Narcos meten mano sucia en el futbol en América Latina

Expertos: hay “una estructura tipo organizaciones no gubernamentales sobre la cual difícilmente se puede regular y controlar”, y el nivel de rotación del dinero es muy fuerte

San José. – Durante muchas jornadas de 90 minutos y de tiempos extraordinarios y de reposición, el colombiano Gonzalo Rodríguez Gacha desatendió todas sus tribulaciones por sus turbios negocios y se concentró en sudar, gritar, protestar, elogiar, festejar y sufrir con un equipo de fútbol de Colombia al que amó y al que, entre murmullos, llamó “el glorioso”.

Famoso como traficante de drogas y de esmeraldas, conocido con el alias de “El Mexicano”, enamorado de la música de México y uno de los cabecillas del poderoso Cártel de Medellín, la principal mafia colombiana del contrabando mundial de cocaína de 1976 a 1993, Rodríguez Gacha se apoderó de una escuadra que desde la década de 1940 se convirtió en un emblema del balompié de Colombia y de América Latina y el Caribe: el Millonarios Fútbol Club.

“El Mexicano” solo fue uno de los capos latinoamericanos y caribeños que, apasionados del fútbol, lo ensuciaron con transas e intrigas de oscuridad y misterio para “blanquear” o legitimar dinero ganado en el tráfico ilícito de drogas y empoderarse como benefactores sociales.

 “Más que fascinación (de los narcotraficantes) por el fútbol, mi impresión es que el fútbol no tiene ningún control”, alegó el historiador y urbanista ecuatoriano Fernando Carrión, académico en Ecuador de la (no estatal) Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), y autor de libros y ensayos de sociología del deporte, con énfasis en el balompié.

“(El fútbol) tiene una estructura tipo organizaciones no gubernamentales sobre la cual difícilmente se puede regular y controlar. Tiene un nivel de rotación del capital muy fuerte: todo se esconde en el fútbol y la rotación del capital es muy alta. Eso hace que sea un sector de la economía muy bueno para el ‘lavado’ (de dinero)”, dijo Carrión a EL UNIVERSAL.

“No hay ningún control y la rotación del capital es muy alta. Eso le hace una gran fascinación. En el fútbol se logran legitimar sectores que en otros ámbitos de la economía difícilmente lo pueden lograr”, indicó.

Algunos casos


Como ministro de Justicia de Colombia, el abogado colombiano Rodrigo Lara Bonilla lanzó una bomba política en octubre de 1983. “Los equipos de fútbol profesional (de Colombia) en poder de personas vinculadas al narcotráfico son Atlético Nacional, Millonarios, Santa Fe, Deportivo Independiente Medellín, América y Deportivo Pereira”, reveló.

Lara fue asesinado a balazos en abril de 1984 por orden del narcotraficante colombiano Pablo Escobar Gaviria, el más visible líder del Cártel de Medellín. Escobar se apropió del Independiente Medellín a inicios del decenio de 1980.

Escobar (1949—1993) manipuló al fútbol para su popularidad, Rodríguez (1947—1989) pagó salarios y cuantiosos contratos y ambos murieron en tiroteos con policías colombianos.

Los clubes Unión Magdalena, Envigado, Deportes Tolima, Junior, Valledupar y Real Cartagena, de la máxima categoría del fútbol de Colombia, también cayeron en poder del narcotráfico de ese país en las décadas de 1970, 1980 y 1990, según indagaciones oficiales.

El narcotraficante colombiano Miguel Rodríguez Orejuela, jerarca del Cártel de Cali, red criminal colombiana que rivalizó con la de Medellín, asumió en 1980 el mando del América de Cali. Rodríguez fue detenido en 1995 en Colombia, extraditado en 2005 a Estados Unidos y condenado en ese país por narcoactividad a 30 años de cárcel.

En un escándalo internacional, una filmación de 1997 mostró al argentino Mauricio Macri, siendo dirigente del equipo argentino Boca Juniors, reunido en una cárcel de Bogotá con Rodríguez Orejuela para negociar al portero colombiano Óscar Córdoba, del América. Macri, presidente de Argentina de 2015 a 2019, acordó con Rodríguez Orejuela pagar un millón de dólares al América para contratar a Córdoba en Boca Juniors.

“(El fútbol) sirve de solapa para comercio legal e ilegal y para que la legitimación de capitales pase desapercibida”, explicó el abogado costarricense Andrés Muñoz, ex presidente del Colegio de Criminólogos de Costa Rica y analista policial.

“La gente se emboba con el fútbol. Se habla de reconocidos comerciantes con dinero de dudosa procedencia por mercado ilícito, apuestas, pagos exorbitantes (a jugadores), juegos arreglados y otras cosas. La mano del crimen organizado, y de los narcotraficantes, ha llegado más allá de los límites”, aseveró Muñoz a este diario.

El narcotráfico también infiltró al fútbol de Centroamérica.

El empresario salvadoreño José Adán Salazar Umaña, alias “Chepe Diablo”, presidió la Primera División del fútbol de El Salvador y al equipo Isidro Metapán, de la máxima categoría de ese país. EU lo designó “narcotraficante extranjero importante” en 2014 como presunto proveedor de servicios para los cárteles mexicanos de Sinaloa, del Golfo y Los Zetas.

Detenid0 en 2017 en El Salvador por supuesto “blanqueo” de capitales, en 2021 fue sobreseído por un tribunal salvadoreño. Dueño de hoteles, estaciones de combustibles y negocios de granos básicos en una ruta clave del narcotráfico internacional, fue catalogado en 2014 por el gobierno de El Salvador como cabecilla del Cártel de Texis, de ese país.

Siendo presidente desde 2004 del Marathon, de los más importantes de la Primera División de Honduras, el empresario hondureño Yankel Rosenthal Coello fue detenido en 2015 en EU por narcoactividad de 2013.

Con libertad bajo fianza, Rosenthal aceptó los cargos de “lavar” dinero y otros servicios al narcotráfico que suministró en asocio con familiares, el Cártel de Los Cachiros, de Honduras, y el cártel de Sinaloa. Condenado en 2018 a 26 meses de prisión en EU, en 2020 quedó en libertad condicional y ya retornó a su país.

En Guatemala, el guatemalteco Milton Oswaldo Mendoza Matta presidió la Federación Guatemalteca de Fútbol desde diciembre de 2015 y dimitió ese mismo mes por los nexos de su familia—con fama de sanguinaria—con el narcotráfico y ahora debilitada con el Cártel de los Mendoza, que operó en la zona limítrofe con Honduras y forjó lazos con las mafias de Sinaloa y Los Zetas. (El Universal)

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