamente parte de un cuerpo mayor, he querido poner en vuestro conocimiento. La Iglesia universal necesita a la Iglesia que está en Alemania, así como la Iglesia que está en Alemania necesita a la Iglesia universal. Pero debemos querer «necesitarnos» unos a otros, debemos querer esperarnos unos a otros, debemos querer esta comunión de vida y de camino. Y, en verdad, esto es precisamente lo que su sincero y profundo deseo de ser cada vez más una Iglesia en la que todos puedan sentirse en casa, en la que todos puedan sentirse parte de una familia, una Iglesia en la que Dios revele a todos su rostro de Padre, Hijo y Espíritu Santo, especialmente ahora después de las dramáticas páginas que hemos vivido por la evidencia de terribles abusos de clérigos contra menores y su gestión por parte de algunos obispos que no siempre estuvo a la altura de la gravedad de la situación.

Que el Señor bendiga nuestra voluntad de necesitarnos unos a otros.

Traducción del original realizado por el P. Jorge Enrique Mújica, LC, director editorial de ZENIT.

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