P. Jaime Emilio González Magaña, S. I.
¿Es posible describir cómo nace una amistad? Creo que no. No obstante, volviendo la vista atrás, al pensar en quienes me han regalado su amistad, puedo afirmar que es un misterio que se siente, se intuye y se adivina. Me explico. Cuando nos encontramos con otras personas, hay una especie de energía que nos hace acercarnos, o alejarnos. La llamada de la amistad se halla fuertemente vinculada a nuestra forma de ser y, aun sin proponérnoslo, sentimos afinidad o rechazo. Es algo natural ya que, al encontrarnos con alguien, su presencia suscita en nosotros un sentimiento de interés o de incompatibilidad. En ocasiones, es simple indiferencia. Esta experiencia es tan misteriosa y única porque, en ocasiones, sentimos que una persona no nos cae bien y, poco a poco, con el trato más cercano y transparente, nos damos cuenta que hay algo que nos identifica, que nos une y se establece un nexo que con el tiempo llega a transformarse en una firme relación. Si somos afortunados, ¡hemos encontrado a un amigo!
Los verdaderos amigos son pocos y, por eso mismo, son realmente un tesoro. Aun cuando conocemos a mucha gente interesante, solamente con algunos podemos acercarnos a su corazón, de modo tal que, en realidad, se establece ese nexo, esa relación tan hermosa que es un reflejo de la presencia de Dios porque, como Él, permanece siempre fiel y nunca falla. Cada uno de nosotros puede recordar las circunstancias en las que nos hemos encontrado con los verdaderos amigos porque, lejos de las coincidencias, es la providencia de Dios la que nos los presenta. Cuando se logra compartir con alguien nuestra forma de ser, nuestros valores y sueños, lo que en realidad somos, sin miedos y sin máscaras, experimentamos que, efectivamente, hemos encontrado un tesoro precioso. La amistad se siente, se intuye, se adivina y se complementa con el regalo maravilloso de elegir a quienes nos ayudan a ser nosotros mismos y madurar para ser siempre mejores.
Como ha afirmado un autor anónimo: «cualquiera puede estar a tu lado cuando tienes razón. Un amigo verdadero permanece junto a ti, aun cuando estés equivocado. Un simple amigo se identifica cuando te llama. Un amigo verdadero no precisa hacerlo, pues conoces su voz. Un simple amigo cree que los problemas por los cuales te estas quejando son recientes. Un amigo verdadero dice: «Te estas quejando de lo mismo desde hace catorce años. Deja ya de lamentarte y haz algo para superarlo”. Un simple amigo nunca te vio llorar. Un verdadero amigo tiene sus hombros completamente mojados por tus lágrimas. Un simple amigo no sabe el nombre de tus padres. Un verdadero amigo tiene el teléfono de ellos en su agenda. Un simple amigo trae una botella de vino a tu fiesta. Un verdadero amigo llega más temprano para ayudarte a cocinar y se queda hasta más tarde para ayudarte en la limpieza. Un simple amigo odia cuando tú llamas cuando él ya está en la cama. Un amigo verdadero te pregunta ¿por qué has tardado tanto en llamar? Un simple amigo busca conversar contigo sobre tus problemas. Un amigo verdadero busca ayudarte a resolverlos. Un simple amigo, cuando te visita, actúa como un invitado. Un verdadero amigo abre tu refrigerador y se sirve lo que le apetece. Un simple amigo cree que la amistad termina cuando ustedes tienen una discusión. Un verdadero amigo sabe que no existe una amistad mientras no tengan una divergencia. Un simple amigo espera que siempre estés cerca cuando él te precise. Un verdadero amigo hace lo imposible para estar siempre cerca cuando tú lo necesites».
Al inicio, un amigo no se abre completamente a la confidencia y a la intimidad de nuestro ser. Esto se da en la medida que experimentamos que el otro se duele, se alegra, se compadece con nosotros y es precisamente ahí, cuando se comienzan a poner las bases de lo que será parte de nosotros, de nuestra vida, de nuestras luchas, de nuestros éxitos y fracasos, hasta el último suspiro. La amistad verdadera supera las pruebas y se consolida cuando se trascienden las ideologías y el fanatismo; cuando uno ve a la persona no a una teoría o una moda. Es sincera cuando nos vamos conociendo al descubrir intereses comunes, porque nos gusta descansar haciendo las mismas cosas, porque creemos en los valores heredados por nuestros padres y maestros. Otras, simple y sencillamente, sabemos que el otro está ahí, que lo hemos encontrado y no podemos prescindir de su presencia, de su sonrisa, de sus regaños, del abrazo y el gesto que todo lo dice, que todo lo acepta, que nada reclama. Simplemente porque la amistad es un don que nos enseña a respetar al otro en absoluta y completa libertad, en plena responsabilidad que nos compromete con su vida y se celebra en la espléndida liturgia de un amigo, una conversación y los recuerdos que nos han marcado el corazón.
Domingo 12 de febrero de 2023