La gran escultora mexicana falleció a los 93 años. Pionera de la escultura moderna, deja como legado obras que forman parte del paisaje urbano y de relevantes colecciones
La escultora Ángela Gurría tuvo una trayectoria de más de siete décadas. Inició su carrera de forma autodidacta. Foto: Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez
Ángela Gurría, la celebrada escultora mexicana, falleció a los 93 años, informó ayer el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL).
“En acuerdo con su familia, la Secretaría de Cultura y el INBAL rendirán un homenaje póstumo en el Palacio de Bellas Artes. Para 2024, el Museo del Palacio de Bellas Artes prepara una exposición retrospectiva de su obra”, dijo el Instituto a través de sus redes sociales.
La secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, y recintos e instituciones como la Secretaría de Hacienda, el Sistema Nacional de Creadores, el Centro Nacional de las Artes, el Museo Nacional de la Estampa, la Casa-Estudio de Diego Rivera y Frida Kahlo, el Museo Federico Silva y el Museo de Arte e Historia de Guanajuato —donde se presentó Ángela Gurría. Segunda naturaleza, la última exposición en vida de la escultora— lamentaron su fallecimiento.
“Era una de las escultoras modernas más destacadas. Innovó tanto en la escultura de pequeño y mediano formato, así como en la escultura urbana y en la integrada a la arquitectura”, dijo a EL UNIVERSAL Daniel Garza Usabiaga, el curador de la muestra Ángela Gurría. Segunda naturaleza.
“Sin duda, deja un gran legado en el ámbito artístico, al pensar en torno a la escultura monumental y su relación con el espacio público, la ciudad y la ciudadanía”, dijo en entrevista Teófilo Cohen, socio de la galería Proyectos Monclova, que representaba a la escultora.
Gurría nació en la Ciudad de México, en 1929. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Fue después que comenzó a hacer escultura de forma autodidacta. Con el tiempo, se convirtió en discípula de los artistas Germán Cueto, Mario Zamora y Abraham González.
Su primera exposición en solitario fue en la Galería Diana, en 1959. Desde entonces no se detuvo y exhibió en recintos como el Museo del Palacio de Bellas Artes, el Museo de Arte Moderno, la Galería Arvil, la Casa del Lago, el Museo Pape de Monclova, Coahuila; Polifórum Cultural Siqueiros, y Museo de Arte de Zapopan, Jalisco.
Pero el reconocimiento a la obra de Gurría no ocurrió de la noche a la mañana.
“A inicios de su carrera, Angela Gurría tuvo que usar un seudónimo masculino (Alberto Urías) lo que nos da cuenta de las dificultades que experimentó para poder ejercer su trabajo”, recordó Cohen.
Gurría fue una pionera al ser la primera mujer que entró a la Academia de las Artes de México, donde fue académica honoraria. Su ingreso fue el 5 de septiembre de 1974 y a la ceremonia asistieron los artistas Juan O’Gorman y Federico Canessi.
“Con el tiempo, he logrado entender, a través de la creación, que el artista siempre ha sido una voluntad de ser, que se expresa en el seno y mediante la vida de una colectividad. Por ello, he aprendido, que crear no es estar por encima de los hombres, sino entre ellos. Llegar a esta convicción, no ha sido fácil, pero he de reconocer que tampoco ha sido extraordinariamente complicado”, declaró en su discurso de ingreso.
“Formó parte de una generación de escultoras sobresalientes como Geles Cabrera, Lorraine Pinto y Helen Escobedo. Por ejemplo, Gurría y Helen Escobedo fueron las únicas mujeres en participar en el proyecto de la Ruta de la Amistad y eso dice mucho sobre la manera en que las mujeres fueron ganando espacios en el ámbito artístico”, explicó Cohen, al hablar del legado de la escultora.
El socio de Proyectos Monclova también destacó que los lazos que creó la artista con sus compañeras escultoras de generación “también fueron algo importante en el desarrollo de Gurría, quien fue muy amiga de Geles Cabrera y podemos ver la influencia mutua que tuvieron en su trabajo, sobre todo en la talla en piedra”.
