Sin medir o sin importar las consecuencias para México, el presidente López Obrador ha despepitado una colección de insultos contra Estados Unidos y sus instituciones.
¿Dónde está el interés nacional en el pleito que nuestro Presidente trae contra Estados Unidos?
Pelearse con la administración Biden para defender a un político impresentable, antimexicano y xenófobo, Donald Trump, es agredir el interés nacional.
Sin medir o sin importar las consecuencias para México, el presidente López Obrador ha despepitado una colección de insultos contra Estados Unidos y sus instituciones.
Ayer el secretario de Estado, Antony Blinken, respondió que la irrupción de policías y marinos en la Terminal Marítima de Punta Venado, en Quintana Roo, concesionada a la empresa Vulcan Materials, tendría un efecto “paralizante” en inversiones de otras empresas estadounidenses en México.
Se entiende –aunque no se comparta– que durante su época de opositor AMLO pateara el pesebre, pero seguir haciéndolo cuando camina en el quinto año de su presidencia es incomprensible desde cualquier lógica racional.
A finales del año pasado el Senado de Estados Unidos aprobó una bolsa de miles de millones de dólares para incentivar la deslocalización (nearshoring) de empresas que investiguen y desarrollen semiconductores que se producen en Taiwán.
Taiwán podría caer pronto en manos de China y con ella la fabricación de microchips: ahí se hace 90 por ciento de esos pequeños aparatos que dirigen misiles, hacen funcionar sistemas de inteligencia artificial y permiten que los teléfonos celulares sean utilizables. También los coches.
Se trata de una oportunidad histórica para México, para nuestra gente.
Pero de la nada nuestro Presidente se pone a las patadas con el gobierno demócrata y da su respaldo al Partido Republicano donde se plantea, una y otra vez, que la solución a las drogas es invadirnos.
Hace dos semanas amenazó con llamar a los paisanos a votar contra los candidatos republicanos.
Ahora cierra filas con el precandidato presidencial de ese partido.
¿Qué hace nuestro Presidente metido en los problemas políticos internos de Estados Unidos, toma partido, insulta y apedrea la casa del vecino?
AMLO ha recibido, como pocos, un trato respetuoso y cordial del presidente Biden.
El mandatario estadounidense ha tragado agravios y apaciguado los ánimos antimexicanos que despierta López Obrador en los sectores republicanos más radicales.
La respuesta del presidente de México ha sido insultar a los que nos cuidan y apoyar al comandante en jefe de quienes nos agreden.
¿Y el interés nacional? No cuenta. Tampoco el interés del bloque geopolítico de América del Norte.
Los países enemigos de Estados Unidos, de su democracia liberal, siempre han soñado con un conflicto de la potencia del norte con su vecino del sur.
De eso se trató la oferta del ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, Arthur Zimmermann, a Venustiano Carranza, para que México atacara a Estados Unidos y así mantener a las tropas vecinas ocupadas en el sur durante la I Guerra Mundial.
Don Venustiano no compró esa locura.
Ahora que las dictaduras china y rusa se alían para enseñar su belicosa hostilidad a Estados Unidos, nuestro Presidente crea un problema que resquebraja la unidad del bloque de América del Norte.
Sin saberlo, o tal vez a sabiendas, el Presidente mueve el tablero geopolítico a Estados Unidos para favorecer a las dictaduras enemigas de la democracia liberal, China y Rusia.
¿Y el interés nacional?
El miércoles el Presidente alzó la voz para defender a Trump, porque “yo no puedo permitir (sic) que a nadie, ni en México ni en el extranjero, le afecten sus derechos políticos”.
Lo que hacen con Trump, dijo, es “un atentado a la democracia”.
No es una declaración de algún subsecretario, que de por sí sería grave, sino del presidente de México.
Ese mismo día, en la misma conferencia, respondió al informe que por ley debe presentar el Departamento de Estado al Congreso de Estados Unidos, acerca de los derechos humanos en el mundo:
“Es una política añeja, anacrónica, de querer meterse en la vida política de otros países. ¿Con qué derecho? Es una violación flagrante al derecho internacional”, dijo.
Si alguien entiende que AMLO se entrometa a la cocina de los asuntos internos de Estados Unidos, y condene el “bodrio” injerencista del Departamento de Estado sobre derechos humanos, es decir universales, que lo explique.
Desde luego que Estados Unidos tiende a cruzar la raya de lo aceptable cuando de asuntos internos de otros países se trata.
No ha sido el caso de Biden ni de Blinken.
Cuando surgen las diferencias, tan comunes entre vecinos, la tarea del Presidente es defender el interés nacional y tender puentes.
Aquí, ahora, el Presidente actúa en contra del interés de México y destruye los puentes.