¡Preparen el camino al Señor!

P. Jaime Emilio González Magaña, S. I.

La Iglesia ha entrado en el tiempo litúrgico de Adviento y esta situación nos permite recordar cómo los cristianos proclamamos que el Mesías ha venido realmente y que el reino de Dios está a nuestro alcance. El Adviento no cambia nuestra relación con Dios, sino que nos ayuda a profundizar nuestro deseo y en nuestra espera de que Él realice lo que los profetas anunciaron. Rezamos para que Dios se apiade de nosotros y escuche nuestra necesidad de ver y sentir la promesa de salvación aquí y ahora. Durante este tiempo en que fomentamos el deseo y la espera del Señor, se nos invita a orar y a profundizar en Su Palabra y a asumir, sobre todo, el llamado a convertirnos en reflejo de la luz de Cristo. Sabemos lo difícil que es reflejar la luz de Cristo, especialmente cuando hemos perdido nuestras ilusiones, cuando nos hemos acostumbrado a una vida sin luz y ya no esperamos más que la mediocridad y el vacío. ¡Por eso necesitamos orar!

El Adviento nos recuerda que conviene estar listos para encontrar al Señor en todo momento de nuestra vida. Como un despertador despierta a su propietario, el Adviento nos despierta porque corremos el riesgo de dormirnos en la vida diaria. Favorece el planteamiento de algunas preguntas como éstas: ¿Qué esperamos de la vida? O, mejor aún, ¿A quién esperamos? ¿Qué regalos o virtudes deseamos obtener este año? ¿Deseamos reconciliarnos en nuestras relaciones rotas? En medio de nuestras oscuridades, tristezas, secretos y fracasos, ¿Qué sentido queremos darle a nuestra vida? ¿Qué es aquello que deseamos encontrar para vivir intensamente todos los días, cada uno, como si fuera el último de nuestra existencia? ¿Qué cualidades de Jesús buscaremos para configurarnos con Él? Como lo he mencionado reiterativamente, las cosas, las cualidades, los regalos o las personas que buscamos y deseamos dicen mucho sobre quiénes somos realmente. ¡Dime qué esperas y te diré quién eres!

En su momento, el cardenal Joseph Ratzinger escribió: «el objetivo del año litúrgico consiste en recordar sin cesar la memoria de su gran historia, despertar la memoria del corazón para poder discernir la estrella de la esperanza. Esta es la hermosa tarea del Adviento: despertar en nosotros los recuerdos de la bondad, abriendo de este modo las puertas de la esperanza». Pero, ¿En realidad estamos preparados para vivir con intensidad el Adviento como preparación a la Navidad? Tal vez sea necesario recordar el momento que estamos viviendo y hacer conciencia de nuestra realidad para no comenzar el Adviento distraídos, vacíos o adormecidos ante tanta violencia, impunidad y corrupción. Es preciso que despertemos en nosotros un deseo de oración a Cristo desde el sentimiento de nuestra propia impotencia necesitada de ayuda por lo que es imprescindible favorecer un tiempo fuerte de contemplación y caridad, pero también de alegre esperanza, donde estamos llamados a estar atentos y vigilantes a la Venida del Señor ya próxima.

En este segundo domingo de Adviento, Juan el Bautista, desde el desierto, nos exhorta a preparar el camino, porque el Mesías prometido ya está a las puertas y viene a salvarnos, a quedarse con nosotros, pero todo ello implica que reconozcamos un fuerte llamado a la conversión.  Pero, ¿Qué significa, concretamente, ‘convertirse’?  Es una manifestación de que reconocemos, con honestidad, y desde lo más profundo de corazón que hemos pecado y, por lo tanto, deseamos arrepentirnos sinceramente. Convertirse quiere decir apostar con fe a cambiar nuestra vida amparados en la gracia de Dios que envía a Su Hijo. Este es el tiempo en que la Iglesia, a través de la fuerza y convicción del Bautista, escucha la voz que grita en el desierto de la desigualdad, de la violencia, de la indiferencia ante el sufrimiento, de la impotencia ante la impunidad y la corrupción política que parece no tener fin y que nos está arrastrando en una especie de precipicio ideológico, populista y manipulador.

Esta voz nos invita a la imaginación profética, a soñar y trabajar con ánimo y esperanza porque el Reino de Dios sigue adelante y el mundo de paz, nuevo, fraterno y solidario, está cerca, a pesar de que el viento nos sea contrario. Como ha dicho el Santo Padre «la condición para entrar a formar parte de este Reino es cumplir un cambio en nuestra vida, es decir, convertirnos cada día. Se trata de dejar los caminos, cómodos pero engañosos, de los ídolos de este mundo: el éxito a toda costa, el poder a costa de los más débiles, la sed de riquezas, el placer a cualquier precio. Y de abrir, sin embargo, el camino al Señor que viene: Él no nos quita nuestra libertad, sino que nos da la verdadera felicidad. Con el nacimiento de Jesús en Belén, es Dios mismo que viene a habitar en medio de nosotros para librarnos del egoísmo, del pecado y de la corrupción, de estas estas actitudes que son del diablo: buscar éxito a toda costa, el poder a costa de los más débiles, tener sed de riquezas y buscar el placer a cualquier precio».

Domingo 4 de diciembre de 2022.

Adquiere el libro

Un viaje a través de la historia del periódico Guía.

Colegio Fray Jacobo Daciano