Futuro

Para que México sea exitoso en el futuro vamos a requerir un Estado fuerte, limitado por la ley y responsable frente a los ciudadanos.

Macario Schettino

El viernes pasado comentamos aquí tres facetas del populismo: la invención de un pasado mítico perdido por culpa de una élite malvada, la destrucción de intermediarios para conectar al líder directo con el “pueblo”, y el gasto electoral irresponsable. Me parece que es claro que el gobierno actual cubre las tres: estamos ya en problemas fiscales, se ha destruido el marco institucional, y todos los días hay referencias al pasado y a la élite malvada.

Quiero hacer énfasis en esto último, porque creo que es de la mayor importancia. Llevamos cinco años sin hablar del futuro. Cinco años discutiendo cuál presidente del pasado causó más daño, a cuál se parece el actual, a quién hay que culpar y juzgar. Cinco años achacando todo lo que pasa a la élite malvada y al pasado.

Por no hablar del futuro, nos cayó de sorpresa el nearshoring y no nos preparamos a tiempo. Por no hablar del futuro, nos regresamos a tecnologías obsoletas para generar electricidad. Por no hablar del futuro, no invertimos en él. No digo que no haya quien propone y argumenta, digo que la agenda nacional no está centrada en el futuro.

El Presidente y sus seguidores no pueden ver sino el pasado. Sus opositores, sin embargo, no salen del presente. Desde hoy juzgan todo, y por ello no pueden imaginarse el 2024. Esa es la razón por la cual hay tantos que creen que no se podrá cambiar en ese año, porque simplemente extienden su experiencia actual.

El futuro, me parece, es lo importante. El futuro de México está en Norteamérica, primer asunto que debemos aceptar. No más latinoamericanismos anacrónicos, no más búsqueda de diversificación. Norteamérica es la única región, en el mundo desarrollado, que tendrá al menos un pequeño avance demográfico en las siguientes décadas. Eso no ocurrirá en Europa o Asia oriental. Tenemos ya cadenas de producción ensambladas, lazos académicos y productivos desarrollados, mercados en funcionamiento. Millones de mexicanos han ido construyendo su espacio en Estados Unidos, como no lo han hecho en ningún otro lugar.

Segundo, el futuro es de energías limpias. El petróleo seguirá utilizándose, pero cada vez más para desarrollo químico y menos para combustión. Seguramente el gas facilitará la transición, seguido de Sol y viento. También en esto es clara la complementariedad con Estados Unidos.

Tercero, para que México sea exitoso en el futuro vamos a requerir, como lo comentamos la semana pasada, un Estado fuerte, limitado por la ley y responsable frente a los ciudadanos. Ese Estado fuerte pasa por contar con ingresos adecuados, lo que hoy no tenemos. Más que querer modificar la situación actual, conviene imaginar el tamaño de gasto que nos parece razonable para el gobierno, y de ahí derivar las fuentes de financiamiento sano con que podemos contar. Ésa es la reforma fiscal que habrá que acometer.

Cuarto, para que el Estado esté limitado por la ley, es decir, gobierno y sociedad, se requiere un cambio profundo en la manera como los mexicanos se imaginan que debe funcionar esa sociedad. Si algo ha detenido a América Latina, y a México específicamente, es la imposibilidad que tenemos de aceptar que debe haber reglas aplicables a todos. Nosotros queremos tener reglas personales, es decir, privilegios. Y esto no tiene nada que ver ni con color de piel ni con nivel económico: todos quieren sentir que son tratados diferente.

Abundaremos en estos temas, porque ya hay que irnos preparando para el futuro. Pero bueno, aunque estemos hablando de eso, yo me uno momentáneamente a la visión del pasado: ayer se cumplieron 30 años de mi primer texto publicado en un periódico. En este periódico, El Financiero. Gracias por el espacio, y gracias por la lectura. (El Financiero)

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