Estamos viviendo las consecuencias de decisiones tomadas a espaldas de la sociedad y con oídos sordos a las instituciones y a los mexicanos.
Enrique Cárdenas
Universidad Iberoamericana de Puebla y Universidad de Guadalajara.
Desde 2019 y 2020 diversas voces expresaban que las consecuencias de ciertas decisiones del presidente López Obrador traerían graves consecuencias en el corto y mediano plazos. Esas consecuencias ya están aquí. Ya son visibles y algunas de ellas han resultado todavía peores a lo que se presagiaba. En esta columna me voy a reducir a sólo dos decisiones que han sido demoledoras.
La primera de ellas fue la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México a fines de octubre de 2018. Entonces se comentó que esa decisión iba a ser sumamente costosa en lo económico, pues llevaba ya un tercio de su construcción y estaban listos todos los estudios para su inicio, además de sus implicaciones en la confianza de los inversionistas tanto afectados como otros que pudieran estar interesados en invertir en México. Hoy vemos cómo el costo reconocido por la Auditoría Superior de la Federación es de más de 200 mil millones de pesos, más los costos financieros a futuro y el costo del AIFA y sus consecuencias. También vemos hoy que la nueva inversión en infraestructura se ha reducido a las obras emblemáticas del presidente cuya rentabilidad económica y social es baja o incluso negativa. La inversión privada (nacional y extranjera) se ha centrado en la importación de maquinaria y equipo para ampliar la capacidad de sus plantas, pero no para construir nuevos polos de desarrollo. La implicación directa es un crecimiento más lento de la economía.
Otra grave decisión del gobierno cuyas consecuencias padecemos al día de hoy es la pésima gestión de la pandemia de Covid-19, en contra de voces expertas que señalaban desde un inicio las falencias de la estrategia adoptada por el presidente López Obrador. En lo sanitario, desde un inicio se anunciaba que la estrategia de Hugo López-Gatell no estaba bien enfocada y que provocaría más muertes de las inevitables. Hoy sabemos que el exceso de muertes durante los meses de la pandemia es mayor a 700 mil personas, la tasa más alta por millón de habitantes en todo el mundo. A ello contribuyó también otra decisión paralela: sustituir el Seguro Popular por el Insabi. A pesar de advertencias de especialistas, el intento fallido de implementación del Insabi debilitó al sistema de salud y dos años más tarde 18 millones de mexicanos dejaron de tener acceso a la salud. Algo semejante ocurrió con la centralización de las compras de medicamentos en la Oficialía Mayor de Hacienda de Raquel Buenrostro. El desabasto de medicinas ha sido enorme y, además de las consecuencias en salud, ha provocado que la gente gaste 43 por ciento más en medicamentos y atención médica que lo que hacía en 2018.
Otras ramificaciones de la fallida gestión de la pandemia fueron sus efectos en educación, en el bienestar y en la economía. Cancelar clases y mantener las escuelas cerradas por año y medio, a diferencia de la experiencia en el resto del mundo, ha dado lugar a pérdidas de aprendizaje y abandono escolar que ya marca una pérdida permanente en la trayectoria laboral de millones de jóvenes. Esta pésima decisión ahondó las brechas entre niños con acceso a internet y los que no lo tienen, o incluso entre quienes tienen acceso a TV y quienes no. Sus consecuencias ya están aquí, pues 3.6 millones de niños y jóvenes abandonaron sus estudios en 2021.
Numerosas instituciones académicas y de investigación, patronales, académicos y especialistas le pidieron al presidente López Obrador que siguiera una política que compensara los efectos inmediatos de la pandemia mediante un ingreso vital temporal, pago parcial de salarios en empresas y otros programas de apoyo a los trabajadores y familias en el mercado informal. La respuesta fue un apoyo de 0.5 por ciento del PIB, el más bajo para América Latina y uno de los más bajos en el mundo occidental. La consecuencia, que se advertía desde entonces y de ahí la vehemencia con que se hicieron los llamados al gobierno para rectificar, fue una caída del PIB de más de 8.0 por ciento en 2020 y una recuperación muy lenta a partir de entonces, al grado que hoy México es uno de los pocos países que no ha logrado el nivel de producción que tenía antes de la pandemia. De hecho, México no recuperará su nivel de producto per cápita de 2018 hasta 2025 o 2026. Las consecuencias son pérdida de bienestar y de empleo de millones de mexicanos, endeudamiento privado, y creciente emigración del país.
Estas son apenas dos decisiones de López Obrador que han tenido graves consecuencias para los mexicanos. Hay muchas más pero mi intención es evidenciar que ya estamos viviendo las consecuencias de decisiones tomadas, a espaldas de la sociedad y con oídos sordos a las instituciones y a los mexicanos. El futuro ya nos alcanzó. (El Financiero)