Imaginemos cómo fue nuestra ahora ciudad, en la época colonial…
En la última década del siglo XVIII, la entonces villa de Zamora vivió entre algunos conflictos causados por el agua de riego para las labores y el ordenamiento de asumir medidas de seguridad, para la tranquilidad de los pobladores de la Villa, acontecimiento que atajó de inmediato Don Pedro José Navarro, alcalde ordinario de la Villa, quien tuvo que decretar medidas tendientes a solucionar dichos problemas. Nombró primeramente a un juez para uso y distribución de las aguas, así como la colocación de compuertas en los lugares en los que los labradores pudieran acceder al vital líquido, y por otra parte ordenó el arreglo de los callejones “que salen de esta villa para el pueblo de La Barca” (Arturo Rodríguez Zetina. Todos los entrecomillados); ya que entre “los sacates y jarales se pueden esconder hombres forajidos y de mal vivir” (Ídem)
De la misma manera ordenó a los dueños de las labores que las desmontaran y limpiaran y quien no cumpliera con este ordenamiento se haría acreedor de una multa de ocho pesos, además de que personal al mando de la alcaldía limpiarían a cargo del propietario dichas labores. Igualmente, Don Pedro José Navarro decretó medidas tendientes al control político y mejoramiento de la imagen nocturna de la villa. Mandó colocar en “las paredes acostumbradas de la villa”, los avisos que creyó adecuados para garantizar la seguridad de los zamoranos.
Así, por ejemplo, ordenó a los vecinos de la villa y a los encargados del curato “no alojar, ni dar posada a gente baja y sospechosa”. Dispuso, también, “que se presentaran ante el Alcalde todos los forasteros y de no hacerlo, se les reduciría a prisión”; que “los dueños de las casas de esta villa que tengan hospedados forasteros den aviso a los alcaldes”. Estableció, además “que todas las boca calles de esta villa y en los barrios se pongan hachones y luminarias de ocote desde la oración, hasta las nueve, (hora hasta) la que nos alumbra la luna”, la iluminación correría a cuenta de los vecinos; pero además, “mandó que ninguna persona transitara por las calles desde las nueve y media de la noche en adelante” y que al que se encuentre deambulando después del toque de queda, “sufrirá diez días de cárcel”.
Todas las medidas asumidas por la alcaldía de la Villa de Zamora tuvieron objetivos que, por una parte, determinaron la vocación económica de la misma hasta por dos centurias; y de la otra, tratar de atemperar los ánimos de una sociedad que se debatía ante múltiples carencias. Ello llevó al incremento del Regimiento de Dragones acantonado en la villa; aunque también presentó diferendos en el mantenimiento de dicho Regimiento; ya que por ese mismo tiempo, a finales del siglo XVIII, “el Virrey de la Nueva España, el Marqués de Branciforte comunica al señor Alange que dará cumplimiento a la real orden del 24 de Junio, en que se majestad declara no ser del cargo de los oficiales del regimiento de Zamora los 15,000 pesos entregados por los ministros de la Real Hacienda de esta capital a don Juan Antonio Acero, debiéndolos satisfacer de mancomún el tesorero don Luis Gutiérrez y el contador don Francisco Sales Carrillo y que al dicho Acero se le traslade a la corte, bajo partida de registro a disposición del Supremo Consejo de Guerra”. (Archivo General de la Nación. Guías y Catálogos. Serie Correspondencia de Virreyes. Marqués de Branciforte. Tomo I)
La producción agrícola y la seguridad, han sido temas inherentes al desarrollo del terruño zamorano.