¿CÓMO NACE UNA CANCIÓN?
I
Los recuerdos se agolpan en mi cerebro; tal vez sea porque voy caminando ya adentrado en la octava década de mi vida. Uno de ellos, al que hago referencia ahora, me transporta a las calles de mi pueblo natal, Jungapeo, Mich. y en particular a la de Emilio Carranza. Contemplo igualmente una parvada de chamacos, infantes y adolescentes, todos familiares cercanos, capitaneados por éste servidor, con la importantísima tarea de ponernos de acuerdo para realizar actividades de alto contenido social; séase, maldades en donde la vagancia pueblerina nos ubicara, siempre y cuando esta vagancia se realizara en alguna de las calles del poblado, sin adentrarnos en los terrenos periféricos circundantes, pues éstos en ubicación norte sur y en descenso permanente, nos significaban peligros inminentes, ya fuera por los declives o porque estos lados estaban limitados por sendos ríos, uno más caudaloso que el otro.
Así las cosas, esta inocente pandilla pueblerina, comandados por el capitán “Veneno”, caminaban por esas polvorientas y semi empedradas calles, esperando el paso de algún perro sin dueño para apedrearlo o varejonearlo, al menos amarrarle una piedra en la cola. Esto era lo de menos, porque en otras ocasiones era una lluvia de piedras la que golpeaba la puerta de una casa solitaria. Claro que cuando nos equivocábamos y la casa no estaba tan sola como se veía, nos despedían con una lluvia de mentadas de madre. No nos dolía porque entre tantos aguerridos maldosos las mentadas nos tocaban de a poquito.
Nuestros pantalones, de ser cortos, crecieron en longitud y así las importantes tareas entonces practicadas. Llovieron algunos noviazgos entre los miembros de la pandilla y los vecinos y surgieron las primeras poesías que desfloraban el amor frente a la susodicha o el susodicho. Todo aquel bagaje literario se fue incrementando al paso de los años, pero estúpidamente no surgió una pluma que los almacenara en la quietud de los cajones domésticos. Fue hasta 1961 con la fuerza del amor primero que se fueron acumulando. Así, aquel arsenal poético o intelectual fue creciendo hasta acumular cientos de obras que muy poco di a conocer. Una de las afortunadas canciones, “el amor que inspiras” ha sido grabada muy recientemente por la Dra. Oftalmóloga Ivonne Segura de Jiquilpan y anda en los medios electrónicos queriendo anidarse fuertemente en el ánimo de los internautas.
A propósito de mis canciones, En mis años de recorrer la vida, caminando por lugares disímbolos de este globo terráqueo, varias veces me preguntaron (y seguramente también a otros compositores), ¿cómo surge una canción?
Mi respuesta surgió fluida, libre: el compositor, el poeta, el escritor y otros creadores de letras o música, traen la inspiración a flor de boca. Lo único que requiere es un algo que le dé cuerpo, espíritu, forma. Ese algo es variable: el amor en todas sus manifestaciones, una mujer y sus atributos, un árbol, el mar, un sueño, una frase o expresión que sea la punta que extraiga el contenido y así. Claro que el compositor que ya está maduro, que está hecho, también puede crear a petición de alguien que lo requiere y demanda; a este tipo de obra le llaman muchos “obra de taller”
Pongo un ejemplo que ocurrió allá por la década de los setenta del siglo XX.
“Un grupo de amigos y parientes nacidos en el municipio de Jungapeo, Michoacán, nos dimos a la tarea de hacer un informativo mensual -Antena-, que sirviera al pueblo para denunciar engaños, robos y tropelías orquestados desde la Presidencia municipal por sátrapas, caciques y malvivientes. Ese informativo terminó por convertirse en periódico regional y sirvió a los diversos pueblos del oriente michoacano, en cada uno de los cuales, Antena ubicaba un corresponsal voluntario, sentando precedentes de singular importancia en toda esa región geográfica tarasca. Entre ellos, cito uno de los más importantes:
“A los dos años de su nacimiento, el gobierno michoacano por conducto de su secretario B de Gobierno, entregó un diploma como el mejor informativo mensual del Estado. Ese reconocimiento se recibiría en el hoy desaparecido restaurante “CIT Ceylán” de Zitácuaro Mich.
“La dueña, la señora Cristina Iniestra Téllez (CIT Ceylán), le había dado ese nombre a su negocio porque el terreno donde se ubicaba, carretera Zitácuaro CDMX, tenía la figura geográfica de la isla de Ceylán.
“La levantada matinal en la CDMX incluyó a mi gran amigo Abraham Hernández Torres, igual que yo, nacido en Jungapeo. Hicimos el recorrido por el camino de Tlalpujahua y llegamos a la población del Salto de Tepuxtepec municipio de Contepec; repito, faja oriental michoacana.
“Abraham y yo, fuimos directamente a saludar a nuestra corresponsal a quien no conocíamos pero que tenía gran fama en su pueblo, no solamente por nuestros trabajos periodísticos sino por participar y emprender múltiples tareas de beneficio social.
“Tocamos la puerta de su casa y esperando encontrarnos con una persona adulta, al menos joven, lo que apareció ante nuestra vista nos dejó mudos, atónitos…
“Al abrir la puerta se clavaron en mis ojos, los más bellos ojos que jamás hubiera visto; indescriptibles ojos entre azul y verde, claros, abiertos, de mirada inocente, penetrante y profunda, pertenecientes a una chiquilla apenas de trece o catorce años.
“No recuerdo qué hablamos, ni el tiempo que pasó, pero sí que su mirada llegó hasta mi cerebro y empezó a mover notas y letras, letras y notas, música y versos que se fueron acomodando en el trayecto de esa población hasta llegar a Zitácuaro. Abraham, respetó mi trabajo silencioso al pasó por caminos, carreteras y pueblos. Áporo, Senguio, Irimbo, la zona lacustre con su calmado meneo de las olas, el valle donde el viento parecía mecer dos cuerpos humanos enlazados entre las espigas de los trigales; y así el recorrido completo hasta el propio restaurante.
“Después del saludo de rigor a la alta autoridad michoacana, representante del C. Gobernador de la entidad, di a conocer aquella canción a la que terminé por bautizar como “Cristina”, para agradecer las bondades de doña Cristina, la dueña del predio y negocio. Correspondida y gustosa con su canción, la dueña no quiso cobrar ni comida ni bebida a nadie de los convidados en aquel inolvidable y singular aniversario de nuestra Antena”
CRISTINA
Qué lindos ojos encontró cuando pasó por su lugar Estaban llenos de pasión y eran reflejos de bondad
Buscó con ansias el amor en su perenne caminar Y al verse en ellos, comprendió que ellos guardaban su verdad
Sus ojos fueron guía y voz que le contaron su ansiedad Y le mostraron el rincón donde naciera su soñar
Y cuando amarla, él se juró, gritó su nombre en el trigal Que como un eco se perdió entre los bosques, en el mar
El mundo nunca comprendió aquel amor tan singular Y un día, los cuerpos de los dos fueron hallados en el mar
Por eso el eco de su voz lo trajo el viento desde allá Y entre los bosques lo llevó hasta dejarlo en el trigal
Por eso…