Judas quería a Jesús

JEAN MEYER

Sobre la “traición” de Judas se han elaborado muchas teorías como, por ejemplo, la del nacionalista judío –cierta etimología dice que “Iscariote” significa el sicario, el combatiente– que entrega a Jesús para obligarlo a revelar su gran poder, vencer a los romanos y restablecer el trono de Israel. Un surrealista, pensando que eso era un buen chiste, afirmó que “un cierto jueves Jesús necesitó de Judas”. Enunciaba una verdad teológica.

Hace poco, paseándome en los miles de páginas de los Cuadernos de Paul Valéry, encontré esa joya que les quiero compartir: Judas quería a Jesús, y ese beso que le dio fue seguramente de una infinita ternura. Estaba atrozmente celoso de Juan y Pedro que eran los preferidos de Jesús. El beso de muerte era el único que pudo dar. Lo dio. Mató por el (beso) lo que amaba, y se mató. Es un “drama” de amor como hay tantos. Es notable que, en San Juan, tan pronto como el pan mojado en vino fue comido por Judas, Satanás entró en él y él formó el proyecto de entregar a Jesús. Satanás, producto natural de los amores desdeñados. Además, toda la historia de Jesús está tejida de amores y, por lo tanto, de celos –Marta y María; Magdalena criticada–”.

Pascal Quignard evoca “las pascuas” de su infancia –y de la mía: “Caminamos descalzos en el silencio, para imitar el dolor de Dios cuando no tuvo más, delante de sus ojos, que la subida de la calle dolorosa, esa pobre difícil ascensión que lo llevaba al enigma, el misterio de la muerte”.      En L’amour la mer, 2022. Recuerdo también, el día anterior, el jueves en la noche, el lavar los pies de los compañeros. Pero, la muerte y su misterio son combatidos por otro misterio, el de la resurrección. Para los que no creen, la resurrección, su afirmación, revela lo absurdo del cristianismo, algo que ni la razón, ni la experiencia admiten. No vimos, no vemos, no veremos alguien retornar de entre los muertos, sea Mictlán, los Infiernos o el Purgatorio. Sin embargo, afirma Pablo, si Cristo no ha resucitado, nuestra fe es vana.

¿Quién dijo Credo quia absurdum? Frente al sepulcro vacío, en el cual había descansado el cuerpo del crucificado del viernes, los primeros testigos de este escandaloso suceso son tres mujeres, o quizá una sola mujer. El Cristo resucitado llama a María Magdalena: Mujer. Ella no escucha. Luego, él dice: María y ella lo reconoce. Ha de ser así todo encuentro con Dios. San Agustín en su Comentario sobre el evangelio de Juan nos interpela: “Hermanos, escuchen lo que dice Jesús: soy la resurrección y la vida. Toda espera de los judíos era ver a Lázaro revivir, aquel muerto de cuatro días. Escuchemos, nosotros también, y resucitamos con él. Es la resurrección, porque es la vida”.

Las mujeres, o la sola María Magdalena, pretenden haber visto un joven vestido de blanco, o dos ángeles resplandecientes. María voltea y ve a Jesús, pero no lo reconoce y cree que es el jardinero. Luego los dos peregrinos de Emaús, acompañados por Jesús, tampoco lo reconocen; y Tomás, su discípulo, tampoco lo reconoce, puesto que insiste en tocar con su mano las marcas de los clavos y de la lanza en el cuerpo de Jesús. ¿Qué sentido tiene ese misterio, el hecho de que nadie lo reconoce? Los evangelios insisten claramente sobre ese punto y nos llevan a pensar que seguimos, cristianos o no, sin reconocer a Cristo que encontramos todos los días en nuestra vida cotidiana, como nos lo anunció Jesús en la parábola de: “Maestro ¿Cuándo te vimos y no te socorrimos?”

Otra vez Paul Valéry: “Idea extraordinaria del catolicismo de haber introducido el amor en la relación del hombre con Dios. ¡Que escandalosa novedad! Resultó cambiado el sentido de la palabra Amor”. La resurrección permite entender el surgimiento de la “buena noticia” (evangelio), a saber, lo que es de verdad el Amor, como se vuelve la relación universal.

Concluyo con unos versos del polaco francés (que tenía un hermano en México), Guillaume Apollinaire: Es el hijo pálido y carmesí de la madre dolorosa/ Es Dios que muere el viernes/ y resucita el domingo/ Es el Cristo que sube al cielo mejor que los aviadores/ Detiene el récord mundial de altura.

Historiador en el CIDE

Adquiere el libro

Un viaje a través de la historia del periódico Guía.

Colegio Fray Jacobo Daciano