“Amo la vida profundamente: tuve la fortuna de conocer a mi mujer, llevo 38 años de convivencia con ella, tengo a unos hijos que amo y siete nietos”.
Con esas palabras, Héctor Bonilla se describió en junio pasado, durante un homenaje que se realizó en 2019 en Cineteca Nacional.
Subió al escenario sin cabello, pero caminando firme y rápidamente. Aclaró que no era por el cáncer en el riñon que padecía, para el cual no existen tratamientos.
«Estoy así por un personaje de una película en la que estoy», indicó para anunciar Más que mil palabras, su más reciente historia.
A sus 80 años el actor seguía trabajando tanto en cine como teatro, actividad última en donde colaboró en más de 120 puesta en escena, en las que fue director en alrededor de 50.
«Cuando todo actor inicia, su sueño es representar a Hamlet, yo no fui la excepción; sin embargo, nunca lo hice», dijo durante la entrega del Ariel de Oro, otorgado por su trayectoria.
Los inicios de Héctor Bonilla
Tenía 15 años y cursaba la educación secundaria cuando una maestra montó La tierra de jauja, de Lope de Rueda, en la que obtuvo un personaje a pesar de su timidez natural.
Sus padres querían que todos sus hijos fueran médicos, pero se rebeló y optó por Derecho en la UNAM, en donde también pudo combinar la práctica del futbol americano y clases en la Escuela de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes.
«Iba a los Estudios Churubusco a ver qué salía. Me acuerdo que íbamos a las oficinas de don Alfredo, el papá de Arturo Ripstein, y nos ponían así, contra la pared a todos y pasaban y nos veían, nomás faltaba que nos vieran como caballos para ver a quién levantaban para qué papel», recordó en una entrevista a la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.
Antes que «Y tu mamá también»
Luego del estreno de «Y tu mamá también», que catapultó a Gael García Bernal y Diego Luna internacionalmente, Bonilla gustaba contar de Narda o el verano, filme que hizo en 1968 y la cual guardaba similitudes con la dirigida por Alfonso Cuarón.
La cinta se situaba en el verano, con dos amigos que terminaban relacionándose con una misteriosa mujer y que les cambiaría la vida.
Pero lo importante no fue eso, comentó a EL UNIVERSAL durante la conmemoración del 2 de octubre de 1968.
«Yo por esa película estaba en Acapulco filmando, sino, seguramente habría ido al mitin», apuntó.
A fines de los 80’s, junto con Jorge Fons, levantó el proyecto Rojo amanecer, que retrataba lo ocurrido en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco.
Al rodaje llegaba sin tener aprendido bien el guión, pues estaba más preocupado en conseguir los recursos. Y fue cuando entró Valentín Trujillo para el empuje final.
Logró dirigir una película, Mónica y el profesor, de la cual sabía no quedó como estaba planeado. Pese a su experiencia actoral, la historia no saltó en la edición final.
«Acostumbrado a la moviola… resulta que hay unos señores que opinan y te presentan seis tomas para elegir, para corregir color y cuando ve uno la proyección de lo que entregaron, está igual de mal el color y el mismo defecto de sonido», recordó en una entrevista publicada en el Diccionario de Directores del Cine Mexicano.
Pero como actor, siempre tuvo mucho control, sabiendo lo que debía tocar.
«Parto de la base y lo repito eternamente, de que el cine es un punto de vista de atrás de cámara y los actores lo que tenemos que hacer es ayudarle a un director a contar una historia», refirió a la Academia.
«(En teatro) Ningún público es igual. Poniendo ejemplos, no perfectos, no es que así suceda siempre, pero con mucha frecuencia el público de sábado en la noche está más ávido de saber cosas que el del domingo en la tarde ¿Por qué? Ellos no lo saben, pero no van a trabajar el otro día y entonces están más despiertos; y los del domingo en la tarde traen dos tequilas y el chicharrón atravesado, hay muchas personas que se duermen. Entonces, uno tiene que hacer una representación más subrayada, para que se lleven lo mismo que se aprobó en la puesta en escena», rescató.
Relativa contral la anda
Héctor formó parte del grupo disidente de casi mil actores que, a fines de los setentas, renunció a la Asociación Nacional de Actores, por temas de corrupción, para integrar el Sindicato de Actores Independientes.
Rogelio Guerra, Enrique Rocha, Claudio Obregón, Oscar Chávez y Enrique Lizaldi fueron algunos que se sumaron a la iniciativa que provocó que la ANDA se asociara con el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica y, con ello, el cierre de puerta para el SAI.
A mediados de los 80’s el sindicato murió, algunos regresaron a la ANDA, pero él se mantuvo fuera por un tiempo, pues era regresar a algo que no aprobaba.
Linea del tiempo
1967: Pax es su primer protagónico en cine
1971: El cambio, de Alfredo Joscowicz, es su ingreso al cine industrial
1977. Renuncia a la ANDA para forma el SAI
1977: Estrena la puesta en escena El diluvio que viene
1986. Protagoniza la telenovela La gloria y el infierno
1989: Levanta Rojo amanecer
2002. Dirige Mónica y el profesor