La escultora no sólo le ganó terreno a las mujeres en el arte mexicano, también “hizo aportaciones muy adelantadas para su época”, afirmó Garza Usabiaga, pues su trabajo tenía una “sensibilidad ecológica” porque siempre consideró el entorno natural.
Ahora, más de 30 esculturas de Gurría se encuentran a lo largo del país. Entre las más destacadas están Señales, que se puede ver en la Ruta de la Amistad, serie de esculturas realizadas por artistas internacionales en el marco de los Juegos Olímpicos de México de 1968, y Río Papaloapan, en el Museo de Arte Moderno, y Homenaje a los trabajadores del drenaje profundo, en Tenayuca.
Gurría conquistó los reconocimientos artísticos más importantes en México: el Premio Nacional de Ciencias y Artes, que recibió en 2013 y la Medalla Bellas Artes, que le fue otorgada en 2015. También recibió el Premio del Instituto de Arte en México, la Medalla de Oro de la Academia del Arte del Lavoro (Italia, 1980) y el Primer Premio de Escultura Integrada a la Arquitectura de la III Bienal Mexicana de Escultura en 1967 por la obra Puerta-celosía, creada para la entrada a la Casa de Moneda.
“Ángela Gurría es uno de nuestros más altos exponentes del arte de la forma, el volumen y el espacio. Por más de cinco (siete) décadas su trabajo ha sido luminoso, consistente y tenaz. Es una artista que se inventa maneras de cambiar el espacio”, escribió la también fallecida historiadora de arte Lily Kassner en su Diccionario de escultores mexicanos del siglo XX.
El proceso de Gurría
En junio de 2021, EL UNIVERSAL conversó con Emilio Javelly Gurría, hijo de Ángela Gurría, a propósito de la exposición Escuchar la materia, que se realizó en la galería que la representaba Proyectos Monclova. Ahí se mostraron alrededor de 60 piezas, entre las que había esculturas en varios materiales y tamaños, maquetas, fotos y el retrato que Juan O’Gorman le hizo, pues fue su amigo. Entonces, por “la pandemia y sus problemas de salud”, la escultora ya no daba entrevistas.
Javelly Gurría dijo en aquella ocasión que la escultora era “muy exigente” con su trabajo: “Nunca quiso repetirse, hacer lo que otros estaban haciendo; por eso, quizás no había constantes exposiciones, porque ella lo pensaba mucho, investigaba, dibujaba para hallar una nueva serie, un material”.
Javelly Gurría contó en aquella ocasión que su madre experimentaba con muchos materiales y que para la escultura monumental y la pública iba a los lugares donde se producía y trabaja más fuera de casa.
“Recuerdo que estando con ella nos ponía a ayudarla, entre comillas, a mi hermana y a mí; nos daba barro y jugábamos a ayudarla. La música era importantísima; el ritmo que oía la llevaba, el ritmo de los canteros, el de la música clásica, o Juan Gabriel. Si la idea estaba atorada, dibujaba”, dijo Javelly en aquella ocasión.
Su hijo detalló que los ríos, las mariposas, el viento, han sido su fuente de inspiración, al igual que los libros entre los que destacaban Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar; La fuerza de las cosas, de Simone de Beauvoir; Concierto barroco, de Alejo Carpentier y la obra de Virginia Woolf.
“Sin duda, deja un gran legado en el ámbito artístico, al pensar en torno a la escultura monumental y su relación con el espacio público”
– Teófilo Cohen, galerista de Proyectos Monclova“Era una de las escultoras modernas más destacadas. Innovó tanto en la escultura de pequeño y mediano formato, como en la urbana”
– Daniel Garza Usabiaga, curador
“La música era importantísima; el ritmo que oía la llevaba, el ritmo de los canteros, el de la música clásica o Juan Gabriel”
– Emilio Javelly Gurría, hijo de Ángela Gurría