II
O ESTA OTRA NACIDA EN CUYUTLÁN
¿Sabes?
Hoy tu recuerdo es más fuerte que nunca. Vienen a mí aquellos días inigualables a la orilla del mar: tu sonrisa mostrando tus dientes blancos, ebúrneos, y tu pelo que se pierde entre los juegos del viento sumándose al vaivén del oleaje; tu cuerpo hermoso y desnudo que se estremece y me hace estremecer al contacto de mi piel. Con todo, en tus ojos hay tristeza, una inmensa tristeza. Tal vez sientas como yo que esta distancia es más grande de lo que realmente es, porque la hace superior nuestro olvido voluntario, la aumenta nuestro capricho, y la hace infinita nuestra soez indiferencia. Pero aun cuando queremos huir uno del otro, no nos engañemos, estamos, al través del recuerdo, más juntos que nunca.
El agua azul turquesa va y viene, viene y va y surge mi canción que se centra en tu recuerdo, al compás de ese mismo mecer de las aguas…
… Si quieres volver a sentir
las cosas que yo te enseñé
si quieres volver a vivir
el amor que yo te dejé
si tu alma está sola y sin fe
si nada te anima a seguir
recuerda que así yo también
sin tu amor yo vivo.
Recuerda la luna y el mar
cuando juntos soñamos
Recuerda que fue en Cuyutlán
donde un día nos amamos…
De pronto, centro mi vista en lo que me parece cabeza de cerillo y se mece en las aguas; luego, identifico dos pequeños brazos que manotean con desesperación. Un hombre mayor, tal vez sexta década de la vida, quiere entrar en el oleaje para acudir en auxilio de la cabecita. Lo acompañan gritos desesperados de una mujer adulta: ¡no, no lo dejen, no sabe nadar, no sabe nadar! Yo me interpongo sujetándolo de ambas piernas y en ese instante una flecha humana se lanza hacia la criatura: es el salvavidas que prontamente rescata a lo que, ya en la playa, se puede identificar como una niña adolescente…