Kenneth Martínez
Nicaragua
La capacidad de razonamiento humano está luchando una de sus batallas más fuertes desde su existencia. Un duelo contra la realidad que parece ir perdiendo lentamente y de manera indiscreta; así lo hace ver la poca importancia que la sociedad mundial le da. Al menos, no lo suficiente para que el impacto de la realidad y su entendimiento esté enfocado a favor de un bien colectivo o que respondiera las preguntas que tanto han dividido a la humanidad.
Pasan los años, más gente en el mundo con acceso a internet; diferentes tipos de crisis mundiales, la batalla entre lo que vemos, poco entendemos y no sabemos. Como sociedad nos hemos vuelto muy privilegiados en cuanto a acceso a información se refiere, sin embargo, en entendimiento y conocimiento no se puede decir lo mismo. Nuestra percepción de la realidad mundial tergiversada y transfigurada por los medios de comunicación y las redes sociales, ya no se ve limitada sólo a la suma de nuestras enseñanzas y experiencias previas en nuestras vidas, sino a los miles y miles de mensajes que vemos día a día en pantallas LED.
La cultura de las redes sociales ha impuesto una nueva percepción en nuestro actuar social. Esto parte de la manera de percibir miles y miles de mensajes cada día, no poder codificarlos y actuar. Desde publicaciones de Facebook que pueden causar todo tipo de emociones como miedo o incertidumbre; a publicidad que nos hace necesitar algo que nunca hemos tenido y apenas acabamos de ver.
Es necesario mencionar de manera breve el sistema sintético de la comunicación propuesto por Niklas Luhmann que entiende la comunicación como síntesis de tres selecciones, como unidad de información, emisión y comprensión, entonces la comunicación se realiza cuando y hasta donde se genera comprensión; es decir, sólo hay comunicación si hay comprensión.
La compresión de cada individuo varía según múltiples factores, ya sea desde el contexto del mensaje y las características puntuales de quién lo recibe. Sin embargo, el entendimiento de dichos mensajes no quiere decir que haya sido recibido a lo largo de sus dimensiones informativas y sociales. No puede esperarse ni el mínimo de entendimiento cuando la cantidad de mensajes son inmensurables.
Como sociedad hemos llegado al punto donde la base central de nuestro sistema socio-comunicativo está centrada en vender más conexiones, obviando por completo el sentido de saber usarlas, y entender lo que viene de ellas. Así como estamos al borde del colapso ambiental a causa de la contaminación, también lo estamos a causa de la infoxicación -contaminación de información-.
No se puede obviar cómo la hegemonía comunicativa influye en nuestra percepción de la realidad. El manejo de la información es el arma más poderosa que puede usarse, socialmente hablando. A lo largo de la historia, la comunicación y la información han sido fuentes fundamentales del poder y del contrapoder; de la dominación y el cambio social (Castells, 2009).
Si no fuese así, no habría tanto miedo al poder de los muchos movimientos sociales alrededor del mundo y que se ven amenazados por la censura indirecta y el control selectivo del algoritmo cibernético. Una voz infravalorada predispone el riesgo de una sociedad sin aspiraciones y sin una lucha mutua. La voz presupone una intervención reflexiva, e incluida en los horizontes de los actores sociales (Dhalgren, 2012). La realidad se construye a partir de las voces de cada uno y una de nosotros.
Es necesario detenernos a pensar: ¿Hasta qué punto somos capaces de entender nuestra realidad? ¿Cómo este poco razonamiento de la realidad nos limita en nuestro actuar como individuos? ¿Serán nuestras generaciones actuales y las venideras capaces de entender la importancia en la percepción de sus realidades y el efecto de ello en sus acciones? ¿Dependerá totalmente la voz de los próximos movimientos sociales de una realidad-interacción virtual?
Si no somos conscientes de lo que amenaza nuestra poca percepción de lo moralmente -éticamente- correcto y humanamente necesario seremos vulnerables ante cualquier acto de dominio masivo, cualquier manipulación a la memoria histórica y a los paradigmas que nos conforman como sociedad. Corremos el riesgo de que una pantalla se convierta en nuestros únicos ojos.
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