JEAN MEYER // ¿Hasta cuándo?

¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio, sin que me escuches, y denunciaré a gritos la violencia que reina, sin que vengas a salvarme? ¿Por qué me dejas ver la injusticia y te quedas mirando la opresión? Ante mí no hay más que asaltos y violencias.

El Señor me respondió y me dijo: “Escribe la visión que te he manifestado, ponla clara en tablillas para que se pueda leer de corrido. Es todavía una visión de algo lejano, pero que viene corriendo y no fallará; si se tarda, espéralo, pues llegará sin falta. El malvado sucumbirá sin remedio; el justo en cambio vivirá por su fe”. Del libro del profeta Habacuc.

Es todavía una visión de algo lejano… y, por eso, el papa Francisco lloró el pasado 8 de diciembre al encomendar la martirizada Ucrania a la Virgen María. A finales del siglo XIX, el filósofo Vladimir Soloviov, ruso y cristiano, publicó un libro fabuloso, La justificación del Bien (Opravdanie Dobra). Algunos dicen que Dostoievski se inspiró de su joven amigo Soloviov para el personaje de Aliosha en  Los hermanos KaramazovHace unas semanas, al releer el capítulo “La organización moral de la humanidad como un todo”, copié el párrafo siguiente: “Si un hombre tiene como meta suprema el Bien de su propia nación considerada por separado e independientemente de otras naciones, él, para empezar, le quita al supremo bien su característica esencial de universalidad, y, por lo tanto, pervierte la meta misma. Luego, al separar el interés de una nación de los intereses de las otras, cuando en realidad son estrechamente ligados, pervierte la idea misma de su propia nación. Finalmente… este hombre sólo puede servir a una nación pervertida, es decir, puede solamente servir el Mal, y, por lo mismo, no hace sino dañar a su patria, debemos reputarlo por patriota malo”.

Al aplicar este juicio a otro Vladimir, el autor de la “Operación Especial” contra Ucrania, el Gran Capitán de Rusia obsesionado, desde su derrota de 2004, por la destrucción de Ucrania, recuerdo, de repente, al capitán Achab, tal como lo pinta Melville en Moby Dick. “Así como el astro polar lanza sin menguar a lo largo de los largos meses de la única noche ártica la viva luz de su fuego, de la misma manera la idea fija de Achab centella sin desfallecer en medio de la constante noche de aquella sombría tripulación; la domina tan bien y de tal altura que, entre los hombres, todas las dudas y los presagios oscuros, el descorazonamiento y los temores se disimulaban; ellos no se atrevían a dejar asomarse la más pequeña punta… En la tripulación, el arranque vital, toda alegría y tristeza, esperanza y miedo, todo estaba aplastado, machacado, pulverizado en el mortero de hierro del alma implacable de Achab. Mudos todos, iban y venían sobre el puente como máquinas, conscientes solamente del ojo despótico de Achab, siempre puesto sobre ellos”. La tripulación es el pueblo ruso. Moby Dick, la ballena blanca es Ucrania que le quitó una pierna al capitán Achab.

En el capítulo “La cuestión nacional desde el punto de vista moral”, Soloviev considera el problema de la guerra y del odio que puede engendrar entre los Estados y las naciones, odio acompañado de las “formas inveteradas del Mal colectivo que actúa como un contagio”. Señala que el patriotismo puede volverse irracional y va no, cuando lo mueven pretensiones sin fundamento o falsas, por motivos bajos y egoístas. Cuando el fin justifica los medios, se cae en el canibalismo y la guerra se vuelve un hecho zoológico. “Un verdadero patriota no puede, por el supuesto bien de su nación, destruir la solidaridad con las otras naciones, despreciar, odiar al extranjero… Una nación encuentra su verdadero bien en el bien común”. Y en el capítulo “El sentido de la guerra”, al ver que no hay autoridad suprema sobre los Estados individuales, diagnostica la enfermedad crónica de la humanidad: la hostilidad internacional que se manifiesta en guerras. Todos hablan de “las bendiciones de la paz y los horrores de la guerra”, el evangelio pide amar al prójimo, el Corán dice que “Dios abomina al agresor” (sura 2). Pero Soloviev prevé, en 1897, la guerra mundial que empezará en 1914.

Investigador en el CIDE

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JEAN MEYER

Dr. Jean Meyer. Francés nacionalizado mexicano. Historiador. Licenciado en grado de doctor por la Universidad de la Sorbona. Profesor e investigador del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) donde además fundó y dirigió la División de Historia.

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