Era suya, suya… y la dejó ir

López Obrador defiende la idea añeja, centralizada y nada competitiva de las empresas del Estado, la absurda soberanía que nadie ataca y la independencia que nadie cuestiona.

Leonardo Kourchenko

La reciente cumbre trilateral entre los líderes de América del Norte, la oportunidad histórica que se presenta a México por condiciones geopolíticas y económicas, parece para desgracia de nuestro país, que será desaprovechada trágicamente.

El mensaje de Biden y de Trudeau consiste esencialmente en el fortalecimiento productivo de la región, capitalizar la relocalización regional de industrias y fábricas provenientes de Asia, para fortalecer las líneas industriales de suministro.

El mensaje de López Obrador: el humanismo y la integración regional latinoamericana; mayor inversión de Estados Unidos hacia América Latina.

Hay un desfase de discursos, habitual en el caso de López Obrador, él habla de lo suyo, sus complejos ideológicos y regionales, sus aspiraciones de líder tercermundista. De este discurso antiguo de los años 60 o 70, sustitución de importaciones, mientras los otros hablan de líneas de suministro garantizadas, energías limpias, abastecimiento y seguridad para garantizar el desarrollo. Son dos niveles de realidad y de comprensión del momento histórico.

Andrés Manuel no comprende que para lograr un mercado energético competitivo y limpio, se debe abrir a la inversión privada y a la participación de empresas e industrias diversas. López Obrador defiende la idea añeja, centralizada y nada competitiva de las empresas del Estado, la absurda soberanía que nadie ataca y la independencia que tampoco nadie cuestiona.

Biden lanza una cruzada al interior de su país para reconvertir la planta industrial americana en 10 o 15 años al consumo único y exclusivo de energías limpias.

Son dos mundos distintos, excluyentes, incompatibles.

López Obrador no entiende que en dos años todas esas empresas de China, Taiwán, Corea del Sur y otros países asiáticos que pretendan venir a instalarse en las proximidades del mercado más potente del mundo, de la zona con el crecimiento conjunto más elevado —Norteamérica— van a requerir suministros garantizados de agua, abastecimiento estable y confiable de electricidad proveniente del sol, del viento o del hidrógeno verde. No del combustóleo, del gas o del petróleo como hace hoy la CFE.

Si México no aprovecha esta coyuntura histórica, al dar un paso vital a la conversión energética, nos quedaremos fuera de la próxima revolución industrial.

Estos encuentros bilaterales con EU y con Canadá por separado, además del espacio de la cumbre trilateral, representaron una oportunidad única para decirle a México ‘súbete al tren de la defensa del planeta contra el cambio climático, asume compromisos de avanzada en materia producción industrial, inversión privada, relocalización de líneas de suministro’. La respuesta del presidente mexicano fue ideológica, con un discurso anquilosado de premisas norte-sur de los años 70.

A los planteamientos profundos de migración y fentanilo, preocupaciones centrales del presidente Biden, AMLO respondió con un discurso vago de polleros y traficantes de personas, y de eliminación de laboratorios —que por cierto, nadie conoce porque no se ha informado —. ¿Será cierto?

La relocalización industrial más exitosa que ha sucedido en México desde la pandemia es la del fentanilo, que hoy se produce en nuestro territorio con precursores químicos provenientes de Asia, que las “muy eficientes” aduanas mexicanas en control de la Marina, no han podido detener.

El fentanilo mató a más de 104 mil estadounidense en el 2022 y proviene de México. Ninguna acción seria y enérgica se ha tomado en este país para impedir esta crisis de substancias.

A las cortesías y la amabilidad de Biden y Trudeau, AMLO respondió con una sutil “mañanera” vespertina de 42 minutos.

A las peticiones de Canadá por revisar el tema energético y atender las demandas insistentes de sus empresarios e inversionistas, AMLO respondió que con todo gusto los recibe para explicarles la soberanía y la independencia.

En síntesis, un rosario de sinsentidos y absurdos que dejan pasar una oportunidad histórica para el impulso económico, comercial y migratorio de México.

Una sola propuesta de nuestro gobierno a cambio de recibir a 360 mil inmigrantes (cubanos, venezolanos, nicaragüenes, centroamericanos en su conjunto) que Estados Unidos impuso a nuestro país. Somos, de facto, aunque el gobierno lo niegue, un tercer país seguro. ¿Quién va a alimentar, emplear, otorgar cobertura médica a esos cientos de miles de personas en espera de la resolución de ingreso, visa o asilo a Estados Unidos?

Ya verá usted en unos meses, la crisis humanitaria de inmigrantes extranjeros en territorio mexicano. ¿Qué obtuvimos a cambio de esa costosa concesión? Nada.

López Obrador, enredado en las telarañas de la ideología, de los países ricos y pobres, de la desigualdad que nadie combate, desaprovechó una extraordinaria oportunidad para negociar beneficios y ventajas competitivas para México.

¿Quieren ustedes energías limpias? Inviertan en México. ¿Quieren disminuir la inmigración de centroamérica? Vamos a hacer un plan global de inversión energética en la región.

Nada. Palabrería, sonrisas, promesas de amistad y una buena disposición política de ambos países hacia México, que se diluye por la cerrazón presidencial. Lamentable. (El Financiero)

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