El semanario de la arquidiócesis de México “Desde la fe” detalló que los dos acontecimientos han mostrado un evidente control que ejerce la delincuencia
Luego de los hechos violentos ocurridos en el penal de Juárez en Chihuahua y el operativo para detener a Ovidio Guzmán en Culiacán, Sinaloa, la iglesia católica pidió que México recupere la paz.
«México necesita recuperar la paz; ser arquitectos y artesanos de paz es una tarea en la que debemos estar comprometidos todos, en una alianza común y en colaboración constante con las autoridades de los distintos niveles», resaltó.
Que los dos acontecimientos han mostrado un evidente control que ejerce la delincuencia en las cárceles, como quedó de manifiesto en Ciudad Juárez, y el dominio de territorios enteros en manos del crimen organizado, como en Sinaloa.
Por ello, enfatizó que la primera conclusión es muy clara: el Estado mexicano tiene la capacidad de controlar la delincuencia cuando se lo propone, a través de las Fuerzas Armadas, la Guardia Nacional y las policías estatales, y en segundo lugar, cuando la ley se aplica para que no haya impunidad ante los delitos, se puede evitar que crezca la inseguridad, la violencia y la descomposición social.
«Estos hechos deben hacer reflexionar con mucha seriedad al actual gobierno de la República Mexicana para revisar sus estrategias de seguridad, hasta ahora rebasadas por el crimen organizado, en detrimento de la sociedad civil, que se mantiene azotada por un sinfín de acciones delincuenciales: masacres, asesinatos, feminicidios, secuestros, asaltos en carreteras y transporte público, extorsiones en todos los niveles de producción y comercio», detalló.
Subrayaron que detener a un criminal, por más peligroso que sea, no soluciona nuestros problemas. Si el gobierno no ejerce ante el crimen organizado su responsabilidad para aplicar el Estado de derecho y evitar la impunidad, los mexicanos seguiremos siendo rehenes de los delincuentes.
Además, resaltó que la clase política, en particular, debe propiciar el diálogo entre las distintas corrientes, convergiendo en la deseada recuperación de la paz y la unidad, que beneficia a la ciudadanía. La división no nos lleva a ninguna parte.
«Que cada uno aporte lo que le corresponde: las estructuras de justicia, los ambientes laborales, las instituciones educativas, la sociedad en general. Todos unidos y trabajando por la recuperación de la paz», enfatizaron.
Para finalizar, puntualizaron que la Iglesia tiene muy claro su compromiso: ser factor de diálogo y de reconciliación en orden a la construcción de la paz; ser portadora, también, cuando la situación lo exige, de una palabra de denuncia y conversión, tal como lo ha hecho ahora la Conferencia del Episcopado Mexicano al exigir a todos los grupos criminales recapacitar ante el dolor y el sufrimiento que ocasionan a sus propios hermanos, «¡Basta de tanta violencia que sigue manchando de sangre la historia de nuestro querido país!».