La filtración de Guacamaya leaks demuestra que la propia oficina del titular de Sedena, la ayudantía del general en jefe del Ejército Mexicano, prepara, diseña y organiza los viajes.
La investigación periodística del Ignacio Rodríguez Reyna a partir de la filtración de Guacamaya leaks, exhibe con vergonzosa claridad la tesitura del señor secretario de la Defensa Nacional, general Luis Cresencio Sandoval.
Resulta que al general le gusta la buena vida cuando viaja.
Comitiva, ayudantes, traductores, enfermeras y hasta doctor para atender cualquier eventualidad que el general o su familia pudieran enfrentar.
Viaja con esposa, hija, hijo y nuera, además de nieta y de paso la consuegra, ¡por qué no! si lo pagan los mexicanos.
Los documentos revelan recorridos por capitales europeas, ciudades emblemáticas (Venecia, Roma) destinos en Estados Unidos, y banquetes en restaurantes de lujo.
Resultó más fifí que la mafia del poder, a la que atiza todas las semanas hace casi cinco años su jefe y protector, el presidente de México.
La Secretaría de la Defensa Nacional ha sido “beneficiada” con contratos, concesiones, obras, funciones y tareas antes reservadas a autoridades civiles (aduanas, espacio aéreo, entre otras). Han recibido miles de millones de pesos en presupuesto que, al parecer, pues alcanza para mucho más que las tareas asignadas.
El general secretario asume con entereza todas esas tareas, asigna responsabilidades, reparte encomiendas, con la oscura asignación directa que caracteriza a esta administración.
¿Quién hace auditoría de la Sedena? ¿Quién tiene acceso a sus partidas presupuestales, gastos, ejercicio del abultado presupuesto que por capricho presidencial reciben?
No hay rendición de cuentas por parte de las Fuerzas Armadas, es el componente del gobierno federal, más aún, del Estado Mexicano, más opaco y menos transparente.
El vistoso uniforme decimonónico del general secretario, repleto de galones, bordados en oro y medallas de otros tiempos, es un ejemplo claro de las galas que adornan la mirada del militar.
La filtración de Guacamaya leaks demuestra que la propia oficina del titular de Sedena, la ayudantía del general en jefe del Ejército Mexicano, prepara, diseña y organiza los viajes, los destinos, las estancias y las reservaciones.
Es decir, recursos públicos empleados en beneficio particular de un funcionario. Algo que, según AMLO, ya no existe, ya se acabó, eso lo hacían los de antes, “nosotros somos diferentes”.
Pues parece que no. No sólo repiten vicios, excentricidades, abusos y violaciones a la ley de funcionarios públicos, sino que lo hacen en grande. No un viaje para un diputado que “asiste a un congreso”.
No, familia, comitiva, aviones en primera y vuelos oficiales de la Fuerza Aérea mexicana, si para eso es el general de más alto rango en la estructura.
Sería útil que el general, con la humildad y sencillez que el presidente afirma tienen todos sus colaboradores, nos muestre las reservaciones de sus vuelos, los pagos de sus boletos y de sus hospedajes en el extranjero, cargado a su tarjeta de crédito personal, no al presupuesto de la Sedena.
Resulta que el general pues no es representante del pueblo uniformado, de la tropa castrense. El general se da vida de empresario fifí y conservador, con la diferencia de que es con cargo al erario público.
¿Y el presidente? Calladito. Ausente. Silencioso. No le consta, dice.
Como siempre que alguien le exhibe la corrupción de un integrante de sus cercanos, su familia, sus hijos.(El Financiero)
Discurso vacío el de la austeridad republicana, el del ahorro franciscano. Palabras huecas las del fin de la corrupción.
Suena más de saqueo nacional en aras de conservar el poder, someter a los críticos, imponer su modelo de país.
Saqueo al presupuesto federal y estatal, con la esquiva bandera de los programas sociales no auscultados, no auditados porque no lo permiten.
Saqueo en obras faraónicas y de “infraestructura” cuyos desvíos y negocios han enriquecido a docenas de concesionarios. Unos civiles, otros muchos militares.
Corren versiones no comprobadas de un creciente malestar en el Ejército por las fortunas construidas a lo largo del sexenio. Constructores, proveedores de materiales, controladores de aduanas, encargados de compras y tantos y tantos en la cadena de la oscura obra militar, resguardada bajo 7 candados de “seguridad nacional” con el beneplácito del presidente.
El prestigio de las Fuerzas Armadas se ve gravemente dañado y comprometido con filtraciones e información de lujos y excesos, que parecen a estas alturas, apenas la punta del iceberg.
¿Alguien será llamado a cuentas? Difícilmente.
Que el general fifí se siga dando la vida que merece, por los muchos años de servicio en cuarteles y comandancias, llena de sacrificios, exigencias y sueldos parias.
Ahora sí, la vida del comandante, la del mariscal, con medallas y galones, recorriendo el mundo sin reparos en gastos ni ostentosa comitiva.
Que no digan que son mexicanos… Por lo menos, que el derroche y la ostentosa exhibición no nos ensucie a todos. (El Financiero)