Yadira Cortés Castillo trabaja con sobrevivientes, madres, hijas, hermanas de desaparecidas y víctimas de feminicidio. A muchas las inicia en el camino de la conciencia, de la lucha por sus derechos, en una de las ciudades más peligrosas para ellas en todo México
Ciudad Juárez.— Su trabajo consiste en alzar la voz, visibilizar, acompañar y educar a cientos de mujeres, madres, hermanas, hijas de víctimas de desapariciones, feminicidios y violencia misógina en Ciudad Juárez, Chihuahua, la metrópoli donde las cifras de delitos contra las mujeres son las más altas de todo el país.
Ella es Yadira Soledad Cortés Castillo, tiene 45 años de edad y desde hace más de 10 radica en esta frontera. Su labor con las mujeres víctimas de todo tipo de violencia, en la ciudad más violenta para las mujeres, la convierte en un personaje relevante a seguir durante este 2023.
Yadira está consciente de que su trabajo es largo, complejo y, muchas veces, frustrante, pero puede alejar a las mujeres de entornos violentos y “si puedes ayudar a una, a esa salvaste”, dice.
Originaria de la Ciudad de México, Yadira experimentó desde muy pequeña las luchas de las mujeres. Ella junto a su madre, víctima de un intento de feminicidio, se vio en la necesidad de dejar su lugar de origen y empezar lejos una nueva vida.
Ella misma reconoce, en entrevista con EL UNIVERSAL, que el dolor y la indignación hacia esos años la llevaron a estudiar y especializarse en temas de derechos humanos y políticas públicas enfocados en las mujeres.
Yadira colabora con la Red Mesa de Mujeres, integrada por 10 organizaciones de la sociedad civil que trabajan con niñas, jóvenes y mujeres en situación de violencia, riesgo y vulnerabilidad.
El camino a Ciudad Juárez
Yadira relata que llegó a Juárez por primera vez luego de que su madre se separó de su padre. Regresó a la Ciudad de México para estudiar Economía en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), posteriormente cursó una maestría en Ciencias Sociales, con el perfil de políticas públicas y otra más en Antropología Social por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde llegó a impartir clases en la Facultad de Trabajo Social. Fue en el año 2010 cuando regresó a Ciudad Juárez para quedarse.
Dentro de la Red Mesa de Mujeres su labor es coordinar el área de acompañamiento sicosocial a familiares de mujeres víctimas de feminicidio y desaparición, así como intervención comunitaria. Reconoce que su trabajo aquí no es casualidad.
“Todos los estudios nos dicen por algo estamos aquí, por algo nos vamos relacionando en estas temáticas. Yo, sabiendo que mi madre es sobreviviente de feminicidio, pues vas buscando esa indignación que está en tu ser, porque además yo fui testigo de muchas cosas. Ahí está, es la indignación total por la violencia contra las mujeres”, explica Yadira.
Llegó en 2010 a la Red Mesa de Mujeres a través de su trabajo como docente en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ).
“En 2010, la UACJ se certifica como una universidad con perspectiva de género y se abre un grupo de académicas para una materia que se llama Competencias para el Ejercicio de la Ciudadanía con Perspectiva de Género, que es una obligatoriedad que da el Instituto Nacional de las Mujeres. Este grupo de académicas comenzamos a ver cómo nos vamos a formar en estas temáticas, de perspectiva de género, cultura, derechos humanos de las mujeres y medio ambiente”.
A partir de ahí fue que comenzó a participar en talleres, diplomados, y fueron las integrantes de la red quienes les impartieron el taller de derechos humanos de las mujeres.
“Terminado el taller yo vine a ofrecerme como voluntaria [a la red], tenían un proyecto que sacar y me dicen que si yo no podría entrarle a ese proyecto. Yo me sentía muy honrada de estar y así fue que comencé aquí”, relata.
Un trabajo que marca
Yadira considera que cada uno de los casos que ha acompañado la han marcado de forma distinta.
Uno de ellos es el de Mary, una mujer que estuvo presa en Ciudad Juárez por haber matado a su agresor en defensa propia.
“El caso de Mary lo viví mucho porque dimos un acompañamiento bien fuerte jurídico y sicosocial. Ella estuvo en prisión dos años ocho meses, y todos los jueves íbamos al Cereso para visitarla. Estamos seguras que eso fue lo que ayudó a que Mary siguiera con la convicción de continuar, a pesar de que al año seis meses la sentenciaron.
“En esa ocasión no sólo sentenciaron a Mary, nos sentenciaron a todas, pero nos dio fuerza para fortalecer el caso y esperar. Fue bien bonito cuando [un año después] nos dicen: ‘Sentencia absolutoria y hoy sales libre’; nos liberaron a todas. Verla hoy, a Mary, titularse como sicóloga, seguir su vida, es magnífico”.
Con el antecedente de este caso han logrado que decenas de mujeres que están en una situación similar no pisen la cárcel.
Por otro lado, están los acompañamientos a familiares de víctimas de feminicidios, en los cuales ayudan a preparar las estrategias desde jurídicas hasta mediáticas, que permitan a las familias sentar un precedente en la justicia y atención a víctimas.
“Cuando entras a esto, entras con este deseo de cambiar, de generar cambios a nivel sociedad e institucional en las instancias de acceso a la justicia, pero luego cuando ves que las estadísticas aumentan, que los casos siguen apareciendo, que cuando crees que ya viste lo peor siempre hay algo que lo supera, no te queda más que seguir en el camino. Puedes decepcionarte, pero la reflexión nos hace darnos cuenta que si puedes ayudar a una, a esa salvaste”, enfatiza.
Señala que otra parte relevante de su trabajo son los talleres que imparten a las mujeres en colonias de alto riesgo, los cuales tienen como objetivo sacarlas del entorno de la violencia.
“Cada vez que damos un taller está en mi mente: ‘Este taller puede servir para salvar vidas’. Ese es el objetivo, salvar vidas, que ellas sepan que pueden vivir sin violencia”, afirma.
Por ello, la satisfacción más grande que le ha quedado a Yadira a lo largo de 10 años está en generar un cambio y lograr una enseñanza a la comunidad y al mismo tiempo un impacto.
Considera que tanto sociedad como gobiernos, ya sea en Ciudad Juárez o en el resto del país, carecen de procesos formativos, que permitan a las mujeres conocer qué es la violencia y por qué se debe detener, como un primer paso para erradicar el problema.
“Hacen mucha falta procesos formativos… Muchas mujeres ni siquiera tienen una identidad jurídica ni tienen INE [credencial para votar]. Desde esos procesos se carece, ¿cómo van a poner un límite a una violencia?”.
A la par, Yadira considera que las violencias contra la mujer siguen siendo normalizadas, aceptadas, permitidas y en muchos casos, hasta impulsadas dentro de las comunidades.
“Siempre he dicho que para disminuir la violencia van dos caminos. En principio, procesos formativos que nos ayuden a entender que eso es violencia y, por otro lado, está el acceso a la justicia, que sepan a dónde ir, que va a ser fácil y que habrá una sentencia y que el pueblo sepa que esto no está permitido”.