El 2 de julio de 1856, cuando el congreso de la nación propugnaba por establecer entre sus principios la pluralidad cultural y por ende la religiosa, la zamoranía de aquel tiempo se opuso tajantemente a ello.
Así lo dejó de manifiesto en “La representación que los habitantes de Zamora dirigen al Soberano Congreso Constituyente, pidiéndole que no se permita LA LIBERTAD DE CULTOS, que establece el artículo 15 del proyecto de Constitución, presentado por la comisión respectiva el día 16 de junio de 1856”.
“Hemos visto los habitantes, de esta ciudad, con profunda amargura, el proyecto de constitución presentado a vuestra soberanía el día 16 del mismo… tan solo nos referimos al artículo 15 que envuelve el más brusco ataque que darse pudiera al interés más caro de los mexicanos, a la existencia exclusiva del culto católico, herencia sagrada e inapreciable que nos legaron nuestros padres, tesoro de inestimable valor que en su bondad plegó confiarnos a la alta Providencia, y prenda ya casi única de paz y fraternidad entre los mexicanos, asi como de nuestra independencia y nacionalidad. Se pretende, Señor, abrir las puertas a los cultos disidentes: se pretende conceder campo abierto y seguro al error para que combata con la verdad, no con las arnas de la razón, con las que sería segura su derrota, sino con las sordas sugestiones, con el tenaz proselitismo, la servil imitación y tantas otras de que saben hacer uso los apóstoles del protestantismo, tanto más temibles, cuanto más alevosos son sus golpes…
…Por esto los habitantes de Zamora, que – ante todas cosas nos preciamos de cristianos e hijos de la Iglesia católica, y que deseamos que se eviten a nuestra infortunada patria los incalculables males que necesariamente le sobrevendrían si se estableciese en la Republica la tolerancia religiosa, elevarnos nuestra débil voz a vuestra soberanía cuando aún es tiempo de conjurar la tempestad que nos amenaza, para pedirle respetuosamente que aleje de nuestro país esa plaga mortífera que solo nos ofrece calamidades y desgracias…
…En verdad, señor, que causa espanto ver la audacia, el descaro con que los filósofos y los protestantes han tergiversado y oscurecido ‘maliciosamente las ideas y las nociones más triviales, hasta el grado de pretender cambiar la esencia de las cosas y el sentido natural genuino y 1ógico de las palabras…
…Es, pues, evidente, que sí sería un error de funestas consecuencias autorizar a los enemigos de las instituciones de un país para profesar, fuera del orden puramente especulativo, sus ideas y doctrinas, y para enseñarlas y propagarlas libremente, no lo es menos conceder igual libertad a los adversarios del catolicismo, cuando es la religión exclusiva del mismo país”.
De entre quienes firmaron el documento, mencionemos sólo a algunos de los signatarios: “Lic. Juan N. Méndez Garibay. Agustín Méndez Padilla. Gabriel Padilla. José María Méndez Cano. José Antonio Méndez Cano. Luis Verduzco. Felipe García. Francisco García V. Pedro N. Aguinaga. Baltazar Méndez. Manuel V. Ortiz. Epifanio Jaso. Juan Mora. Rafael García Barragán. Ignacio Gutiérrez. José Zacarías Verduzco. Alejo Herrera. José Antonio Méndez y Padilla. José Gabriel Cavadas. Lic. Vicente Alvarez. José Vicente Cerpa. J. María Verduzco. Epifanio de la Torre Piró”.
Lo anterior nos permite conocer parte de nuestro pasado y de la identidad del zamorano.